miércoles. 24.04.2024
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Quiero ser como George Best (no como Beckham, que es un mamón)

Pablo Serrano

Quiero ser como George Best (no como Beckham, que es un mamón)

Un pequeño homenaje a un mundo
que ya lleva diez años sin George Best.
¿Cómo hemos hecho?

A la pregunta “¿quién es el quinto Beatle?” se puede responder diciendo George Martin o Brian Epstein. De hacerlo así, estarían terriblemente equivocados.

Si pensaron, en cambio, en Pete Best, se habrían acercado un poco más pero seguirían equivocados.  Ahora bien si cambian el nombre Pete por George han dado en el blanco. Así es: el quinto beatle no fue un manager, un productor ni un baterista, fue nada más y nada menos que un futbolista, el más grande y genial de todos los tiempos. A un lado Pelé y Maradona, que aquí viene Georgie.

George Best (Georgie, para los amigos) nació un 22 de mayo de 1946 en la ciudad de Belfast, Irlanda del Norte. Fue descubierto por el reclutador y visor del Manchester United Bob Bishop, quien al ver la manera de jugar del jovenzuelo mandó inmediatamente un telegrama al entrenador de dicho equipo, diciéndole: “creo que he encontrado un genio del futbol.” El tiempo habría de probar que no se había equivocado y Best habría de demostrar era un futbolista de enormes cualidades: velocidad, balance, toque, un dribleo espectacular rompe caderas, timing adecuado y decisiones acertadas. Aparte de todo eso era ambidiestro. En pocas palabras, su mayor habilidad era que todo le salía bien y podía hacer lo que se le diera la gana con el balón.

Convencer al joven Georgie de mudarse a Manchester no fue difícil. Su club local, el Glentoran, ya lo había rechazado por ser “muy pequeño y liviano”, fatal error y equivocación mayúscula de quien haya decidido bajo ese criterio hacerlo a un lado. Ya en Manchester las cosas no marcharon bien; le costaba trabajo adaptarse al ritmo de futbol que se llevaba ahí y extrañaba su casa, así que decidió regresar, pero el Manchester, sabiendo lo que tenía, no lo dejo ir. Fueron hasta Belfast y lo convencieron de regresar, un esfuerzo que habría de pagarles dividendos a futuro. El joven Georgie estaba destinado a la grandeza y “El teatro de los sueños” habría de ser testigo de sus proezas.

Finalmente, Manchester le sentó bien y a los dieciséis años ya se había adaptado. Un año más tarde, un 14 de septiembre de 1963, haría su debut profesional jugando en un partido de liga contra el West Broomwich Albion. Dos semanas después, George Best hizo su primer gol contra el Burley, haciendo gala de clase y habilidad. Había nacido un nuevo ídolo y las cosas nunca volverían a ser las mismas.

El futbol inglés ahora tenía un renegado, un chico de Belfast que no tenía empacho en hacer alarde de sus cualidades (tanto dentro como fuera de la cancha), dotado de brillo, gracia y alegría a un futbol tradicionalmente monótono, carente de virtuosismo y alarde, donde la fórmula siempre habían sido los pelotazos largos y la habilidad y el talento eran sustituidos con rudeza y cojones. Georgie le dio el tan necesitado toque de irreverencia y desfachatez.

Esto, aunado a un gran atractivo físico, un encanto y carisma inconmensurables, así como una vida pública ajetreada llena de alcohol, chicas y autos deportivos, habrían de convertirlo en el primer futbolista superestrella. A los 22 años ya había ganado dos títulos de liga, uno de campeón goleador, y percibía un salario con el que podían subsistir diez familias (si no es que más). Había cimentado una solida reputación de “ladies man”, disfrutaba de su propio club de fans y poseía un guardarropa que cualquier estrella mod de la época habría envidiado, así como autos deportivos y una casa modernista estilo playboy donde organizaba pachangas todas las noches. En los días tranquilos simplemente se relajaba hablando de política,  religión y futbol (que conste que era un tipo listo) con sus amigotes, quienes se hacían llamar “the chaps” (los tíos) y entre los que se encontraban su jardinero, su peluquero, el manager de su boutique (quien por cierto era jugador profesional de ping-pong). El alcohol siempre estaba a la mano.

En 1965 ganó su primer título de liga, el primero para el United desde el 57. Best fue pieza clave. Ese año adquirió también su famoso apodo de “el Beatle” cuando, jugando en Lisboa contra el temible Benfica, los comentaristas deportivos portugueses le pusieron el apodo basándose en su aspecto físico y su corte de cabello. El partido acabó 5-1 a favor de Manchester, con dos goles de Best. Más tarde volvieron a enfrentarse en la final de la Copa de Campeones, donde el Manchester salió campeón ganando 4-1 en Wembley. El partido había terminado 1-1 en noventa minutos. En tiempo complementario una sobresaliente actuación de Best le dio al Man U la victoria: Bestie marcó al minuto 93 y puso un pase de gol al 94; en menos de 2 minutos Best había liquidado al temible Benfica de Eusebio. Fue nombrado mejor futbolista europeo y, a sus 23 años, era el más joven en recibir ese galardón. Después de la premiación se fue de copas con un compañero de equipo.

En una entrevista a un diario británico narró cómo terminó ebrio en el departamento de una nena: “después de unas copas conocimos a unas chicas, terminé en el apartamento de una de ellas y nos dirigimos a la habitación; ella empezó a desnudarse, mientras tanto yo intenté sentarme en el borde de la cama pero caí y me golpeé la cabeza y terminé dormido en el piso. Lo último que recuerdo es a la chica diciendo so much for your european champion!

Las mujeres y el alcohol formaron parte integral de su vida. Sus romances comenzaron a los 16 años cuando quedó perdidamente enamorado de la chica de la panadería local. Más tarde Best dijo una de esas frases que se quedaron para la posteridad: “I used to go missing a lot... Miss Canada, Miss United Kingdom, Miss World”. Esta ajetreada vida hizo que se retirara momentáneamente  del futbol cuando, en 1972 se fue a vivir a Marbella donde, según dice, se bebía una botella diaria de vodka. Las chicas tampoco faltaron. Un día, uno de los camareros del hotel lo encontró metido en la cama con una desnuda Mary Stavin (una de sus tantas Miss Mundo, y con quien por cierto luego grabó un video de aerobics) y la colcha cubierta de miles de libras en fichas que había ganado en el casino. Georgie había pedido champagne para festejar.

Decidió regresar a Inglaterra, pero ya no fue lo mismo. Llegaba ebrio a los entrenamientos y se presentaba a los partidos oliendo a alcohol. Dicho comportamiento hizo que el capitán del equipo, Bobby Charlton, lo delatara ante el entrenador. George se vengó de esto cuando no se presentó al partido de despedida de Sir Bobby, y en cambio decidió irse a su bar favorito a beber cerveza y arrojar huevos a un poster de Charlton. ¡Qué detallazo!

La despedida era inevitable. Su último partido con el Man U fue un 1 de enero de 1974, jugando contra el Queens Park Rangers. En diez años con el Manchester United Best brindó sonrisas y alegría a los hinchas, no sólo de su club sino del futbol inglés; jugó 361 partidos y marcó 136 goles, nada mal para un pequeño y liviano chico de Belfast.

Después de eso jugó para montones de clubes por cortas etapas. Fulham fue donde dijo haber disfrutado más en toda su carrera (en parte, debido a que uno de los jugadores del club era su antiguo compañero de bebida y pachangas Rodney Marsh). Pasó por el futbol de Escocia y Estados Unidos donde, por cierto, abrió un club nocturno. Pero nunca perdió el toque: en uno de sus más geniales gestos de arrogancia, mientras jugaba para Irlanda del Norte a mediados de los 70 en Rotterdam contra la temible Naranja Mecánica, un reportero holandés le pregunto si creía que Cruyff era mejor jugador que él; Georgie simplemente se rió y aposto al reportero que le hacía un “túnel” al holandés. No sólo cumplió su palabra al primer balón que tocó, también anotó dos goles y al final Cruyff y Neskins terminaron peleando por su playera, sólo para llevarse tremenda desilusión al enterarse que no se las daría a ninguno. Bestie había prometido la playera a un chico que vivía en la misma calle de Belfast donde el había crecido.

Después del retiro, Best se dedicó a ser comentarista ocasional de partidos, pero principalmente invirtió su tiempo en sus otros amores aparte del futbol: las mujeres y la bebida. Esto último lo llevó a problemas como un encarcelamiento que sufrió al ser detenido por ir manejando en estado de ebriedad y golpear a los oficiales que lo detuvieron. Pasó dos meses en prisión. Su amor por el alcohol lo llevó a un polémico trasplante de hígado, lo que no lo detuvo de seguir bebiendo.

Pasó sus últimos días bebiendo en su bar favorito, el Phene Arms en Chelsea. Los meseros le servían su café con brandy y su jugo de naranja con vodka. Al cuestionarle un reportero por qué pasaba tanto tiempo en ese lugar, Best respondió: “me gustan los bares que funcionan como un hogar para aquellos que no pertenecen a ningún lado, bares donde la vulnerabilidad humana no es reprobada sino al contrario celebrada”. Los vecinos de Chelsea se acostumbraron a verle vagar ebrio por las calles o dormido en las bancas; incluso los bomberos de la estación local le asignaron una cama donde lo llevaban a dormir las numerosas ocasiones que se lo encontraban vagando por ahí, borracho o dormido en una banca.

El 3 de octubre de 2005 fue internado en cuidados intensivos en el Hospital Cromwell de Londres, debido a una infección en los riñones, por los medicamentos que tomaba para evitar que su cuerpo rechazara su nuevo hígado. El 25 de noviembre de 2005, a los 59 años de edad, debido a una infección en los pulmones  y múltiples fallas en los órganos, el mejor, más grande y genial futbolista de todos los tiempos murió. Su funeral en Belfast congregó a más de cien mil personas, las paredes exteriores de Old Trafford se llenaron de rosas, playeras y memorabilia del más querido jugador. Los homenajes no se hicieron esperar: la Liga Premier anuncio un minuto de silencio en todos los partidos en honor a George y en el estadio de Manchester, en vez de guardar el minuto de silencio, la multitud lo ovacionó con un minuto de aplausos mientras coreaban su nombre: ¡Geoeoorgieeeee, Geeooorgieeee, Geeooorgieeeee, Georgieeee, Georgieeeee, Georgieeee!

El aeropuerto de Belfast ahora lleva su nombre en su honor, el Ulster Bank sacó una edición conmemorativa de billetes de 5 libras que se vendieron en e-bay por 30, y hay planes de un nuevo estadio nacional donde también se rendirá homenaje a George, entre otros deportistas Norirlandeses ilustres. No sé qué diga su epitafio, pero me gusta pensar que sólo se lee: “jugó, bebió, alborotó y ligó”. Días después de su muerte, Eric Cantona, el último gran y verdadero ídolo del Man U, dijo: “después de su primera sesión de entrenamiento en el cielo, George Best, desde su posición favorita como ala derecha, volteó a ver a Dios, quien estaba atrás a su izquierda, hizo un gesto de aprobación y marcó un maravilloso gol de 30 yardas de distancia. Me encantaría que me guardara un lugar en su equipo. George Best, quiero decir, no Dios.”

Concluyamos con una cita de Mark Longden, hincha del Manchester United, quien hablando de Best dijo: “básicamente el futbol es cuestión de opiniones, pero hay un solo hecho: George Best ha sido el mejor futbolista de todos los tiempos. Pueden guardarse sus Cruyffs, Pelés y Maradonas. El era el mejor de todos los tiempos”. Amén.

Bien reza el dicho: “Pele good, Maradona better. George, Best.”

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Pablo Serrano (Lagos de Moreno, Jalisco, 1982) es un narrador callejero, loco del futbol y de lo cutre, la serie B y la televisión. Escribió brevemente una columna cultural para El Heraldo de León.

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