viernes. 19.04.2024
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DICCIONARIO BIOGRÁFICO DEL FRACASO LITERARIO

J. D. ‘JACK’ FFRENCH

C.D. Rose (Traducción de José Luis Justes Amador)

J. D. ‘JACK’ FFRENCH

Aunque el “método” de Stanislavski y de Strasberg es bien conocido en el mundo teatral, J. D. ‘Jack Ffrench fue, quizá, el primer hombre que intentó la escritura según el “método”. Evitando el tímido camino de la investigación de segunda mano, Ffrench intentó crear la verosimilitud viviendo plenamente las historias que escribía. Su proyecto era intrigante pero quizá no el mejor para alguien que se dedicaba a la novela negra.

J. D. ‘Jack’ Ffrench apareció por primera vez públicamente a finales de loa década de los cincuenta como reportero de nota roja del North British Daily Advertiser, en el que trabajó en los famosos casos de los asesinatos de la bolsa blanca, el asesino de la tienda de papas y el escándalo del falso mayordomo antes de, inspirado sin duda por tan intrincados y macabros eventos, dirigirse a Londres y decidirse a escribir solamente ficción. Fue quizá el fracaso de su primera novela, Murderer’s Wink, una novela al estilo de la edad de oro que involucraba bolsas, propietarios de tiendas de papas y dudosos miembros de la servidumbre, lo que le inspiró a comenzar a usar el “método”. No le costó demasiado tiempo involucrarse en un trabajo que otros escritores desprecian: Ffrench ahora iba a habitar su narrativa por completo y desdibujar los límites entre reportaje y ficción.

Debido a esas circunstancias, el recuento de la carrera de Ffrench no se basa en las habituales fuentes de investigación del DBFL sino en los más fiables archivos públicos de la policía metropolitana.

En el Londres de los sesenta, Ffrench encontró su oficio. Frecuentó el bar Esmeralda, el cabaret Murray y el club Astor, conoció a los Kray (un informe sugiere que incluso pudo haber tenido una aventura con Ronnie) y trabajó como agente de bienes raíces para Peter Rachman. Compartió noches de alcohol con Christine Keller y durmió con la madre de Stewart Home. Conoció al falsificador Eric Quayne. Ni siquiera el hecho de que ‘Mad’ Frankie Fraser clavara una de sus manos a una mesa le apartó de su propósito.

Como en el caso de otros muchos artistas, el rastro de Ffrench se pierde en los setenta pero hay rumores que indican que partes de su cuerpo están todavía almacenadas en las bodegas del Blind Beggar, aunque los archivos de la CIA indican la presencia de un tal ‘Ffrench Jack’ prestándose como intermediario entre la mafia siciliana y la newyorkina. El poeta y performancero italiano Fausto Squattrinato también dice que lo conoció en esa época, pero esta evidencia no parece muy fiable.

En ese punto, y todavía con una novela por publicarse, parece razonable especular que la carrera criminal de Ffrench se había convertido en algo más importante que su escritura. La vida de un traficante de armas o de drogas es, de hecho, mejor remunerada que la del escritor, aunque también más arriesgada.

Es bastante desalentador que nunca haya emergido un recuento de su trabajo con la Cosa Nostra, por más que las organizaciones del crimen del sur de Italia siempre se han sentido elogiadas por el encanto de la ficción (aunque bastante menos por el del periodismo: quizá eso explique  dicha ausencia o la falta de publicaciones de Ffrench).

Su fin era inevitable aunque nunca se ha encontrado su cuerpo. Si Ffrench está alimentando verduras en un campo de New Jersey o sirviendo de alimento a los peces en algún lugar del Mediterráneo o esperando a ser dragado en algún canal fangoso de Londres, lo que nunca leeremos es la novela que escribió.

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