martes. 16.04.2024
El Tiempo
Es lo Cotidiano

DIARIO DE UNA MILLENIAL MUSICÓMANA Y NOSTÁLGICA

Obsesionarse

Daniela Aguilar

Obsesionarse

No sé cómo es que hay personas que no se obsesionan con algo. ¿Cómo le hacen?

¿Qué aman?

La otra vez por la mañana, en medio de una histeria provocada por desconocidos acontecimientos, mi madre no pudo más que gritarme: “¡¿Cómo chinga’os quieres que diga las cosas!? ¿¡Cantando Rock?!” Supongo que con ello planeaba hacerme cerrar la boca, no sé; yo sólo pude pensar en que hubiera sido bueno. Que me dijera las cosas cantando rock, digo. Habría sido algo. No se lo dije, aprecio mi dentadura.

En la búsqueda de confirmar mi existencia, hace tiempo ya que no me conformo con lo que las estaciones de radio o los canales recurridos de YouTube proponen. Desde entonces ella insiste, muchas veces ya sin darse cuenta, que me fui al matadero, al carajo, que mi vida valió madres sin remedio alguno aparentemente. Y si, como el diccionario afirma, el carajo es la parte más alta de una embarcación, puede que tenga razón: desde entonces ando yo un poco entre lo que digo y lo que me pasa por la cabeza todo el tiempo, lo veo todo desde una perspectiva nueva (no sé si correcta, pero nueva sí.) Y vaya que pasan cosas, aunque ella no lo note. Aunque muchos no lo noten.

Ahora pienso mucho en discos rotos y viejos, paso las noches en vela revolviendo las sábanas. Escucho música. Pienso.

Pienso en estas tardes de helado y sol; pienso en Françoise Hardy. Imagino escenas de películas de viajes en bici por la campiña con mejores amigos y Nick Garrie no duda en venir con nosotros. Otros sólo salen de la oficina y duermen. Creo que les funciona.

Y yo, buscando, entendiendo referencias, creando propias. Me hago mi propio álbum fotográfico en mi cabeza. Pierdo el tiempo. Y qué.

Todo sucede en segundos. No hay por qué detenerse, casi nadie lo hace y quien sí, será acaso para darse cuenta de que olvidó el control de entrada al fraccionamiento; veo alrededor y muy pocos, aunque los hay, se detienen para dar una ojeada alrededor, a ver qué pasa, qué se escucha, porque siempre hay algo si se presta un poco de atención. Las cosas están ahí, esperando. Por suerte me di cuenta y estoy lista.

Hay cosas bonitas en todos lados aunque las feas son más ruidosas. La otra vez me encontré en Internet con un disco llamado Punks vs Depression. Una recopilación. Lo hallé por la tarde y no lo escuché completo sino hasta la mañana siguiente temprano. Lo he escuchado tanto desde entonces, bajo la misma sensación que aquel día, que me levanté de la cama y me senté en la orilla a escuchar atenta. El asombro.

La música contra la depresión. Si no eso, qué.

No sé cómo es que hay personas que no se obsesionan con algo. ¿Cómo le hacen?

***

Daniela Aguilar (León, Guanajuato, 2000) es estudiante, escritora en ciernes y entusiasta de los discos. La música pop transformó su vida. Siente una extraña nostalgia por épocas que no vivió, pero ama con intensidad su era de las redes sociales y la inmediatez.

[Ir a la portada de Tachas 159]