sábado. 20.04.2024
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ENSAYO

El Arte de Innovar y Emprender

Anna Lee Saxenian

El Arte de Innovar y Emprender

Esta publicación de la Fundación de Bankinter sobre innovación nacional y regional llega en el momento justo. La innovación preside la agenda de los líderes de hoy. Los responsables de los gobiernos diseñan políticas que promueven la innovación y el emprendimiento, las empresas necesitan innovar para lograr ventaja frente a la competencia en un mercado global y las ONG buscan soluciones innovadoras a problemas sociales peliagudos. Hasta los medios de comunicación se ven seducidos con la promesa de la innovación: los titulares anuncian regularmente nuevos dispositivos o herramientas que transforman la forma en que nos comunicamos, trabajamos y hasta organizamos nuestra vida social.

Todo esto no sería ninguna sorpresa para el economista austriaco Joseph Schumpeter, quien identificó la innovación como el motor central del capitalismo. Los académicos de hoy ven a Schumpeter como el economista más reseñado de una era, de la misma forma que las ideas de John Maynard Keynes dominaron el pensamiento económico del siglo XX. Keynes era un producto de la Gran Depresión de la década de 1930. Sus modelos de gestión de la demanda agregada dominaron la era que emergió tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las economías occidentales vivieron décadas de crecimiento y estabilidad. Los responsables de los gobiernos creyeron que dominaban los resortes políticos necesarios para gestionar (o «afinar») la economía y, por consiguiente, evitar ciclos económicos perniciosos. La innovación también era una actividad gestionada, buscada dentro de los estancos laboratorios de investigación y desarrollo de las grandes empresas de producción en masa y de las mejores universidades de investigación, e introducida en los mercados siguiendo un calendario cuidadosamente planificado.

La economía global de la primera década del siglo XXI, en cambio, es turbulenta e incierta. Han emergido por todo el mundo naciones y competidores nuevos y poderosos que han abierto nuevos mercados y retado a las naciones y empresas establecidas; las tecnologías de la información minan las bases de las industrias existentes y crean sectores completamente nuevos, al tiempo que eliminan las fronteras que existían entre otros. Schumpeter escribió sobre este proceso a principios de la década de 1940, diciendo que el proceso «incesantemente revoluciona la estructura económica desde dentro, destruyendo incesantemente la vieja, creando incesantemente una nueva. Este proceso de Destrucción Creativa es el hecho esencial del capitalismo. De ello depende el capitalismo y de ello deberá vivir cada empresa capitalista».

La innovación, para Schumpeter, era el dominio de emprendedores arriesgados que, llevados por el «espíritu emprendedor», querían desarraigar, y hasta revolucionar, la forma existente de hacer negocios. Entendía la innovación de forma amplia, incluyendo nuevas tecnologías o productos, nuevos métodos o procesos de producción, la apertura de nuevos mercados o fuentes de oferta y hasta nuevos tipos de organización o modelos de negocio. Como él decía: «en una realidad capitalista, diferente de la descrita en un libro de texto, no es [...] la competencia [de precios] la que cuenta, sino la competencia por la aparición de artículos nuevos, de una técnica nueva, de fuentes de abastecimiento nuevas, de un nuevo tipo de organización [...], la competencia que da lugar a una superioridad decisiva en el coste o en la calidad y que no golpea en los márgenes de los beneficios y la producción de las empresas existentes, sino en sus cimientos y en su misma existencia».

Para muchos, el Silicon Valley de California, donde surgió la industria de los semiconductores en la década de 1970, personifica el modelo schumpeteriano de la «destrucción creativa» emprendedora. Aunque en la región es mucho más común el fracaso emprendedor que el éxito, las empresas de Silicon Valley siguen introduciendo productos y servicios innovadores: desde el PC hasta Internet y las redes, pasando por el comercio electrónico, los motores de búsqueda y los medios sociales, desbaratando así las industrias establecidas, desde los medios de comunicación hasta las editoriales y la música.

Las empresas, regiones y naciones ahora reconocen que la innovación es un imperativo. Aun así, los esfuerzos de políticos de todo el mundo para «construir el siguiente Silicon Valley» han fracasado. La globalización significa que Silicon Valley tiene una ventaja significativa por ser el primero, y los productores apoyados por el Estado ya no pueden sobrevivir como «campeones nacionales» ante la competencia mundial. Los últimos datos de investigación apuntan a que en vez de intentar replicar Silicon Valley, los políticos y productores deberían diferenciarse según las capacidades y legados de la región. Es más, dado que la volatilidad económica sigue contribuyendo a la fragmentación vertical de la producción, las regiones y los productores antiguamente periféricos ahora pueden contribuir a las cadenas de suministro globales. Las empresas y regiones exitosas en el entorno actual no buscan competir de frente, sino que son lugares como Israel y Taiwan, que han desarrollado innovaciones complementarias que les permiten conectar con clientes y proveedores en regiones tan dinámicas como Silicon Valley.

Aunque entendemos la importancia fundamental que tienen la innovación y el emprendimiento en el crecimiento económico de hoy, aún estamos aprendiendo a construir los mejores entornos para la innovación. Esta nueva publicación de la Fundación de la Innovación Bankinter ofrece una perspectiva general ingeniosa sobre el camino a seguir en España y otras naciones y regiones.

Fragmento del Libro El arte de innovar y emprender, editado por la fundación Bankinter, 2010.

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Anna Lee Saxenian. Decana y profesora de la Escuela de la Información y profesora del departamento de Planificación Urbana y Regional de la University of California, Berkeley. Considerada como uno de los profetas de Sillicon Valley y teórica del cyberpunk.