sábado. 20.04.2024
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DIARIO DE UNA MILLENIAL MUSICÓMANA Y NOSTÁLGICA

Resolver todo con música

Daniela Aguilar

Resolver todo con música

-¡Es que tú crees que todo se resuelve con música!

-Pues… sí.

Paper Rifles, Politics

Hace ya un año y medio más o menos que yo estaba sentada a poco de la media noche, frente a la computadora, meciéndome en una silla como una incontinente. Llegué a un sitio web Bandcamp de alguien o algo llamado Paper Rifles.

Paper Rifles: buen nombre.

Paper Rifles, Jon, orquesta de un solo hombre, maestro de secundaria, escocés, decidió un día colgarse una guitarra y grabar.

Pero en ese momento no importaba quién era o de dónde sacaba dinero para comer. Lo increíble era que, no sé bien cómo, pero Politics sonaba a algo más, a todo. Era al mismo tiempo irreflexiva y profunda; me invadieron un montón de sentimientos contradictorios (aunque bonitos); esta música te puede hacer dichoso o miserable más rápido de lo que un comprador compulsivo adquiere deudas con una tarjeta en mano. ¿Qué era esa sensación en el estómago, una mezcla algo añeja, agridulce, incesante…?

The Barricades Built, otra de sus canciones, me tomó por sorpresa, no avisó. Los ojos se me cristalizaron. Alguien poético diría que se tornaron vidriosos y nublaron mi visión, unas cuantas lágrimas no evitaron derramarse, no hubo remedio, por suerte. Luego mi padre pasó por detrás y yo suspiré aliviada cuando no preguntó si todo estaba en orden. ¿Qué hubiera respondido? Seguro algo como: pues no sé si en orden, pero mejor que nunca.

Mejor que nunca. Eso.
 

Los Flechazos, A toda velocidad

Durante un viaje en carretera terminé en otro vía Internet. En él me topé (o me toparon) con una pregunta: If you could go back to any era or year for the music what would it be?

Entre las respuestas más cercanas se encontraban el nacimiento del punk, Liverpool ‘63, París ‘68, Nueva York ’75... No lograba elegir algo. Es más, ante la idea de hacerlo entre tanto, no lo había ni pensado. Vivo en el presente, pienso en el pasado. Uno que ni viví ni me pertenece ni tendría por qué interesarme.

Los surcos de tierras rojizas aparecían en el paisaje, junto a algunas vacas y montones de carteles desahuciados. ¡Claro!

Si yo pudiera, guau, la verdad me habría encantado un concierto de Los Flechazos en sus años, en León (España.) Una vuelta a  esos días en los que (al menos en mi cabeza), sin otra cosa en mente, se tomaba el auto, unos cuantos billetes y quien quisiera unirse para salir a la carretera, adelante, a toda velocidad. Sin otro pendiente que conseguir alguien con quién bailar y ni eso. Me parece una etapa genial: a la mayoría se le ve, en fotos y videos, que no le pasaba por la mente en casi ningún momento el empleo o la universidad. Muchos tenían trabajos de medio tiempo y con los que no sentían otro deber más que el de recoger el cheque que derrocharían por completo en un par de días. ¿Dónde andaban los padres entonces? Cómo puedo saberlo, no es lo importante; allí estuvieron bien, dejaron, queriendo o no, que un montón de cosas sucedieran.

Ya no puedo ir a un concierto de Los Flechazos porque eso fue a finales de los 80 y ahora ellos ya no tocan. Ni salir a un viaje de esos porque no conduzco, mucho menos tengo auto y dudo poder conseguir algunos billetes fáciles sin un empleo, además de que por lo general, sé dónde están mis padres y viceversa. Pero sí puedo hacer de esos en los que en vez de regresar a León (mi León, el de Guanajuato) por la madrugada partimos a un lugar desconocido y de regreso (con audífonos) escuchar Small Faces en lo que es por completo un lazy sunday mientras dejamos atrás los múltiples sembradíos de agave azul.

The Beatles, She Loves You

Mi abuela suele contar historias, no importa si está en su casa o en una fiesta. Un día, no en su casa sino en la mía, mientras me quejaba soñolienta de la música de mis vecinos me dijo con una mirada de sensatez: “mira, Daniela, con los Beatles, los del corte de tazón, no era diferente.”

Mi abuela nació en Jalisco en 1950, en las periferias de una ciudad pequeña llamada Arandas. Cuando los Beatles se hicieron grandes tendría ella unos 13 o 14 años. En su casa nadie era aficionado a la música y, aunque les iba muy bien, ella y sus hermanos prefirieron todo el tiempo pedir dinero en efectivo y no un tocadiscos. Eran tan poco comunes en el lugar, que una vez, cuando a un chico conocido se le quebró la aguja del tocadiscos, tuvo que tomar un clavo hasta convertirlo en la aguja deseada, pues conseguir una nueva implicaba mucha espera e incluso viajar horas hasta otro lado. Los Beatles, según mi abuela, le llegaron y sólo el nombre, hasta que se mudó a León un par de años después. En Arandas no hicieron ruido, como dice ella, pero en su nueva ciudad, sin que muchos, como ella, conocieran algo más que el nombre, se les tildaba de locos sinquehacer y, de pilón, rebeldes a quienes imitaban el peinado.

Luego de que me contara eso le puse She Loves You. Ahora sabe un poco más y ya no le atemorizan, como en aquellos días. Tal vez en unos cincuenta años yo necesite, al igual que ella, que una jovenzuela toda ansiosa me cuente un par de cosas que paso por alto justo en este momento.

Sí, pero mientras, me toca re-escuchar Revolver de una buena vez.

***

Daniela Aguilar (León, Guanajuato, 2000) es estudiante, escritora en ciernes y entusiasta de los discos. La música pop transformó su vida. Siente una extraña nostalgia por épocas que no vivió, pero ama con intensidad su era de las redes sociales y la inmediatez.

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