viernes. 19.04.2024
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Avanza el día

Blanca Parra 

Avanza el día

Tiene entre 45 y 50 años y desde hace unos meses su tema de conversación preferido es la menopausia la cual acaba de llegar a su vida y de la cual, aunque no quiero escuchar, concluyo por enterarme vagamente. Primero trató de convertirme en su confidente y hasta me preguntó por todo tipo de síntomas. Vaya con su médico, dije secamente. Gradualmente me ha dejado saber algún reporte médico aunque le queda claro que generalmente no pongo atención y que no voy a contestar a nada de lo que me comente. Es mi salud mental la que está en juego.

Este fin de semana el tema era la práctica religiosa, traída a colación por la fervorosa devoción de los vecinos que se reúnen de casa en casa para cumplir con el mandato de rezar el rosario todos los días, establecido por el párroco de la iglesia cercana. Supongo que es entre devoción y no querer ser señalados por el resto si se les ocurre negarse a participar en las sesiones. Una sola vez me invitaron y aduje que no podía salir de mi casa, por enfermedad. Para indagar en mis prácticas religiosas le preguntaron a ella si rezo, si voy a misa, etcétera.

Mientras yo preparaba mi almuerzo me narró los hechos y las respuestas que dio para que dejaran de insistir: no tengo tiempo y no me gusta andar en las casas. Pero se quedó con la duda, y trató de cuestionarme comentando que ni ella sabe si soy practicante de algún culto o no. Eso no es asunto de nadie más que mío, dije. Pero no se arredra.

“Yo casi no voy a la iglesia”, dijo, y continuó asegurando que “a mi nieta sí la llevé a hacer la primera comunión pero no insisto para que vaya cada domingo”; yo me confieso de vez en cuando, cada que tengo una debilidad”. Buscó mis ojos, como queriendo saber si había entendido, sin éxito. Entonces trató de explicar: “no es seguido pero de a veces uno tiene que tener una escapada, ¿verdad? Y entonces ya puedo comulgar”. Pero la confidencia no funciona como elemento para que yo diga lo que no se me pega la gana decir. Mucho menos para motivarme a dar cuenta de mis actos.

No respondí, por supuesto. Tomé mi plato y subí a concentrarme en mis lecturas y mi trabajo, con la música de la radio a todo volumen.