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Asterión, el cómic (9)

José Luis Pescador

Asterión, el cómic (9)

Asterión decide salir. O tal vez ya lo ha hecho antes, y ésta es una de sus incursiones al exterior. La información que el lector-voyeur recibe es visual, no es necesario dar más informacion que ésa, porque sería redundante, un texto en caja, una voz en off expresando "y entonces Asterion, cansado de su exilio en el laberinto, decide salir una vez más a recorrer la ciudad". Redundante, como digo. Y en comic, como en literatura, redundar es peligroso, pero sobre todo, innecesario.

La primera viñeta, además, contiene información de lugar, de tiempo, de espacio. Nos ubica en el contexto, después del punto y aparte que significó la página anterior; por eso es una toma general, una toma abierta, la cámara capta un aspecto del espectro urbano. --¿Esa calle se parece a una que hay en León?

–¿Cuál León?

–El de Guanajuato, ese León.

–Oh, es posible. Quién sabe. Podria ser otra ciudad, podría ser Atenas o Kabul, o Bogotá, o alguna calle cualquiera de Lima. O la CDMX.

El laberinto que recorre Asterión tiene ramificaciones y rutas inesperadas, y nos han advertido acerca de su extensión bien podría estar conectado con los misteriosos túneles usados por sinarquistas y cristeros durante el siglo pasado.

Oquei, digamos que se trata de una calle de León. Cualquiera que viva ahí o haya estado ahí, sabe que el clima es semidesértico prácticamente cualquier dia del año -Y no estamos hablando aquí de la miserable deforestación del bajío, por cortesía de la minería primero y de las políticas irresponsables después, que cortan árboles nativos sin ton ni son y luego plantan miles de eucaliptos (australianos) en las zonas pobres, y palmeras (tropicales) pa las zonas burguesas, y que han hecho de la ciudad una caliente plancha de cemento irrespirable e incaminable, asfixiante y con problemas de agua para el futuro, ya que las especies nativas (huizaches, mezquites, suculentas, etc.), al ser endógenas, mantienen el delicado equilibrio necesario para la vida de un ecosistema.

Alguien que camina cubierto de una gran chamarra debería ser inmediatamente notado por la población o al menos por algún individuo –¿individua?- observador(a).

No así nuestro Asterión. Él camina, como Rafael, el de las tortugas ninja, por las calles, con su gabardina. En NY nadie nota al Rafael ese. Así aquí, tampoco nadie nota a nuestro Asterión con su chamarrón.

Excepto por ese niño –¡claro, un niño!- lo nota y lo saluda sin prejuicios.

Lo que sigue es la histeria. Close up de la boca de la madre del chiquillo gritando.

Fin del comunicado.

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