viernes. 19.04.2024
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Fetiche

Diana Alejandra Aboytes Martínez

El hombre no podía dejar de observar a una mujer que paseaba en zapatillas frente a sus ojos en el parque central.

A su andar le crecían miradas, unas lascivias, otras de contenido venenoso. No era el aumento artificial lo que hacía girar cabezas, más bien, la elegancia peligrosa dominando sobre quince centímetros de la superficie. Era su sensualidad y contoneo bien equilibrados sobre muslos de catedral y pantorrillas moldeadas, tensas como el arco antes de ser disparado, que sacudían a cuanto transeúnte cruzaba a su paso.

El caballero embelesado unió sus ojos con los de ella y en breve conjuntaron caminos –curioso que de golpe brote algo así, pero el deseo es una vaga definición de fuerzas de atracción-. Pronto ya no se les veía en el fondo de la calle. Llegaron al sitio donde se dan encuentro las carencias.

Semidesnuda, recostada esculturalmente como diosa griega, se ofrecía como festín al placer, similar a la que un hermoso fruto atrae a la lengua. Su curiosa mirada femenina pudo adivinar el falo erecto bajo el pantalón.

Él se arrodilló, tomó sus muslos y los acercó su boca. Los recorrió a besos hasta llegar a sus zapatillas. Las deslizó suavemente para retirarlas. Se levantó sosteniendo el calzado en sus manos, lamió y respiró con agitación sobre ellos. Su deseo desbocó en los tacones.

Asombrada y descalza, ella sólo lo miró correr con el par de zapatillas en sus manos.