I

Soñar el nombre

para designar cada uno de mis días,

es el oficio de cada noche

cuando me siento a mirar tus ojos.

Mientras, la luna tiende brazos

que me dividen en sombras,

caricia que me deja donde nace

el vuelo de las aves.
II
Esa mujer que soy

sólo espera que venga la muerte,

la caricia lenta y brillante.

El eco húmedo del sueño

vuelto sal en la piel abierta.
III

No conocerás mis lágrimas,

nunca beberás este llanto

ni tomarás mis huellas ni mi nombre.
Porque se volverán muros mis cabellos

para que no entre tu voz

ni la imagen de tu cuerpo que reposa en mis manos.
Para que no traiga tu piel

el viento

y vuelvan tus labios

a soplar la sien a esta paloma.