viernes. 19.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

DUERMO SOLA

Divagar

Giselle Ruiz

Ayer por la noche fui a una librería buscando un regalo. Al llegar entendí que regalo y obsequio tienen significados diferentes. Regalo se refiere a aquello que das sin esperar algo a cambio, como muestra de afecto o gratitud, mientras que obsequio es netamente un regalo de cumpleaños. Vaya, nunca es tarde para aprender algo.

Seguí con mi recorrido hacía el área de filosofía. Tenía en mente alguno de los seminarios de Lacan para obsequiarle a mi jefe. Vagué por toda la zona, recibí asesoría de un chico con sonrisa de mazorca y ojos brillantes, me indicó los estantes donde encontraría lo que buscaba, y el resto fue pasar de un pensamiento a otro.

“En este resumen se muestran los textos que Lacan dejo escondidos en un baúl con advertencias en los márgenes…” bla bla bla. “Heidegger sostiene en este libro que el individuo está en peligro de ser sumergido en el mundo de los objetos, la rutina diaria, y en el convencional y superficial comportamiento de la multitud”. Aburrido, eso debimos considerarlo antes de terminar edificando nuestras vidas dentro de los celulares y las redes sociales. Comenzaba a sentirme atorada en un espacio de afirmaciones viejas que no me ayudarían en mi tarea de lucirme como una conocedora promedio del tema.

Me senté en el piso y con la vista por lo más bajo del mueble me topé con un libro tan delgado que parecía más bien un folleto. No vi el nombre del autor ni el título pero mis ojos se fueron de lleno a una frase que tenía en la contraportada: “Si el sol se apagara en este instante aún te quedarían 8 minutos y 19 segundos para leer este libro”. ¡Vaya genio! Justo lo que estaba buscando.

Esas 20 palabras son el preludio de una entrevista realizada por Claude Bonnefoy a Michel Foucault, un filósofo que intentó mostrar que las ideas básicas que la gente considera verdades inquebrantables sobre la naturaleza humana y la sociedad, cambian a lo largo de la historia. Lo cual yo resumo en el término “la impermanencia de las cosas”. Sí, había encontrado el obsequio perfecto y un boleto de primera clase al insomnio.

No sólo era Foucault, Heidegger o Lacan; era esa frase pateándome las sinapsis en medio de la noche. “Si el sol se apagara en este instante aún te quedarían 8 minutos y 19 segundos para leer este libro”. Pensaba profundamente que si se apagara el sol yo tardaría unos dos minutos o más en darme cuenta; permitiéndome un margen de error, me quedarían cinco minutos para hacer todo lo que siempre quise hacer en medio de luz natural.

Podría no ser grave para todos aquellos que viven de la energía eléctrica. El ser humano podría intentar sobrevivir en refugios nucleares o geotérmicos; sin embargo tendríamos que decirle adiós a la fotosíntesis, au revoir a la fuerza de gravedad.

Ya recuerdan que mi condición fatalista deriva de la toma de mis medicamentos pero, ¿alguna vez hemos sido conscientes de todos aquellos elementos naturales que mantienen nuestra existencia? ¿La filosofía aún podría ser un detonante para el pensamiento colectivo? las dudas nos pueden enseñar a “vivir en la condición de quien se dirige a ninguna parte”.

¿Voy a ninguna parte con esta columna? No lo creo. Hilar pensamientos que no tienen relación es una de las formas más poderosas de creación; el saltar de una idea a otra puede marcar un cambio en la forma de apreciar la realidad y, sobre todo, de proponer mejoras en nuestra forma de vida.

Si el sol se apaga y me quedan menos de 10 minutos con luz natural, seguiría pensando, manteniendo encendida mi memoria.

[Ir a la portada de Tachas 147]