Es lo Cotidiano

De las divagaciones

Andrés Baldíos

De las divagaciones

Nuevamente retomando la ridícula idea, el tan despectivo chiste (o menos que eso, un estorboso eslogan) que dice que “ya todo está dicho”, podemos acarrearnos hacia un diminuto pensamiento que bien podría transformarse en una pequeña teoría fantástica. Más que una teoría resulta un pensamiento originario, no tanto de una inquietud, sino de un divague determinado a pasar el rato, cuando esto ya es tema de infinitos, de historicidades, de otros contextos, de otras personas.

Probablemente se trate de una verdad a grandes proporciones y con un sinnúmero de posibilidades… dentro de algún apunte que jamás verá la dilatación de otros ojos más allá de quienes la vieron concebirse.

Mi divagación sugiere lo siguiente:

Probablemente, todos los textos extintos de la Biblioteca de Alejandría y los restantes de todos los rincones más y menos prescindibles, desapercibidos o predecibles, están saliendo a la luz todos los días desde la época de sus pérdidas. Los textos destruidos de todas las épocas anteriores retornan con nuevas formas, descripciones y conceptos, e incluso con diferentes grados de entusiasmo. Algunos renacen por accidente, otros simplemente van ocurriendo, otros son planeados en totalidad y otros simplemente no serán concebidos jamás (hablar en demasía podría ser considerado “irresponsable” dentro de la gama de excesos humanos, y esto lo sabemos de sobra; ningún hombre podría leerlo todo aunque quisiese, pero sí podría crearlo todo ante lo que sea que pudiera tratar.) Nadie sobre la faz de nuestra imaginación es capaz de leerlo todo, pero sí podría, como parte del gran conjunto, participar en la continuidad del brote de ideas. Ideas a palabras, palabras a grandes obras, y de grandes obras, a objetos que marcan la vida sensible de quienes lo descubran. Porque toda la humanidad es capaz —somos capaces— de llegar al límite de nuestros temas, pero no al de nuestra individualidad. Ni aun cruzándola con todos los nuevos nacimientos habremos de cruzar un solo borde anterior a sus demás bordes. Esto quiere decir que, sí, en efecto, ya se ha dicho demasiado, pero jamás lo suficiente. Y lo único que sucede es que esos textos sólo reencarnan a manera contemporánea. Pero no se ha dicho todo. Aquellos textos que posiblemente reencarnan podrían ser nada más que ideas extendidas o meramente contrastadas que poco a poco recobran y engrandecen su sentido al haber tenido la siguiente posibilidad: probablemente fueron destruidos porque no les correspondía, en ese entonces, ser execrados o aceptados por la humanidad y debían esperar durante siglos y siglos… y siglos para su constante resurgimiento. Se podría decir que en esos textos se encontraba la idea general para solucionar los problemas más profundos (espirituales, intelectuales y materiales) de la humanidad, pero era sólo una idea anotada o hasta varias ideas y puntos expandidos en incontables páginas que consistían en, quizá —no gratuitamente y sin la mínima intención de degradar las escritura del pasado— palabrerías que más tarde (siendo ese “más tarde” justo ahora) se refuerzan con todos los cambios que ha tenido el mundo durante su existencia y se enaltecen con nuevos significados; los adecuados, probablemente.

Pero yo qué sé, probablemente ya se dijo todo y simplemente estamos demasiado desesperados como para detenernos. Quizá esta torpe fantasía es la mayormente torpe tentativa de justificar una pérdida irreparable y darle motivos a un azar que nos supera en circunstancias. Pero, hasta donde muchos tenemos entendido, ésa es la autenticidad del lenguaje: intentar explicarnos el qué demonios con nuestro maldito destino. Dicho esto, jalo la palanca del retrete y sigo con mi propio azar.

*Andrés Baldíos es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque. 

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