Es lo Cotidiano

LA DESGRACIA AJENA

Baldes

Dante Alejandro Velázquez

Cuando fue insostenible la situación, los carros se estacionaron también en doble fila e hicieron de la calle un laberinto de metal infranqueable. El vecino del 487 decidió poner un par de cubetas frente a su casa para que nadie se estacionara durante el horario de oficina; después fuimos nosotros, luego los Carranza, luego el carnicero… Aparecieron baldes de todo tipo, garrafones, bloques de cemento y hasta botellas de refresco en los carriles de estacionamiento. De un mes a otro la cuadra estuvo libre de vehículos invasores. Al ver nuestro éxito, gente de otros rumbos hizo lo mismo y la ciudad echó fuera autos, camiones repartidores y alarmas escandalosas en menos de un año. Hoy nadie se estaciona en las calles, pero nos preguntamos ¿quién será el primero en quitar su cubeta de este sembradío multicolor?

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