jueves. 25.04.2024
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Salinas, Guillén y Cernuda: ser, usar y vivir poesía

Citlalli Luna

Tachas 12
Tachas 12
Salinas, Guillén y Cernuda: ser, usar y vivir poesía

 

 

Un poeta es aquél que tiene conciencia de su fatalidad, quiero decir: aquél que escribe porque no tiene más remedio que hacerlo (…) Aquél que es cómplice de su fatalidad.
Octavio Paz

 

 

I. Salinas: Ser para poder Crear

"Quisiera poseerla, sentirla recorrer mis venas, llenar cada vacío de mi existencia, embriagarme con su perfume, saborearla en los labios  y aceptar de una vez por todas que siempre me robará el aliento; sé que está dentro de mí, quiero dejar que mis dedos la derramen sobre el papel y darme cuenta de que se evapora. “La poesía existe o no existe; eso es todo”[1] nos dice Pedro Salinas en su poética, afirma que no hay intentos de poesía, ésta no es medianamente buena, es o no, el escritor tiene o no la capacidad.

Fumar es un incesante recordatorio de que las mejores cosas se evaporan entre los labios y la punta de los dedos. Así también es de inasible la poesía, hablamos de ella, la criticamos, tratamos de  interpretarla, separamos los versos y las palabras como si fueran las piernas de una dama, pero nunca llegamos realmente a tocar su esencia, “se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino; eso es todo.”[2] ¿Qué es el poeta sino un aventurero? Un hombre que toma las palabras, los sentimientos, las ideas y crea un mundo lleno de posibilidades: significado y significante, blanco y negro, intertextualidad y polisemia.

Siempre o casi siempre nos cautiva con el misterio de la idea que se encuentra en el verso siguiente, leerla es un preludio para la explosión de imágenes y sensaciones. Salinas apreciaba la autenticidad, la belleza y el ingenio de la poesía, dando por hecho que ésta no es comparable con ninguna otra y que no produce la misma sensación en uno y otro hombre. “Mi poesía está explicada por mi poesías”[3] decía, precisamente por lo inasible que es, porque si se trata de desglosar y/o explicar en un lenguaje que no sea poético, pierde su esencia, se convierte en discurso. Salinas tenía un respeto por la poesía, por la manera en que se escribe y el valor que adquiere cada palabra al formar un verso, hace que escribir se convierta un cotidiano intento de reinventar el mundo.

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría;
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días  y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.

Tú, que no eres mi amor, 
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.

Desde el prodigio, siempre.

Porque si tú me llamas
—¡ si me llamaras, sí; me llamaras!—
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: "No te vayas."

En ¡si me llamaras, sí poema de La voz a ti debida y publicado antes por Gerardo Diego en la célebre antología de poetas de la generación del 27 Salinas nos habla de una manera maravillosa  acerca de la esperanza combinada con la fatalidad. El hombre que aún es capaz de creer y está dispuesto a dejarlo todo por vivir tan sólo un instante la felicidad deseada. Primero nos muestra la esperanza: “¡Si me llamaras, sí, / si me llamaras! / Lo dejaría todo”[4], después nos habla de la conciencia de realidad “tú, que no eres mi amor”[5] y finalmente esa esperanza ya marchita que se va volviendo  realidad de  amor inalcanzable,  que va cayendo: “Y aún espero tu voz: / telescopios abajo, desde la estrella”[6]. Sabe que no le pertenece aunque esté dispuesto a dejarlo todo, si ocurre, si acaso le llama, sería un milagro, pero no lo es, no ocurre, le pide que no se vaya, pero no se va, porque nunca ha estado.

II. Guillén: igualdad y uso

Es necesario, si se me permite la expresión, desemperifollar al lenguaje: quitarle los pendientes, el maquillaje, el sabor a sexo, olor a whisky, medias rasgadas por faltas de ortografía, bragas secas. Hay que desnudarlo, devolverle la pureza. Ahora nos topamos con un hombre que defendía la igualdad de las palabras, “ninguna palabra está de antemano excluida”,[7] decía. Él confiaba más en el ingenio que debía tener el escritor  al momento de la creación, diciendo que el <> no era requerido y que cualquier palabra podría convertirse en poesía según la manera en que se colocara en la oración y el contexto que ésta tuviera.

“El texto poético tiene su clave como el texto musical (…). Lenguaje poético, no. Pero sí lenguaje de poema, modulado en gradaciones de intensidad y nunca puro”.[8] Considero que  siempre que escribimos buscamos la combinación exacta para cada oración, tienen que hacer un perfecto match; sin embargo, Jorge Guillén nos invita  al reto de la creación, haciendo uso de cualquiera de las palabras, poniendo a prueba la capacidad de imaginar y desautomatizar la realidad.

Me llama muchísimo la atención el calificativo <> que emplea para referirse al lenguaje de poema, es como si tomáramos las palabras (que ya tienen un significado per se) y al momento de la creación  las desnudáramos y les arrancáramos su esencia para hacerlas parte de un todo,  tomando el <> como el hecho de que antes de utilizarlas para crear, ya tenían un significado, no eran un lienzo blanco-puro.

Sí, más verdad,
Objeto de mi gana.

Jamás, jamás engaños escogidos.

¿Yo escojo? Yo recojo
La verdad impaciente,
Esa verdad que espera a mi palabra.

¿Cumbre? Sí, cumbre
Dulcemente continua hasta los valles:
Un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.

Y la verdad
Hacia mí se abalanza, me atropella.

Más sol,
Venga ese mundo soleado,
Superior al deseo
Del fuerte,
Venga más sol feroz.

¡Más, más verdad![9]

Tenemos el tópico de <> como algo que no se escoge, que ya es y al hombre sólo le queda recogerla, aceptarla y esparcirla. Cuando menciona que es un riguroso relieve entre los relieves nos habla de que la verdad está ya delineada, que siempre sale a flote y por eso se abalanza y atropella. El Sol hace referencia a la verdad entendida como luz, conocimiento, iluminador del camino de los hombres, por eso Guillén habla de un mundo soleado, lleno de verdades y diciendo que ésta es superior al deseo del fuerte, no respeta jerarquías, fuerzas, colores, opiniones, simplemente Es.

III. Cernuda: un poema hecho vida

Sí sí, en definitiva quiero poseerla: quitarle los artículos, los acentos y las comas, desgarrar los renglones con los dientes, aplastar la B con los LaBios, rozar con la lengua el punto de la i, perderme entre la S, ahogarme en la O. Quiero quitarle todo a la poesía y llevarla al punto máximo de la expresión de las ideas, hacer de ella un aquí y ahora, un inhalar y exhalar. “Estamos ante un hombre que en cada palabra que escribe se da por entero y cuya voz es inseparable de su vida y su muerte; al mismo tiempo esa palabra nunca se nos da directamente: entre ella y nosotros está la mirada del poeta, la reflexión que crea la distancia y así permite la verdadera comunicación”.[10]

Luis Cernuda sin duda es un ejemplo de cómo la poesía se transforma en un espejo, revela en él todas sus angustias, frustraciones, críticas y dolor; “la obra de Cernuda [dice Octavio Paz]  es una exploración de sí mismo; una orgullosa afirmación no desprovista de humildad, a fin de cuentas, de su irreductible diferencia”[11] Por ello iré directamente al poema:

 

Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 
como una nube en la luz; 
si como muros que se derrumban, 
para saludar la verdad erguida en medio, 
pudiera derrumbar su cuerpo, 
dejando sólo la verdad de su amor, 
la verdad de sí mismo, 
que no se llama gloria, fortuna o ambición, 
sino amor o deseo, 
yo sería aquel que imaginaba; 
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos 
proclama ante los hombres la verdad ignorada, 
la verdad de su amor verdadero. 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien 
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina 
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu 
como leños perdidos que el mar anega o levanta 
libremente, con la libertad del amor, 
la única libertad que me exalta, 
la única libertad por que muero. 

Tú justificas mi existencia: 
si no te conozco, no he vivido; 
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.[12]

Me gustaría que se imaginara un hombre desnudo frente a un espejo, viendo su cuerpo completo, detrás de él (del hombre) una ventana que será nuestra conexión con la sociedad ¿listo?... Entonces, comencemos:

El hombre al que observamos es alguien que calla su homosexualidad porque la sociedad así lo demanda: “Si como muros que se derrumban, / para saludar la verdad erguida en medio, / pudiera derrumbar su cuerpo, / dejando sólo la verdad de su amor, / la verdad de sí mismo,[13] los prejuicios sociales son esa barrera que lo separa del mundo (en el espejo sólo se ve un muro alto, gris, húmedo).  Si tan sólo se cayeran las tradiciones homofóbicas de la época, aquel hombre podría ser “aquél que imaginaba, no un reflejo hecho por la colectividad (en la ventana se ven aquéllos que esperan que él sea un hombre, como todos).

La verdad no es aquélla de ser un buen hombre o tener fortuna, sino  amar libremente, poder ser el que “proclama ante los hombres la verdad ignorada”. Debemos ser hombres libres y de buenas costumbres, qué desdichado es aquél que no conoce la libertad (el sujeto reflejado en el espejo está encerrado en un capullo, luego sale y se le ve en el cuerpo de otro, que no reconoce él mismo, sino es la imagen que la gente ha hecho de él), “libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien/ cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; / alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina. (La imagen del espejo cambia, el hombre desnudo otra vez, vuelve también  la ventana original, el reflejo le dice al hombre desnudo: “tú justificas mi existencia: / si no te conozco, no he vivido; / si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.[14] (El espejo se rompe).

Cernuda nos presenta un grito hacia la libertad de decir quién es, cansado de la hipocresía que la gente posee, de la superficialidad de la vida: gloria, fortuna o ambición, ¿qué importan si no se es libre? Octavio Paz dice que “estamos condenados a una soledad promiscua y nuestra prisión es tan grande como el planeta. No hay salida ni entrada”[15], mucho menos libertad.

A pesar de todo, sabemos que Cernuda fue un hombre que estaba convencido de que él no tenía nada que ocultar, no tenía ningún problema con su homosexualidad y si la sociedad lo condenaba por ello, no era algo que realmente le importara. “La poesía de Cernuda es una crítica de nuestros valores y creencias; en ella destrucción y creación son inseparables, pues aquello que afirma implica la disolución de lo que la sociedad tiene por justo, sagrado o inmutable”.[16]

He aquí a tres hombres que a pesar de diferir en su manera de hacer o concebir la poesía lograron (logran todavía)  transmitir la sensibilidad que caracterizaba a su bolígrafo, la Generación del 27 fue sin duda una época donde se respiraban nuevas propuestas para el arte y el cambio social, los poetas aquí expuestos eran de aquellos hombres que hacían de la palabra un arma para cambiar el mundo; al leerlos contenemos las lágrimas ante esa esperanza que se apaga bajo la inminente realidad, nos damos oportunidad para que todas las palabras sean  parte de nuestro texto, reinventamos el mundo, lo criticamos, lamentamos  la muerte de cada instante desperdiciado, la ausencia de nuestro Yo frente al espejo, salimos del capullo, anhelamos  libertad. Eso es hacer poesía: transformar la realidad a través de la palabra.

 

[1] Fragmento del texto de Pedro Salinas incluido por Gerardo Diego en Poesía española. Antología (1915-1931). Se reproduce aquí el texto publicado en la página de internet Lectura y educación, “Salinas y la expresión del sentimiento amoroso”: http://comunidad-escolar.pntic.mec.es/documentos/salinas/salinas2.html (consulta el 23 de agosto de 2013)

[2] Idem.

[3] Idem.

[4] Pedro Salinas, La voz a ti debida. Razón de amor. Castalia, Madrid, 2010, pp. 52-53.

[5] Idem.

[6] Idem.

[7] Jorge Guillén, “Lenguaje de poema, una generación”, en Lenguaje y poesía, Alianza, Madrid, 1983, p. 195.

[8] Ibid. P. 196.

[9] Jorge Guillén, “Más verdad, I”, en Cántico, II, Origen-Seix Barral, México, 1985, p. 354.

[10]Octavio Paz, “La palabra edificante”, en Fundación y disidencia. Dominio hispánico, Obras completas, 3, FCE/ Círculo de lectores, México, 1997, p. 240.

[11] Ibid, p. 238.

[12] Luis Cernuda, La realidad y el deseo. 1924-1962, FCE, México, 1980, pp. 72-73.

[13] Idem.

[14] Idem.

[15] Octavio Paz, op. cit., p. 239.

[16] Ibid., p. 238.