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Me cago en la ciencia

Küble

Me cago en la ciencia

Desde morro siempre sentí fascinación por la ciencia, aunque en ese tiempo no tenía una concepción clara de lo que era en realidad. Tal vez El Laboratorio de Dexter, Carl Sagan y congelar hormigas para luego revivirlas –a veces sí revivían– no era precisamente ciencia, pero cosas como esa de algún modo hicieron que años más tarde me encontrara en un laboratorio acalorado entre las intensas llamas de mecheros fisher y sembrando hongos en una caja petri con maíz transgénico.

Al principio de casi cada puto trimestre de la Licenciatura de Biología los profes hacen la tediosísima pregunta: “jóvenes, ¿por qué decidieron estudiar biología?”. Creo que nunca nadie ha dado una respuesta satisfactoria, todos responden que aman a los animales o que quieren salvar al mundo.

¿Mi respuesta? A mí simplemente me parece interesante y se me facilita, no tengo que decir más. No me apasiona locamente como al resto de mis cofrades y no pretendo dedicar mi vida entera a ella, aunque sí planeo vivir de ella.

Sin embargo no hay nada que me moleste más que mis compañeros de clase escupiendo innecesarios y casi siempre falsos “datos curiosos de la ciencia”, haciendo chistes malísimos sobre enzimas, invocando a Darwin en sustitución a Dios, creyéndose mejores que todos y creyéndose inteligentísimos seres impecables y perfectos por su cómodo y conveniente ateísmo. No obstante, se trata de estudiantes de decimo trimestre de licenciatura creyendo tener todas las respuestas a los enigmas del Universo cuando ni todo el conocimiento científico logra ni logrará esclarecerlos.

También me molesta toda esta oleada de “la ciencia cool”, la modita de “los nerds chidos” y esa tendencia de hacer de la ciencia algo incuestionable, o de lo contrario eres un estúpido.

La realidad es que la gente no entiende ni verga, ni tiene la puta idea de dónde viene todo este conocimiento, ni si ése conocimiento fue comprobado y reproducido. No se ponen a pensar si los científicos que llegaron a determinadas conclusiones recibieron alguna “remuneración especial” por maquillar resultados para provecho de algunos. Es más fácil memorizar datos inservibles que analizar un fenómeno y de paso te hace ver “inteligente”, ¿no?

El ámbito científico como todo en éste Mundo está a reventar de mierda. Aún no acabo la carrera y ya me he percatado de toda esa falta de escrúpulos, todas las corruptelas y conflictos de intereses que brotan sin parar como hierba mala. Artículos falsos, resultados retocados, hombres y mujeres “de ciencia” peleando como primates por una miserable plaza; hipocresía, dinero, mentiras y más putas mentiras. Todo mientras los emprendedores alumnos fantasean y defienden a la ciencia a capa y espada como esa verdad absoluta. Pero eso sí, copiando párrafos enteros de Wikipedia para sus mediocres trabajos de investigación.

En realidad la ciencia en esencia –ay güey, hasta rimó– no me molesta. En realidad no tiene culpa alguna. La ciencia es tan sólo una herramienta inerte, un cuerpo de ideas sistematizado, algo imperfecto como todo aquello que proviene del ser humano que aunque pretende ser objetivo, tiene una subjetividad intrínseca e innegable. A fin de cuentas la ciencia no vaporizó a cientos de miles de seres humanos en un suspiro, en esos primeros días de Agosto del ‘45. Es el ser humano quien le da dirección y decide en qué y para qué emplearla.

Está de más decir que gracias a ella estoy escribiendo aquí y ahora, no fallecí por una enfermedad infecciosa a los 16, puedo ver pornografía ilimitada y gracias a ella puedo escuchar a Raw Power en mi tornamesa haciendo que mi alma cante de alegría. Pero la ciencia avanza tan torpemente que quizá ha provocado más desgracias que milagros y probablemente ha dedicado más tiempo y recursos a corregir sus propios errores.

No sé cómo concluir, tal vez simplemente diciendo que creer ciegamente en la ciencia está tan de la verga como creer ciegamente en un ancestral judío inmortal con poderes sobrehumanos.

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