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Perro del mal

Javier Ibarra

Perro del mal

A la mañana siguiente me entraron las ganas de ir al hogar de mi amigo el luchador profesional Ephesto, tocar su timbre, que me abriera la puerta, comprar una caguama, destaparla y así hablar del trágico descenso del Perro Aguayo Jr., de quien siempre me contó era un bato a toda madre, bien sencillo.

Deseaba que Ephesto fungiera como mi Padre de confesión para que después de terminar con esa Corona Familiar, saliéramos por una botana, otras dos o tres caguamas y poder postergar la sed de luto que nos embargaba. No obstante, seguramente él estaba más desecho que yo. Saqué esa idea de mi cabeza y decidí permanecer en mi hogar.

Nos conocemos desde el momento en que nací. Ahora pisteamos juntos y en verdad es algo que disfruto. Y en algo así, tan triste porque sé lo que viven los luchadores, valoro muchísimo más poderlo conocer a él y su familia.

Me ha contado tantas cosas relacionadas con el mundo luchístico que hasta en una ocasión, cuando una morra me invitó a su casa para ver The Wrestler me dio hueva.

“Cáele, vi una película que te va a gustar, está bien triste, es la historia de un luchador”, me dijo.

Sabía que después de verla tendría que acostarme en su cama, hacerle el martinete y ella me aplicara la hurracarrana como llave de consuelo.

“Javier, los pinches japoneses allá en su país te pegan bien cabrón. Sueltan unos putazos bien recios. Pero te tienes que aguantar. Sino vas bien preparado, te chingan. Esos güeyes están re locos. Se prenden bien cabrón. Luego luego”, me contaba Ephesto apenas en las fiestas de diciembre que pasaron, traía puesta una chamarra muy llamativa de color negro, con unas letras en la espalda que decían New Japan, nombre de una de las empresas de lucha libre más importantes de allá.

Ephesto fue a luchar a Japón hace ya mucho tiempo, cuando aún tenía el personaje de Safari y formaba tercia con Felino y Volador Jr. en el CMLL.

En otra ocasión, durante una reunión que hubo en mi casa, Ephesto llegó todo vergueado de la nariz; incluso aún vestía las mayas negras con dorado que lo caracterizan. Sólo que eso no importó, no podíamos dejar de ver el color morado que rodeaba su nariz y la hinchazón que presentaba. Marco Corleone voló sobre la tercera cuerda y debido a un descuido que tuvo, no lo vio y esa enorme “Águila Italiana” lo golpeó de lleno en el rostro.

“Nombre… ahorita no es nada. En la lucha me estaba saliendo un líquido como amarillo de la nariz. Apenas era la primera caída, nada más que tenía que acabar. Es parte del jale. Hoy me tocó a mí”, se refería a lo que era una lucha estelar, esos encuentros en los que cualquiera desea estar.

Ephesto nos contaba eso como si nada hubiera ocurrido, mientras que nosotros no podíamos disimular nuestras caras de incomprensión y dolor. Recuerdo que a manera de broma, para romper el hielo, bruscamente se movía la nariz de un lado a otro. Ese problema ya lo tiene desde mucho tiempo atrás. Sólo que ese líquido era algo que nunca antes le había ocurrido, bajaba de su cerebro y la medula espinal; eso sucede después de una cirugía en la cabeza, cerebro o columna; o igualmente por causa de traumatismo craneal. Al finalizar el encuentro que Mephisto, Averno y él ganaron, lo revisó el doctor de la Arena México y todo estaba bien, se podían poner a enfriar más “las morenas”, como él le dice a las cervezas.

Sus orejas ya tienen esa forma de coliflor. Su frente está marcada por las mordidas y los cortes que se hacen. De una pierna renguea un poco ya que en sus inicios, como Panterita del Ring, se la rompió en dos. Igualmente en varias ocasiones se ha tenido que acomodar hombros, codos o rodillas que se zafan a consecuencia de su cuerpo desgastado; hasta se lo ha tenido que hacer a otros compañeros, rudos o técnicos, no importa; sino el espectáculo y el amor por ese deporte se queda a medias, en la absoluta incredibilidad.

Pero no todas esas situaciones que Ephesto me ha podido contar de cerca son de ese tipo.

En un cumpleaños de mi padre llegó con Pimpinela Escarlata. “Te la traigo de regalo”, le dijo.

Y un tío, tras la incertidumbre de que ese luchador exótico en realidad fuera gay, pensando que todo “era parte del show”, comenzó a jugarle bromas. Lo curioso fue que Pimpinela, en defensa de la lucha, casi termina encima de mi tío matándolo a besos. Fue la mejor manera para que se callara.

Pimpinela después de eso se encargó de lavar los platos y de seguir echando el chisme con mi abuela, tías y madre en la cocina.

A veces me preguntó si Ephesto se fastidia por hablar siempre de lucha libre. Cada vez que nos vemos platicamos de lo mismo: del señor Atlantis, su maestro Genaro (Blue Panther), lo triste que se puso Último Guerrero al perder la máscara (está horrible el pelado), del porqué Shocker o “El Rey del Guaguancó” Mr. Niebla no han aparecido actualmente en las luchas del CMLL (les gusta la copita, los suspendieron), la preparación que ahora mismo está haciendo Luis (su hijo menor) entrenando lucha olímpica para primero asegurar una beca con la CONADE y tal vez después entrar al mundo de la lucha libre sin sufrirle como normalmente lo hacen ellos, por mera pasión.

Esto último es algo bueno. Es algo así como una especie de evolución que ha tenido la lucha. Ya que si para muchos (tal vez todos) no existen seguros de vida y médicos, la opción de poder irle echando ahorros al cochinito hasta algún día cumplir el sueño y debutar en la catedral, la Arena México, se cumpla y se tenga algo bien seguro para darle un martillazo y sacar a la familia adelante.

La lucha libre es real. Lo afirmó de nueva cuenta. Las caguamas, así como ponen bien contento a Ephesto y lo hacen darle de pierrotazos a mi padre y que a mí me sirva deliciosos tragos de tequila tan sólo para curarme una gripe, de un momento a otro hacen que comience a hablarte con el corazón, recordando todo lo que ha sufrido por treinta y tres años de carrera.

“Hasta que el cuerpo aguante”, ese es el lema de los luchadores.

Y el viernes 20 de marzo que acaba de pasar eso se pudo ver en la función realizada por la empresa independiente The Crash, en el Auditorio Fausto Gutiérrez Moreno de Tijuana. Falleció Perro Aguayo Jr. a la edad de 35 años debido a un traumatismo cervical durante la madrugada del sábado; el luchador Manik hacia pareja con él en la pelea estelar. Rey Mysterio y Extreme Tiger eran los contrincantes. Sin embargo hay que resaltar que dicha velada estaba puesta para que todo el recinto vitoreara a Rey, quien regresaba a casa, al lugar que lo vio volar por primera vez.

Es curioso, el descendiente de Don Pedro Aguayo Damián “El Can de Nochistlán”, debutó en 1995 a los 15 años, formando parte de una función de la Triple A en el Toreo de Cuatro Caminos, en Naucalpan de Juárez. Fue un enfrentamiento en donde hizo pareja con Rey Misterio.

Aún no logro asimilarlo. No me considero un fanático de hueso colorado del deporte-espectáculo, pero como se dieron los hechos y la información de primera mano que me suele brindar Ephesto, estoy seguro que se pudo haber evitado.

“Pobre Perrito”, me repetía y daba vueltas en mi cama. “De la verga que así tuviera que ser el regreso de Rey a México, a la ciudad que lo adoptó”, pensaba, abría los ojos y giraba otra vez.

Todo lo viví casi al mismo tiempo. Primero me encontré con una nota del Semanario Zeta dando a conocer que El Hijo del Perro Aguayo salía inconsciente tras un enfrentamiento con Rey Mysterio. La leí, vi las fotos y ese 50% de espectáculo (o “faramalla”, como lo llaman los incrédulos) me hizo sentir que algo no estaba bien. Y aproximadamente una hora después ingresaba de nuevo a mi Facebook.

“Con profunda tristeza y tras confirmarlo con fuentes cercanas a los hechos, informamos el fallecimiento de Pedro Aguayo Ramírez, ‘Hijo del Perro Aguayo’. Nuestro más sentido pésame y total apoyo a la familia Aguayo, amigos y compañeros. Descanse en paz”, decía una publicación en la página de Tercera Caída pasada la una de la madrugada.

Ese programa me parece es único, deberían buscarlo en Internet, muestran la otra cara de los luchadores, a ese ser humano que vive posesionado por el gran gusto de portar una máscara, una vestimenta, recibir el contrato, firmarlo y comenzar a subsistir bajo un alias que los hace desconocerse a ellos mismos de frente a un espejo gracias a lograr sus sueños.

En YouTube ya existía un video. “Los smartphones son aniquiladores”, pensé y sentí más miedo por ellos.

Más tarde, no sólo era ese video el que mostraba la muerte de un personaje público, uno querido por las masas; los había en demasía, en cualquier ángulo. Era aterrador. Se podía ver la preocupación de Rey Mysterio, la falta de profesionalismo de Konan zangoloteando al Perrito, la escasez de equipo de primeros auxilios, la poca preparación de los paramédicos y al pobre de Pedro Aguayo Ramírez siendo trasladado a una ambulancia arriba de una tabla, sin un collarín, después de algunos minutos demasiado vitales. Con gran impotencia dormí dos horas.

La mayoría piensa que la muerte fueron las patadas voladoras de Rey Mysterio, las cuales aparentemente dieron en el cuello de El Hijo del Perro, y ese duro golpe que le siguió contra las cuerdas (estamos hablando que es acero cubierto con manguera o un material de ese tipo) fue la causa. Otros dicen que se golpeó en el filo del ring al momento previo de las patadas, en unas tijeras mal logradas que lo echaron fuera, y que por mera inercia (costumbre) volvió a subir al cuadrilátero para recibir el impacto de Rey que lo petrificó en las cuerdas. Tal vez sea todo junto, puede ser. Pero no habría que culpar a Rey Mysterio. Algo así, aun siendo arriba del cuadrilátero, se le denomina como “accidente de trabajo”.

Horas después escuchaba la declaración de otro luchador que igualmente se presentó esa noche, Laredo Kid decía que quizá el Perrito había subido a trabajar con una lesión, como normalmente lo hacen. Se tiene que cobrar, y después de tantos años de carrera, se convierte en un vicio. No se puede dejar. Incluso me atrevo a decir que el Perro Aguayo Jr. algunas veces llegó subir al ring con ese cáncer de estómago que venció en 2011. O también leí que el médico que estaba presente se desligaba de todo, diciendo que se encontraba atendiendo a dos luchadores que no alcanzaron a ver ese punto blanco de luz, ya que eran transportados en la única ambulancia al hospital más cercano, a sólo tres cuadras del auditorio.

De igual manera habrá que comprender que los luchadores no son de hule. Ahora muchos se independizan, dicen que es más divertido, te enfrentas contra todos y seguro los billetes son de mayor denominación. No obstante, la logística, eso sigue siendo una mierda, no cambia. Cosas así, irreparables, provocan que uno se ponga vergas.

Y por la noche, después de leer y ver todo lo que se dice de la tragedia que sufrió El Hijo del Perro y Rey Mysterio, a quien incluso andan diciendo que podría caer al tambo, Ephesto apareció en un video del CMLL, en una función realizada en la Arena de Puebla. Arriba del ring, junto a sus compañeros, le dedicaban un minuto de aplausos al líder de la jauría.

“¿Qué estaría pensando Ephesto en ese momento?”, no sé, pero la tarde del domingo 22 fui a buscarlo.

“Está dormido”, me dijo Luis.

No lo creí.

Dios perdona, los perros no…

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