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Fats Waller y la Vieja Ola

Javier Morales i García

Fats Waller y la Vieja Ola

Nacido en el seno de una familia pobre, religiosa y numerosa, con un padre predicador evangélico y una madre intérprete de piano; criado entre cánticos, himnos religiosos, la lectura de la Biblia y lecciones de piano. Ése es Fats Waller. A pesar de los continuados intentos de su padre de alejarle del mundo del Jazz y de todo lo que significaba, a los 15 años ya estaba aporreando el piano en un cine de Harlem, musicalizando las películas que ya le fascinaban en la pantalla grande. Poco tiempo después ganó un concurso para jóvenes pianistas que le daba la oportunidad de conocer a uno de sus ídolos: James P. Johnson, considerado el principal representante de Harlem Stride Piano, y que le ofreció no solo su amistad: también le protegió y lo considero un discípulo adelantado. Casado con apenas dieciocho años, ya sabía a esa edad todos los secretos del piano y obtuvo un contrato en el Leroy's, uno de los mejores clubes de Harlem. En 1924 entró por primera vez en los estudios de grabación para unas tomas sólo con el piano. En esas sesiones ya graba lo que estaba siendo su primer gran éxito en los tugurios del barrio: “Squeeze Me.” A partir de la recepción que obtuvo, su reputación como inagotable, fecundo y magnifico compositor creció hasta ser una de las figuras más brillantes del panorama musical de Harlem. En la segunda mitad de los años veinte, su actividad musical fue todavía más intensa, primero en Chicago, donde tocó con la orquesta del genial Erskine Tate. Ya en 1927 escribió toda la música para la revista musical llamada Keep Shuffling, donde actuaba a dúo con su héroe, James P. Johnson; ambos iban compartiendo los trucos y contagiándose los estilos. Los organizadores de aquel espectáculo, dado el rotundo éxito, le encargaron la música de otro show, Hot Chocolates, en el que participaría también el gran Louis Armstrong. Dos de aquellas composiciones estaban destinadas a convertirse en clásicos del Jazz: “Black and Blue” y una de las melodías favoritas de La Vieja Ola: “Ain't Misbehavin´”. Con la llegada de la Depresión del ‘29, Fats Waller se marchó a París en compañía de su amigo, el compositor Spencer Williams, para intentar mejorar sus ingresos, pero tuvo que pedir dinero prestado para poder pagar su regreso a Nueva York. Las cosas cambiaron casi milagrosamente a su vuelta, dado que le fue ofrecida la realización de una serie de programas de radio de cobertura nacional para la emisora WLW, bajo el título de Club del Ritmo de Fats Waller. Aquello fue el comienzo de su más afortunado periodo. Las grabaciones de discos, las actuaciones y los conciertos se sucedieron continuamente bajo el nombre de Fats Waller And His Rhythm, generalmente un quinteto, que entre 1934 y 1943 grabó más de cuatrocientos temas: una fertilidad musical absolutamente maravillosa y única en el mundo del jazz. Durante esos extraordinarios años, Waller tocó en salas de concierto, en pequeños locales y también en espectáculos de variedades, como miembro de las orquestas de Don Donaldson o Charlie Turner, o rodeado de sus músicos preferidos, el saxofonista Gene Sedric, el trompetista Herman Autrey y el guitarrista Al Casey... El éxito lo condujo también a Hollywood, donde participó en varias películas, y en 1938 y 1939 a Europa, concretamente a Inglaterra y Escandinavia. En Londres, Fats Waller grabó una famosísima serie de espirituales al órgano para el sello His Master’s Voice y compuso, en apenas unos días de pasión desenfrenada, la Suite London que consta de 6 movimientos dedicados a diferentes barrios de la capital británica. Todo un homenaje. En 1943 llegó el momento de volver a Hollywood para participar ya en una película mítica: Stormy Weather, dirigida por Andrew Stone para la 20th Century Fox. En ella, Fats interpreta tres de las canciones que todo el mundo cantaba y bailaba: "That Ain't Right", "Moppin’ and Boppin’" y su éxito "Aint Misbehavin’.” La película gira en torno a los problemas de la relación que vive un bailarín negro, Bill Robinson, con su esposa, una cantante del mismo color, Lena Horne, y a la reconciliación final de ambos, propiciada por el sentimiento amoroso que continua uniéndoles a pesar de los artificios de la fama. Andrew L. Stone, un cineasta que dirigía codo a codo con su mujer, Virginia Stone, rinde ahí tributo a los artistas de raza negra del mundo del espectáculo, un extraño homenaje que abarca desde 1911 hasta 1936 e incluye nada más y nada menos que ¡catorce números musicales! Entre las figuras y piezas interpretadas por cada una de ellas están la inolvidable Lena Horne y el "Stormy Weather", también cantando a dúo con Bill Robinson y por éste en solitario. Pero también está Mae Johnson cantando "I Lost My Sugar In Salt Lake City", y la orquesta de Cab Calloway haciendo de las suyas con "Rang Tang" y el "Rhythm Cocktail", así como los Nicholas Brothers y su "Jumpin’ Jive" y Babe Wallace y The Tramp Band con "Dat,Dot,Dah"... La escena de Lena Horne cantando acompañada por los bailarines de Katharine Dunham y una espléndida coreografía de Clarence Robinson sigue emocionando como el primer día, y con todo lo pasado después. También están presentes en el film nombres como Ada Brown, Dooley Wilson, Ernest Whitman, The Shandracks y Slam Stewart. ¡Y qué decir de los grandes músicos compañeros de Fats Waller en tantas ocasiones, como Zutty Singleton y Benny Carter! Su papel fue un éxito y con el público metido en el bolsillo se disponía a pasar las navidades de ese año en su casa, pero tras un penoso viaje en tren al que se le estropeó la calefacción, una pulmonía acabó con su vida mientras dormía. Tenía tan solo 39 años, y había dejado escritas y grabadas más de quinientas composiciones. Crónicas del Mundo Moderno y sus habitantes… La herencia musical de Fats Waller es enorme. Compuso cientos de canciones, grabó innumerables discos, divirtió a millones de personas, introdujo el órgano en el jazz y, como pianista, logró conciliar factores tan opuestos como su toque musculoso y viril, su ritmo implacable y sus frases perfectamente definidas; hay lugar también para la ternura, el sentimiento, la gracia y la delicadeza: todo en segundos y con un estilo único. Su influencia sobre otros pianistas es notable y muchas generaciones posteriores se basaron en su música para hacer jazz. Entre ellos Count Basie, Art Tatum, Mary Lou Williams, Joe Sullivan o Erroll Garner. Nada más. NADA MÁS. Nada más. Ay. América lo presentó siempre como un bufón y es cierto que tras esa mímica sarcástica, tras su gestualidad cómica y alma de clown, había un artista de extraordinario talento y un ser humano con ganas de vivir y de divertirse, y que te las contagiaba... Te contagiaba ese hedonismo y optimismo a partes iguales y siempre con un espacio para el blues como signo de los tiempos. Es, por eso, uno de los personajes favoritos de La Vieja Ola, especie de Cronista de los Sentimientos Humanos que nos dejó el consejo perfecto: nunca dejes que los malos momentos duren demasiado, canturrea alguna canción y todo mejorará.

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Javier Morales i García (Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en ecos-de-sociedad.blogspot.com.es. Es obseso de la música y el cine.

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