jueves. 18.04.2024
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Hay suficientes sacos para todos

Enrique Adrián Martínez

Hay suficientes sacos para todos

Ahora digo –dijo Don Quijote– que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que a tiento y sin discurso se puso a escribirla, salga lo que saliere, como hacía Orbaneja, el pintor de Úbeda, al cual preguntándole qué pintaba, respondió: “lo que saliere”.
Cervantes, Don Quijote de la Mancha,
parte II, capítulo 3

 

Divatrices necias que acusáis al joven profesional de la cultura sin razón
 sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis

Sotana Ynóes De La Cruz

 

I. Recepción oficial

Imaginemos un perchero con sacos de variadas tallas y cortes a la entrada de los eventos culturales, pensemos también que es otoño, y que esta estación es ideal para poner en marcha los protocolos sociales aprendidos durante el verano. Estos protocolos incluyen posturas y manerismos específicos para tu posición social, estatus profesional y para fama (más probablemente infamia) que seguro cargas al ser asiduo a estos cotilleos. El mesarse la barbilla para medir el tiempo que nos dictó la academia como adecuado para la contemplación de una obra, el arqueo idóneo de la ceja para aquellos que gozan de ese privilegio muscular la posición y ángulo perfecto de las rodillas y tobillos para convertir la escoliosis en algo estético; las preguntas obligadas al autor de la obra y los comentarios prefabricados pero interesantes en su ironía. Con estos gestos adoptados podemos tomar sin culpa los aperitivos y las copas de vino que son por las que las manos pelean en la mesa de recepción. Sepamos que lo anterior no es ni el hilo negro ni una declaratoria rebelde ante un status quo de los actos culturales. Tomemos este saco con la naturalidad con la que nos desenvolvemos en la tarea que nadie nos impuso, sino la que disfrutamos con un cinismo que hacemos prevalecer.

Tomemos, pues, un saco para vestirnos con la autocrítica que pedimos a gritos de los demás, un saco para el orbanejista de profesión que se oculta en la multitud de las inauguraciones y presentaciones artísticas.

II. Postureo

Para esos que saben exactamente qué se hace mal; esos que saltan cuando se cae una cabeza porque los recursos son "suyos" y ven la posibilidad de usarlos con lo que ellos saben que es correcto. Los que nos convocan bajo consignas que, de alguna forma hemos convenido, sin que siquiera nos dirijan la palabra en el mundillo cultural. Porque están ahí, al acecho, oportunos, asumiendo su figura de «profesionales».

Porque si les dicen que se metan al agujero del diablo, a la institución oficial, lo harían con todo gusto. Tomarían las direcciones que –extrañamente- nunca pudieron tomar en su independencia, tan gloriosa e injustamente desconocida como la creen.

Los que van lustrando el camino de figuras mediocres con doctorados inútiles. Los gurús del arte, los de los remedios ambiguos para enfermedades que nunca han tenido un diagnóstico claro.

Sálvennos ahora que parecen tener la oportunidad, o sigan entreteniéndonos con sus disparates, como hasta ahora.

III. Estos sapos que ves

Esperaban el brote de la magia, como sapos en lluvias. El rodar de una cabeza grande en el castillo de la cultura, por ahí, frente al de Mirrey Yisus Christ; emerge la figura de la que habla Guillermo Núñez Jáuregui y muchos antes que él: El escritor profesional. Viene a dar cátedra y mostrar que los clásicos nunca mueren, y que todo lo que nos queda es una gran mierda humeante, insorteable, en la que se resbala cualquiera que quiera entrar a su rancho privado de las letras. La república infundada en el mito de la buena lectura.          
 

Entre las pistas para dar con ellos están que al quitarse el saco y estar absueltos de trabajo, como lo están casi todo el tiempo, citan a "importantes autores" que ellos a diferencia de otros, sí han leído y que se atreven a replicar -aunque sólo estén parafraseando lo mismo-     .

 

IV. Escritor le grita a nube

[...] Fue un buen día (?) para el Escritor Profesional –y artista multidisciplinario-; desperdició tiempo valioso (no se sabe para quién es valioso) en feisbuc con un largo estado que abusaba de los megabites ajenos, añorando tiempos de su estudio en Letras, hace unos quince años, cuando al parecer, el uso de los signos de exclamación no exigía demasiado; cuando podía demostrar su entusiasmo con ellos repitiéndolos hasta tres veces, porque la sola palabra no era suficiente y las elipsis constantes sólo las usaba en su poesía. 


Su añoranza era protesta: "Por favor!!!", terminaba, tras haber abogado en su posdata en contra de cualquier Lic. en Derecho que se atreviera a hablar de los temas que sólo un escritor profesional conoce. En contra de cualquiera que atentara contra su condición de verdadero hombre de mundo, usando los celos de quien se siente robado permanentemente. Oh sí, Escritor Profesional, el mundo sabe que ha sido otro duro golpe para aquellos farsantes a los que gente como tú debería educar. Esos que hacen y hacen sin contar con tu estupendo bagaje y experiencia, sí, el mundo de 1870 contactos de tu feisbuc sabe cuánto los detestas.


Mientras, en FOX, corre la escena de Abraham Simpson publicado en un periódico de Springfield por gritarle a una nube, y uno de los escribidores-farsantes recuerda a nuestro Escritor Profesional agitado, corriendo hacia el autobús, pidiendo justicia para su talento desperdiciado.

V. Río Arriba

En un universo paralelo, Río Arriba, la editorial gubernamental dedicada a la publicación de jóvenes, edita los peores títulos que reciben por creerlos destinados al fracaso; estos en realidad son aclamados por la crítica especializada -que existe, y además realmente critica-, y sus tirajes de millar se agotan meses después de cada lanzamiento. Es un lindo lugar para escribir. 

 

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Enrique Adrián Martínez. (León, Guanajuato, 1991). Editor, escritor y gestor cultural. Autor del libro de poesía Le vendí mi alma al demonio del copyright© (Suicide Editors, 2015) y del libro de relatos Mojo Pin (autoedición, 2011). Actualmente es director editorial de Editorial Montea.