jueves. 18.04.2024
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La cultura se come, de Bruno Arpaia y Pietro Greco

Jaime Panqueva 

La cultura se come, de Bruno Arpaia y Pietro Greco

El domingo pasado leí un artículo del escritor español Javier Cercas donde criticaba a España y a sus autoridades culturales por su miopía y mezquindad. No somos pobres, somos estúpidos, sostenía, al comparar el poquísimo aprovechamiento que se hace este año del 400 aniversario de la muerte de Cervantes, con la difusión que ha recibido Shakespeare por los angloparlantes. De igual forma, comentaba sobre la paupérrima imaginación para detonar proyectos culturales de impacto global: “si nuestros políticos fueran conscientes de que no existe en España una riqueza comparable a la de su lengua, no dotarían al Instituto Cervantes, por ejemplo, de un presupuesto irrisorio, no se lo hubiesen recortado a la mitad en la última legislatura, no intentarían hacer de él una mera academia de idiomas.”

Esa misma miseria de la imaginación y de miras puede aplicarse no sólo en España si no también en nuestro país. Ejemplos sobran, y para no ir demasiado lejos en el tiempo y el espacio, podemos hablar del FENAL de León: Un proyecto sin alma que no sabe (o no quiere) aprovechar los recursos de que está dotado. Pero eso es otro tema a extenderse en otro texto.

El artículo también menciona un libro escrito por los italianos Bruno Arpaia y Pietro Greco, titulado: ¡La cultura se come! (La cultura si mangia!) (Guanda, 2013). Fue publicado como respuesta muy inteligente a los comentarios del ministro de finanzas de Berlusconi, Giulio Tremonti, que afirmaba exactamente lo contrario para justificar los recortes a la inversión estatal en este ramo.

Soy muy necio y me puse a la búsqueda de alguna traducción al español. Al no encontrar ninguna, debí recurrir al internet para poder leerlo (ahimè) en su idioma original. De allí viene esta recomendación por partida triple. Por una parte, los lectores que deseen aventurarse a leer en italiano encontrarán un ensayo bien documentado sobre el papel fundamental de la cultura en la sociedad del conocimiento, con algunos ejemplos sobre cambios de paradigmas impulsados desde el ámbito cultural en Europa y países considerados del tercer mundo. Por otra, los editores mexicanos tienen una oportunidad para traducir este texto, que nos permitirá también vernos reflejados en el caso italiano. La tercera es para los ensayistas e intelectuales de la cultura, pues el análisis estadístico y estructural que realizan estos dos escritores podría realizarse para México y/o América Latina, incorporando sus peculiaridades.  

Cierro estas líneas con la cita también del artículo de Cercas para reflexionar sobre sobre nuestra condición cultural (FENAL incluida): “Ser pobre porque no se dispone de recursos es una forma de la desgracia; ser pobre porque no se sabe o se quiere explotar los recursos de los que se dispone es una forma de la estupidez.”

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