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Marrakech Salón, diversidad y tolerancia en la vida nocturna gay

Eduardo Celaya Díaz

Marrakech Salón, diversidad y tolerancia en la vida nocturna gay

 

El presente es un trabajo etnográfico de un bar gay, el Marrakech Salón, ubicado en una de las zonas culturales de la ciudad de México: el Centro Histórico. En este lugar hay una total apertura a los clientes, sin restricción de clases sociales, orígenes, preferencias musicales ni código de vestimenta.

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La práctica de campo se realizó a lo largo de poco más de un mes, con visitas al Marrakech Salón, de jueves a sábado, de las semanas del 30 de octubre al 29 de noviembre de 2014. En estas visitas se realizaron fotografías, se observó el lugar y las prácticas más comunes, y las personas que más frecuentemente visitaban el lugar. Además se realizaron entrevistas a diferentes clientes, siendo elegidos cinco interlocutores nombrados a lo largo del trabajo por sus nombres de Internet, no tanto por proteger su anonimato, asunto que no les afecta, sino porque este nombre los identifica mucho más que el que portan en su acta de nacimiento. Estos entrevistados son Jorge G. Muñoz, Aleggs Valdez, Cash Alonso, Alesuk Cabello y Omar Cortés. Éste es un primer acercamiento a un tema de investigación que tiene mucho potencial para ampliar nuestro conocimiento sobre la realidad mexicana contemporánea.

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Cerca de la estación del metro Bellas Artes, a dos cuadras del Eje Central, la calle República de Cuba se percibe como un corredor gay en el Centro de la Ciudad de México. Sin embargo, apenas avanzando un poco por la calle se encuentra un local que, en la noche oscura y fría, destaca por dos razones: la cantidad de gente que está en sus alrededores, ya sea en puestos de tacos o de hot dogs, y por la estridente fachada color verde limón y la marquesina tipo cine antiguo que da la bienvenida al visitante. La primera impresión de este investigador fue hace algunos años, al conocer este lugar, y fue parecida a la de aquellos a quienes llevé para hacer este trabajo. La mirada se pierde entre los estímulos visuales, la ondeante bandera de seis colores que representa a la comunidad LGBT, los atuendos de los asistentes, las pelucas de los travestis y los focos encendidos que se sitúan justo sobre la puerta roja que da entrada al lugar.

Lo que se respira primero es la sorpresa. Un lugar así no se espera ver en el centro de la ciudad, al menos no de forma tan abierta. Para acceder a este bar gay no hay más que esquivar unas cuantas personas, un carrito de hot dogs y una señora que vende dulces y cigarros sueltos. En ocasiones hay una breve fila para entrar; a veces sólo basta colocarse frente a dos porteros que hacen una revisión de bolsas y mochilas, para después dar la bienvenida al lugar. Es curioso que la entrada sea de este tipo, pues es una primera impresión al visitante de completa aceptación. No existe un código de vestimenta, ni revisión exhaustiva, no hay pago de cover o cadeneros.

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El Marrakech Salón es un espacio de alrededor de 40 m2, en el que destaca una barra al costado, y un tapanco al fondo, donde hay colocada una serie de bocinas y a donde ciertas personas gustan de subir para bailar, ver y ser vistos. La iluminación es pobre, con una bola disco y elementos de luz neón. En las paredes se exhiben fotografías de temática gay, como un retrato de cuerpo completo de un hombre vestido con colores rosa y azul frente a un resplandor dorado, llamado “Guadalupapi”, o una fotografía en blanco y negro de un hombre desnudo con el cuerpo cubierto de insultos al ser homosexual; la mirada del hombre ignora la culpa y las agresiones.

Una gran barra domina la mitad del costado izquierdo del lugar. Detrás de ella hay cuadros de estilo kitsch, luces neón y un gran candelabro. En ocasiones el DJ del lugar se ubica tras esta barra, rodeado de bartenders, personas bailando sobre la misma barra y la caja del lugar. Al lado derecho, frente a la barra, se encuentra una escalera y un pequeño barandal donde, en otras ocasiones, se coloca el DJ, dependiendo de quién amenice la fiesta. A su lado, en la gran pared de la derecha, se proyectan películas durante toda la noche. El repertorio es muy variado: desde clásicos del Santo, pasando por El Gran Dictador, Fiebre de Sábado por la Noche, e incluso se pueden ver joyas del cine de culto como Jesucristo: cazador de vampiros. Destaca la imagen verdosa de la proyección por el uso de un cable defectuoso en la conexión del proyector. Un detalle más del ambiente alternativo del lugar. En una de las paredes se puede observar el cofre de un viejo Volkswagen con una gran abolladura y la palabra “putazo” pintada en vivos colores amarillo y rojo. Esta pieza es una de las más gustadas del lugar. Cruzando el salón se llega a los baños, que generalmente están llenos y con una fila de cinco a seis personas esperando entrar, la mayoría son varones. Junto a la entrada a los baños hay una escalera metálica en color negro que lleva al tapanco y al guardarropa, donde un amable empleado del lugar recibe las prendas de los visitantes, desde mochilas, chamarras, suéteres o playeras. Las junta y cobra por una sola prenda, entrega una nota de remisión con la cantidad de veinte pesos, acomoda los objetos y vuelve a salir para asomarse al balcón.

Navegar por el Marrakech Salón es toda una aventura; la cantidad de gente que visita el lugar hace de esta travesía un viaje de mínimo 10 minutos. Existen pocas zonas donde la gente puede recargarse o dejar sus pertenencias en el suelo. Hay un constante movimiento de gente. Dependiendo de quién sea el DJ de la noche se escucharán canciones de uno u otro grupo musical, pero las constantes del lugar son siempre reconocibles. Entre el repertorio se puede escuchar a Madonna, Britney Spears, Molotov, Selena, Jeans, música electrónica, Caifanes, La Casa Azul, Paquita la del Barrio, Laura León, Chemical Brothers, Shakira y un largo etcétera. No existe una tendencia general de la música, lo que denota el tipo de público que espera atraer este lugar.

Celaya, Eduardo - Marrakech 04Todo cabe en el Marrakech y para demostrar esto basta leer algunas críticas que ciertos medios han hecho del lugar: “queda claro que todos somos bienvenidos; las etiquetas y la orientación sexual no tienen la menor importancia.”[1] La iluminación es otro factor que sorprende al visitante, ya que nunca es de tal intensidad que permita ver todo detalle, pero tampoco es tan baja que se vuelva incómodo o impida el movimiento. En ocasiones, ya sea durante una canción que sea celebrada con gritos y exclamaciones del público, o durante los shows de cada noche, las luces se apagan del todo, destacando sólo el candelabro de la barra en plena potencia, dando vueltas al ser empujada por uno de los bartenders, proyectando sombras y provocando más emoción de los clientes. El ambiente es definido por Cash Alonso como “alocado, desinhibido, hardcore, sexual, prendido”,[2] mientras que Omar Cortés dice que lo que le atrae es “lo ecléctico del lugar”.[3]

Marrakech Salón destaca por la amplia variedad de personas que lo visitan: “desde fresas hasta chacales, pasando por hipsters, oficinistas y alternativos”.[4] Dice Aleggs Valdez que en Marrakech Salón “te puedes encontrar desde el mirrey que no sale de algún antro de Polanco hasta los clásicos chacales”.[5] Algo que contribuye a este tipo de clientes es una variedad de factores: la cercanía a los medios de transporte populares, el fácil acceso ya sea a pie o en automóvil, la ausencia de cadeneros o pago de cover, la aceptación de cualquier tipo de vestimenta, la variedad en la música que se escucha, los precios (ni tan bajos ni tan altos) de las bebidas y la gran oferta de ellas, además de un ambiente general de tolerancia. Como menciona quien fuera DJ durante años en Marrakech Salón, Pável Gaona: “Si vas a venir, favor de dejar la pose afuera. Aquí venimos a pasarlo chingón con un toque retro arrabalero donde los placeres culpables no existen.”[6] Asistí al lugar a lo largo de esta investigación tanto solo como acompañado por una o más personas. Procuré que las personas que me acompañaran no conocieran previamente el lugar, para obtener sus impresiones, y también fui cuidadoso en hacerme acompañar por personas de diversos gustos y grupos sociales. Lo que pude observar con estas personas es que la primera impresión es siempre de sorpresa, en ocasiones con desagrado y otras con curiosidad. La constante es la actitud que se adopta en su interior, ya que una vez pasados de cinco a diez minutos, rodeados por el ambiente de fiesta y desinhibición que se vive adentro, logran relajarse, tomar un par de bebidas y bailar. Al salir, las actitudes varían, la mayoría dijeron que deseaban volver.

La constante del visitante es sentirse en un lugar propio, en el que las identidades se mezclan y se entrelazan. Dice Jorge G. Muñoz que el lugar: “nunca pretendió ser el club de los mismos, apostó por abrirse a más círculos que lo enriquecieran”,[7] y señala Alesuk Cabello que la pertenencia al lugar “puede ser identificación en el ambiente de "amig@s" que se crea aunque no conozcas a la mayoría de las personas que está ahí.”[8] Marrakech Salón se presenta como una alternativa dentro de la vida nocturna de la capital, específicamente en el ambiente lésbico gay. Sobre esto dice Jorge G. Muñoz: “no creo que “El Marra”, como hoy lo llamamos, haya pretendido y sea un sitio sui generis, pero sí considero en cambio que fue concebido para ser un espacio para los que no encontrábamos cabida en Zona Rosa o habíamos salido de las rondas noctámbulas de la colonia Roma o Condesa”.[9]

La total apertura del lugar se hace palpable en dos de sus letreros. Uno, discreto, colocado en una de las paredes del lugar reza: “AVISO IMPORTANTE. En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o socioeconómica ni por otro motivo”. En contraste con éste, justo sobre la puerta al momento de salir se puede observar el anuncio más famoso de este bar, que dice amablemente a sus clientes: “Gracias por su preferencia sexual”. Contrasta del anterior en su vivo color rojo con letras en saturado color cyan y gran tamaño.

Una de las principales características del Marrakech Salón es que ninguna noche es igual a otra. La peculiaridad de su ambiente, sus visitantes, y la permisividad que gozan sus empleados para elegir música, convivir con los clientes o cambiar la rutina, hacen que las sorpresas sean parte de cada jornada de fiesta.

Las ciudades presentan siempre una variedad multicolor de realidades, de concepciones de la vida y de dimensiones de un mismo aspecto. La Ciudad de México presenta una amalgama de posturas frente a los acontecimientos cotidianos. El ambiente nocturno en esta ciudad es un crisol de manifestaciones culturales rico en potencial antropológico y sociológico, y si nos enfocamos a algo más específico, al ambiente nocturno gay, es un nivel más para poder hacer este tipo de investigación. El trabajo de campo dejó ver el amplio potencial que este tema tiene para la investigación social contemporánea. Un mes es evidentemente poco tiempo para hacer una investigación a profundidad, que es por lo mismo que en este trabajo se ha dado un primer acercamiento al tema por medio de la práctica de campo, la entrevista y la etnografía.

El tema que guió esta práctica de campo fue el sentido de identificación y pertenencia que se puede buscar en un lugar como un bar. Retomando a Van Djik: “la identidad de grupo […] puede definirse en términos de las prácticas sociales características de los miembros de un grupo, incluyendo acciones colectivas”.[10] Habrá qué plantear una serie de preguntas sin responder en este primer tratamiento, por ejemplo: ¿Qué elementos se pueden encontrar en la vida nocturna que manifiestan identidad? ¿La clasificación en tribus urbanas es real en la vida cotidiana? ¿Cómo un lugar de entretenimiento puede representar un lugar de pertenencia? Estas y otras preguntas habrán de ser contestadas, ya sea en el caso del bar gay Marrakech Salón o de otros centros de concentración social, para poder conocer la realidad de la vida cotidiana en las ciudades modernas. Por el momento es de destacar que para realizar esta investigación se contó con un fuerte apoyo por parte de los clientes y empleados del Marrakech Salón, que respondieron amablemente mis preguntas y contribuyeron a entender y analizar algunos puntos expuestos en este primer tratamiento del tema.

Este tema es mucho más amplio y será conveniente que los investigadores se acerquen a estas realidades cotidianas, fuente de importante información sobre rituales, procesos y roles sociales para comprender mejor nuestra vida contemporánea.

 

 

Presentado en el III Seminario Internacional Género y Globalización

Cuerpos y violencias: Identidades en transición.

 

[1] América Gutiérrez, “La historia del Marrakech Salón” en Chilango, consultado el día 03 de diciembre de 2014 en http://www.chilango.com/antros-bares/nota/2013/02/19/marrakech-salon

[2] Cash Alonso, entrevista realizada el día 18 de noviembre de 2014, México DF.                

[3] Omar Cortés, entrevista realizada el día 20 de noviembre de 2014, México DF.

 

[4] “El Marrakech Salón: Gracias por su preferencia sexual…” en MXDF, consultado el día 03 de diciembre de 2014 en http://www.mx-df.net/2011/06/el-marrakech-salon-gracias-por-su-preferencia-sexual/

[5] Aleggs Valdez, entrevista realizada el 20 de noviembre de 2014, México DF.

[6] “Marrakech Salón” en FourSquare, consultado el día 03 de diciembre de 2014 en https://es.foursquare.com/v/marrakech-sal%C3%B3n/4c270ff6136d20a1db72e661

[7] Jorge G. Muñoz, entrevista realizada el día 19 de noviembre de 2014, México DF.

[8] Alesuk Cabello, entrevista realizada el día 30 de noviembre de 2014, México DF.

[9] Jorge G. Muñoz, Op. Cit.

[10] Teun A. van Dijk, Ideología. Una aproximación multidisciplinaria, Barcelona, Gedisa, 1998, p. 158, citado en Paola Suárez Ávila, “Arte y cultura en la frontera. Consideraciones teóricas sobre procesos culturales recientes en Tijuana” en Anuario de Historia, vol. 1, 2007, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, pp. 41-42.

 

 

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