jueves. 18.04.2024
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Dos de octubre no, ¿se olvida?

Mauricio Sánchez

Dos de octubre no, ¿se olvida?


No olvidar lo que fuiste, pareciera la consigna que cada sujeto soporta en ser, ¿qué ser?

Sin posibilitar alguna idea de victimización, o cualquier intento de justificación ante lo acontecido en octubre de 1968, pareciera que el pueblo mexicano pretende no olvidar; no recordar, tampoco. Qué decir de ello, qué falta, sólo eso nos alcanza como pueblo, falta decir de ello, falta trazar algunos soportes ante ese vacío de decir, ¿cómo construirlos?, no lo sé, no lo sabemos, quizá no lo sabremos.

Parece que las ideas respecto al 2 de octubre suponen que no olvidar es suficiente, pero esa suficiencia (imaginaria) a dónde nos conduce, pues no sabemos qué hacer con lo que no sabemos, su-poner tampoco es suficiente, hacer ficciones parece que tampoco, situación similar al trauma, situación similar al encuentro con La Ley, esa de la gravedad (por ejemplo), esa que tiene tal consistencia que no podríamos decir inquebrantable, tampoco quebrantable; parece que es algo más, así, un algo que no cabe en las palabras, como los restos de los campos Hitlerianos, eso que no alcanza ni en la imaginación, como bien lo muestra una frase inscrita en el museo de la tolerancia, que dice: "quien entró a un campo de concentración jamás podrá salir, de la misma manera el que no estuvo jamás podrá entrar ni siquiera en la imaginación" (Kleiman, Simon). El intento de "no olvidar", como proceso, no implica "recordar", en el mejor de los casos propone sostener un desir ajeno, no porque no exista un referente familiar a tales acontecimientos, sino porque ese deseo de no olvidar, ese decir "no olvidar", no es propio, ni de quien hubiese estado ahí, que podría significar que ese desir[1] se sostiene en la muerte, en la tragedia, en la pregunta informulada.

A veces no recuerdo quién soy, sólo a condición de ficcionar el fui

Llega el dos, llega la posibilidad de hablar del dos, de terminar de una vez por todas la marca sin palabras, una marcha, una nota, una posibilidad, sólo eso. Un tipo pretendió inscribir algo sobre el dos, y ahora es "el paciente interno", parece que hizo algo con el dos, ahora trazó una pequeña cuerda alrededor del dos, del dos de octubre. No se quedó en la repetición, inscribió alrededor de ello.

Nada esconde tanto como lo que revela (Lacan, Jacques)

Qué es lo que revela el "no se olvida", pareciera que en cierta forma aparente buscara ese momento de súplica con la finalidad de olvidar, como una queja permanente, como una petición a la vez, como pidiéndole a Otro conteste la pregunta posterior, es decir, "no sé olvida", y cómo le hacemos para que ello ocurra, o bien, "no se olvida"... Por más que intentemos. Ahí surge la claridad de que el recuerdo o el olvido, no dependen -pese a nuestros intentos- de nuestra voluntad, nuestro querer.

Espanta(dos)

Así, dos de enero, dos de octubre, dos, el Estado y el Espanto. Suponer un Estado de espanto en sus mínimo dos equievocaciones[2], hace aparecer que la estructura del Estado, del Estado político, es la agresión sin medida, sin posibilidad de medirla, sin posibilidad de otorgarle un cuanto, se dirige al momento siniestro, ese que incluye la confusión, la perplejidad; situación contradictoria, pues a donde apunta es a dejar sin política, ese acto, ese acto de espantar, ese "dejar espantados", ahí, en esa posición eterna (posiblemente). Jorge Chamorro lo propone de la siguiente forma:

La guerra salvaje, abre otra lógica que deja el campo abierto no a la violencia sino a la crueldad. La crueldad implica la satisfacción de matar, por la satisfacción misma. En esa satisfacción se pierden las metas y el limite lo pone la satisfacción misma y el soportar de la víctima.

Conclusión

No hay forma, menos de concluir, aún.

***

Mauricio Sánchez. Psicoanalista practicante desde la Orientación Lacaniana.

 

[1] Neologismo para juego de lenguaje entre decir en español y désir (anhelo) en francés.

[2] Neologismo para un Juego de lenguaje entre equilibrio, equivocación y vocación.