sábado. 20.04.2024
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El krokodil mexicano

Carmina Warden

El krokodil mexicano

¿Recuerdas la droga krokodil? Apareció en las noticias hace casi tres años. Las imágenes de una mujer mostrando su antebrazo descarnado, con el hueso cúbito expuesto, acompañaban los artículos de prensa. Los titulares eran agresivos: «Krokodil trend of flesh-rotting drugs hits UK (GRAPHIC PICTURES)[1]», «Two sisters who are the first proof that Russian flesheating 'cannibal' drug Krokodil IS in the U.S.[2]»,  «El krokodil, la heroína de los pobres», «Krokodil, la droga que te despedaza en tres años». Estos ejemplos ilustran que los titulares coincidían: especulaban sobre la llegada de la peligrosísima nueva droga al país donde se escribiera la nota y/o mencionaban las propiedades comecarne de la nueva sustancia.

Pero, ¿existe una droga comecarne?

En rigor, no. Lo que destruye los brazos y piernas de los usuarios de krokodil no es la desomorfina, la sustancia activa, sino los subproductos derivados de un proceso químico deficiente, clandestino, y la infección adquirida tras múltiples pinchazos.

Sin embargo, la supuesta droga comecarne siguió acaparando largos segmentos de telediarios y, para finales del 2013, incluso los medios mexicanos se unieron a la paranoia colectiva antikrokodil.  Todo valía para ganar clics, como las noticias sobre el arribo de la nueva droga al país. Se aprovecharon de la profunda, profundísima ignorancia del mexicano clasemediero sobre su país y sus drogas. Es irónico que el lejano krokodil haya ganado tanta atención de la prensa mexicana, cuando tenemos la heroína negra en las dos fronteras. Me explicaré. El krokodil surgió en Rusia como una alternativa asequible a la heroína. No hay, por lo tanto, ninguna razón para que un usuario de opiáceos en México salga a buscar krokodil, si en las calles tiene the real deal, la heroína negra, a bajo precio.

Bueno, tengo que matizar. No es exactamente the real deal. En realidad, la heroína negra o  black tar apenas contiene un pequeño porcentaje de heroína (diacetilmorfina) y altos niveles de algunos derivados de la morfina, como la 6-MAM (6-monoacetilmorfina) y la 3-MAM (3-monoacetilmorfina), metabolitos de la heroína también con efectos psicoactivos. Se obtiene a partir de la morfina, utilizando el viejo proceso Wright-Beckett (que lleva los apellidos de los primeros en sintetizarla) con el que se consigue un producto crudo, sin refinar. Este procedimiento químico, al igual que el del krokodil, no requiere de un gran equipo de laboratorio y puede realizarse en laboratorios clandestinos.

La heroína negra o black tar es nuestro krokodil. Sus efectos irritantes y su relación con las infecciones de tejidos blandos (cuando es inyectada con asiduidad) se discute en los journals médicos desde 1943. Es altamente corrosiva: si en lugar de entrar al torrente sanguíneo la sustancia se queda en el tejido subcutáneo este quedará inflamado y listo para una ulterior colonización bacteriana, que a menudo aparece por una deficiente antisepsia al momento del pinchazo. La sustancia misma no es comecarne, pero ciertas bacterias sí lo son. En específico, la heroína negra se ha asociado con las bacterias Clostridium, agente causal del botulismo.

Dentro del grupo de las infecciones de tejidos blandos (piel, tejido subcutáneo y músculos) la más agresiva es la Fascitis Necrotizante (FN), una infección polimicrobiana que puede necrosar miembros en cuestión de horas. Es mutilante si no se detecta a tiempo. Es una lucha contra el reloj. Solo se resuelve en un quirófano, pues no hay antibioticoterapia suficiente para frenarla. Pero los médicos mexicanos no tenemos experiencia con usuarios de heroína con infecciones de tejidos blandos. En general, los médicos mexicanos que solo radicamos en nuestro país no tenemos casi experiencia con el abuso de opiáceos/opioides, ni con el uso intravenoso de drogas. Esto se debe a que el consumo de opiáceos/opioides en México es muy bajo, siempre lo ha sido. A pesar de ser el primer exportador de heroína a EEUU (primer consumidor de opiáceos a nivel mundial), el uso de heroína en suelo mexicano solo se concentra en las dos fronteras y, desde la década de los setenta, siempre se ha reportado como leve o recreacional. La mayoría de los adictos comienzan a usarla en EEUU y cuando llegan a México ya sufren una dependencia importante.

Dejando a un lado que en nuestro país sufrimos continuas olas de desinformación sobre drogas y que la política en dicha materia se ha concentrado en criminalizar al usuario y al narcotraficante casi por igual, también padecemos una profunda, profundísima ignorancia sobre prevención de daños para usuarios de drogas intravenosas. No hay, por ejemplo, programas de intercambio de jeringuillas usadas por estériles. Adquirir un microfiltro (para evitar el paso de partículas) para las jeringas es imposible si no se compran por internet. En México, ni siquiera los médicos somos conscientes del tremendo dolor por el que pasa un dependiente de opiáceos/opioides cuando suspende el uso y agoniza en su cama de hospital, pidiendo un analgésico. No somos conscientes de la altísima tolerancia que adquieren estos usuarios, de las cantidades que pueden tomar sin aliviar el síndrome de abstinencia. No somos conscientes tampoco de que, no solo un aumento en programas de reducción de daños combatiría el problema, un cambio en política de drogas lo erradicaría.

No somos conscientes de que el krokodil ruso y el krokodil mexicano son sólo dos de los muchos hijos secretos del prohibicionismo.

***

Carmina Warden Arriozola prefiere describirse con un verso de Rothenberg: «o let us never die plumed horn plumed plumed horn plumed horn / plumed horn to bury us & to be plumed & be plumed horn.»

 

[1] La moda de las drogas comecarne golpea el Reino Unido.

[2] Dos hermanas son la primera prueba de que la droga rusa comecarne Krokodil ha llegado a EEUU.