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Isabel de Guevara: Los trabajos invisibles

Marina Porcelli

Isabel de Guevara: Los trabajos invisibles


No se sabe cuántas mujeres (si fueron ocho, si fueron once) entraron en el Río de la Plata en 1534, junto con mil quinientos hombres en la expedición de Pedro de Mendoza. Atraída por los dijes de plata que años antes obtuvo Juan de Solís, la expedición remontó el río también en busca, así dicen, del arrayán: ese árbol de ramas abiertas que curaría la sífilis del Primer Adelantado. María Dávila, amante de Mendoza, estuvo en las primeras casas que formarían Buenos Aires, y murió, claro, de sífilis; Elvira Pineda, que también desembarcó, era analfabeta y la mujer de Osorio, el Maestre de Campo que Mendoza mandó a matar a cuchilladas, cerca de la costa de Brasil, y cuyo asesinato dejó en todos una impresión funesta. (Dicen que Pineda no dejaba de preguntar qué estaba escrito en el cartel que colgaron del cuerpo de Osorio, “amotinador y traidor”.) Algo ominoso, entonces, se instaló con esa primera muerte y se proyectó como una maldición sobre el río; “la tamaña hambre” vino después. Cercados por los querandíes, los españoles llegaron a comerse “los zapatos y los cueros todos”. Los hombres que quedaban (cuatrocientos), guiados por Ayolas, subieron por el Paraná hasta Paraguay.

Con ellos iba también Isabel de Guevara. Que veintidós años después de su llegada al Río de la Plata, en concreto, el 2 de julio de 1556, escribió desde Asunción una Carta dirigida a la Princesa Doña Juana, sin saber que Juana había muerto el año anterior. Las mujeres durante la hambruna, apuntó Guevara, “cargaban con todos los trabajos” de los hombres, “como curarles, hazerles de comer lo poco que tenían, alimpiarlos, dar arma por el campo á bozes, sargenteando y poniendo en orden a los soldados”, y hasta “animándolos con palabras varoniles, que no se dejaren morir.” Las mujeres aguantan más, escribió, porque se “alimentan con menos”. Ya en Asunción, ellas vuelven a sus quehaceres “carpiendo y sembrando y recogiendo el bastimento”. Y aunque resulte exagerado, o inverosímil, que casi diez mujeres hayan podido movilizar a centenares de hombres, dada esta epístola, Alberto Salas afirmó, en 1960, que Isabel de Guevara fue la primera feminista del Río de la Plata. Paul Groussac, en cambio, la había desdeñado. Dijo que era una “moza seguidora con aires de señora”. Pero vale reparar en la propuesta de Salas, porque al leerla cuidadosamente, el dispositivo discursivo de la carta se vuelve nítido: Guevara coloca el trabajo de las mujeres al mismo nivel que el de los hombres. Saca a las mujeres de su “invisibilidad”, digamos, las reivindica en su esfuerzo y en su hacer, y por eso reclama para sí lo mismo que la Corona daba como premio a los hombres: mano de obra eterna. Escribe con este fin, “para hazerle saber la yngratitud que comigo se a dado en esta tierra, porque al presente se repartio la mayor parte (…) sin que de mi y de mis trabajos se tuviese ninguna memoria, y me dexaron afuera”. Y agrega que si ella no la recibe, por lo menos, que “sea proveido mi marido de algún cargo”. El marido, Pedro Esquivel, a quien ella “por lo menos tres veces le sacó el cuchillo de la garganta”.

No sabemos si la Corona atendió su reclamo, pero en un artículo sobre los documentos escritos por mujeres, Rocío Quispe-Agnoli destacó la urgencia de “restituir el lugar de la voz de la mujer en la fundación de las sociedades hispanoamericanas”. Agrego, ahora, que esta urgencia es necesaria para que tanto las mujeres como otros invisibilizados en la historiografía argentina (comunidades indígenas, comunidades afro, etc.) sean incorporados como sujetos en nuestros relatos.

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Marina Porcelli. Narradora. Nació en Argentina, en 1978, y cursó estudios de Historia en la UBA. Fue becaria del Centro Cultural de la Cooperación (Bs As, 2004) y obtuvo diversos premios, todos en género cuento. "De la noche rota", su primer libro de relatos, consiguió el segundo puesto en el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires, y fue editado en 2009 por la Universidad de La Plata. Parte de la obra de ficción y ensayística de la autora ha sido publicada en medios y antologías de Argentina, Chile, Cuba, México, Nicaragua, EEUU y España. En 2010, Marina Porcelli fue elegida por el Fonca/Conaculta para participar del Programa de Residencias Artísticas para Iberoamérica y Haiti; en 2012, fue becada por la Secretaría de Cultura Argentina, en convenio con México. Sus críticas y ensayos aparecieron en la revista de la Universidad de México; revista Armas y Letras; suplemento Laberinto (Milenio); suplemento Confabulario.