viernes. 19.04.2024
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Doris Lessing

Rolando Alvarado Flores

Doris Lessing

Después de "El extraño caso de Charles Dexter Ward" y dos relatos porno encontré "Shikasta", una de las novelas de la serie "Canopus en Argos" de Doris Lessing. Hablan de la evolución dirigida, aunque decir eso es malentenderlas para ofrecer una caricatura; mejor es leerlas y que el juicio sobre ellas sea personal. El juicio que uno pueda emitir sobre una novela depende de tiempo y espacio: en un momento el juicio será emitido con tales y cuales elementos, colocará a la novela en un cierto campo de relaciones que la describen. Después de un tiempo se espera que exista una evolución: por decisión personal el campo de relaciones se ensancha, se disminuye o se mantiene, lo que modifica o petrifica el juicio emitido. Si a los 16 años "Los tres estigmas de Palmer Eldritch" me dejaban la idea que las relaciones humanas son un universo de frustración, aburrimiento y dolor, a los 25 me parecía que Dick se entremetía en los arrecifes sin sustento de la mística. Pero a los 36, después de una relectura, la misma novela se me aparece como un intento de cuestionar la realidad del lector mediante el dispositivo de difuminar paso a paso, el mundo ficticio pergeñado en la trama narrativa.

A Lessing parece molestarle que no la entiendan, o al menos, que no enfaticen los lectores lo que ella encuentra más valioso en sus obras. Posición absurda, si las hay, porque eso remite al campo de los medios que los lectores tienen de recibir la obra: comprender una obra es, de acuerdo a la estética de la recepción, decodificar el lector implícito del texto, lo que a su vez remite al problema de la univocidad de la recepción. De manera precisa una obra literaria tiene un público en particular, lo que significa que el autor codifica ciertos límites y restricciones en su texto, da forma a un universo estético que algunos lectores encontrarán satisfactorio y otros no. Obvio es que los lectores que comulguen con el universo estético de cierta obra la frecuentarán, y harán de sus personajes elementos de un diálogo constante. Si los lectores consideran el universo estético de cierta obra un dislate, un asco o una acumulación de deseos impuros no la frecuentaran, ni siquieran terminarán de leerla y pretenderán que no es literatura. Lessing nos ofrece, sin embargo, una racionalización de su artera posición. En el prólogo a la reedición de "El cuaderno dorado" podemos leer la siguiente gema del breviario del anarquista de la educación:

[…] Estás inmerso en un proceso de adoctrinamiento. No hemos logrado, no sabemos cómo, desarrollar un sistema educativo que no sea doctrinario. Lo sentimos, pero es lo mejor que podemos hacer.

La enseñanza que te ofrecemos es una amalgama de prejuicios vulgares y elecciones arbitrarias atinentes a la cultura en particular en la que vives. Pero un ligero vistazo a la historia mostrará lo transitorio, parroquial y limitado de esas elecciones.

La gente que te educará es gente que se ha adaptado al sistema y que supedita su pensamiento a las enseñanzas de sus predecesores. Es, como cualquier sistema, un sistema que se autoperpetúa.

Notarás con el tiempo, que aquellos de ustedes que sean más fuertes e individualistas serán invitados a abandonar el sistema, para que busquen por si mismos los medios de su educación, desarrollando un juicio personal sobre el mundo.

Verás también cómo los que permanecen en el sistema serán moldeados para encajar en los estrechos criterios y particulares necesidades de la sociedad en la que viven […]

Todo para explicarse a sí misma, porque los críticos que la leyeron no supieron decodificar su mensaje.

Si los críticos no pueden decodificar el mensaje es porque no tienen un pensamiento libre, sino uno moldeado por normas ya caducas que se perpetúan.

Por supuesto, los escépticos de la educación institucionalizada la ven como algo incorregible, mientras los adalides de la perpetuación de la sociedad en la que vivimos, infectados del modernismo del progreso, la conceptualizan como algo por realizar, siempre en marcha y corregible.

Lo bueno de todo esto es que el daño que puedan hacer los dictadores literarios de las universidades se disipa si consideramos que los libros están ahí, al alcance de cualquiera. Que se lean, bueno, quién sabe.

Rolando Alvarado Flores nació en 1973, sobrevivió al salinismo y el obradorismo. Estudió física y tiene publicados 19 artículos de investigación en revistas como "Physical Review", "Physica D", "Journal of Physica A", "Foundations of Physics", "Revista Mexicana de Física". En sus ratos libres colabora en la revista "Dos Filos" y mantiene una columna semanal en la Jornada Zacatecas donde escribe lo que se le ocurre. No se sabe cuándo morirá"