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Abbas Kiarostami (segunda parte): El metacine como discurso

Fernando Cuevas de la Garza

Abbas Kiarostami (segunda parte): El metacine como discurso

El representante más connotado de la llamada Nueva ola iraní alcanzó reconocimiento mundial a partir de los años noventa con Primer plano (1990),[1] una de sus obras esenciales: es la recreación de un caso verídico interpretado por las personas reales involucradas en los eventos. Se trata de una especie de falso-verdadero documental en cuanto a que se muestra el momento en el que sucedieron algunos hechos y otros que fueron reconstruidos, integrando la narrativa a partir de estas dos fuentes.

Además, el propio director aparece haciendo sus respectivas indagatorias como parte del metraje, rompiendo las fronteras entre categorías y géneros fílmicos. La historia gira en torno a un hombre sin empleo, tema extendido a otros personajes, que se hizo pasar por el director Moshen Makhmalbaf (El ciclista, 1987; Kandahar, 2001; The President, 2014) ante una familia, prometiéndoles que si lo financiaban, podrían aparecer en su siguiente filme. Esta deconstrucción del documental como género fílmico, le supuso al realizador la admiración fuera de las fronteras iraníes.

Esta premisa base de traslape entre tipos de narraciones y la idea de aprehender al propio cine como objeto susceptible de ser retratado en cuanto a proceso de creación artística, continuó con el filme Y la vida continúa (1991), una vez más inserto entre la ficción y el documental, en el que se autonarra la historia del director de cine que regresa a una zona devastada por un terremoto donde había rodado ¿Dónde está la casa de mi amigo?, cuestionamiento ahora más que pertinente. A través de los olivos (1993), centrada en un proceso de filmación con romance incluido en característico juego de espejos, se considera la tercera parte de la trilogía conocida como Koker, integrada por estas tres películas que comparten contexto físico y emocional, incluyendo el sismo que afectó la región como eje transversal.

Participó después en un par de proyectos colectivos: A propósito de Niza, la suite (1995), alrededor de la hoy lastimada ciudad francesa, se integró con seis segmentos cortesía de Catherine Breillat, Costa Gavras, Claire Denis, Raymond Depardon, Pavel Lungin y el franco-chileno Raoul Ruiz; Kiarostami contribuyó con el corto Repérages, realizado en conjunto con Parviz Kimiavi. La otra participación fue en el homenaje a los inventores del cinematógrafo titulado Lumière y Compañía (1995), en el que 40 directores de renombre presentaron una propuesta, bajo las condiciones de trabajo de finales del siglo XIX, no mayor a 52 segundos, en tres tomas máximo y sin poder sincronizar el sonido.

La revolución islámica de 1979 no supuso, en principio, algún problema para el desarrollo creativo de Kiarostami, quien continuó trabajando en el mismo centro educativo gubernamental, aunque paulatinamente, conforme iba siendo más reconocido en Occidente, aumentaban los problemas de vigilancia y censura, tal como le sucede actualmente a varios de sus colegas compatriotas por quienes abogó en su momento. Con su obra maestra El sabor de las cerezas (1997), ganadora de la Palma de Oro en el festival de Cannes junto a La anguila de Imamura, logró llevar sus reflexiones sobre la muerte, la creación fílmica y la soledad a un ámbito de completo cuestionamiento.

Un hombre va en su coche por las terregosas colinas cercanas a Teherán con la intención de suicidarse, sin que sepamos por qué, y busca a alguien que lo pueda enterrar en un árbol de cerezas una vez cumplida su misión final/fatal. A manera de cuento moral, se va encontrando con diferentes personajes de nacionalidades distintas y oficios varios que invitan a repensar los sentidos y significados de la vida, sobre todo cuando arribamos al desconcertante epílogo que vuelve a transitar de la ficción al verismo, aunque ahora con enfático contraste.

Transiciones del milenio

Cerró el milenio con el documental corto Tavalod-e Nur (The Birth of Light, 1997) y con el largometraje El viento nos llevará (1999), basado en un poema homónimo de la escritora Forough Farrokhzad y convertido en otra de sus obras fundamentales; aquí plantea la dicotomía rural-urbano a través de la mirada de su protagonista, un ingeniero de ínfulas citadinas que llega a un pequeño pueblo junto con su equipo para grabar un funeral de una mujer enferma terminal; la incomunicación atraviesa todo el relato, sustentado en las distintas lógicas que tiene el tiempo: el enfático empleo del fuera de campo alimenta esta sensación de la imposibilidad de controlarlo todo y, más bien, dejar que el viento con su sabiduría, nos conduzca por los buenos caminos.

El nuevo milenio empezó con ABC África (2001), documental que busca exponer y concienciar acerca de la problemática del SIDA particularmente en Uganda, al que le siguió la fresca y cercana Diez (2002), donde seguimos a una taxista que sostiene igual número de encuentros con pasajeros diversos, de alguna manera encapsulados en el coche como espacio de transición lleno de reflexiones y confesiones, en tanto su vida continúe una vez que lleguen a su destino. Con los documentales Five Dedicated to Ozu (2003), conformado por cinco secuencias homenajeando al maestro japonés, y 10 sobre diez[2] (2004), donde reflexiona sobre sus películas con especial atención a Diez, volvió a quedar de manifiesto su gran amor por el cine como arte completo.[3]

Participó en Tickets (2005), otro proyecto colectivo junto con Ken Loach y Ermanno Olmi, en el que conocemos a varios pasajeros y sus interacciones en un tren que viaja por Italia, así como en la cinta A cada uno su cine (2007) con el segmento Where Is My Romeo?, alrededor del pathos generado en un grupo de mujeres espectadoras que se conmueven al ver el final de la adaptación de Zeffirelli del texto de Shakespeare. Supervisó el corto White Pages (2005), realizó el breve Rug (2006) y el documental Roads of Kiarostami (2006), en tono metarreflexivo.

En la etapa final de su trayectoria, dirigió el documental corto Kojast jaye residan (2007); realizó Shirin (2008), cual puesta en escena basada en este poema iraní del siglo XII con los rostros de las mujeres expectantes y Copia fiel (2010), deliciosa comedia en la que, una vez más, se juega con los vínculos entre la originalidad y las reproducciones, así como los roles asumidos y las posibilidades relacionales entre un escritor inglés y una vendedora francesa de antigüedades, interpretada con la gracia del caso por Juliette Binoche, una actriz auténtica.

Después de grabar el corto documental No (2010), acerca de una niña que ama al cine y quiere dedicarse a la actuación, presentó Like Someone In Love (2012) producción japonesa centrada en una relación construida en dos días entre una joven prostituta y un viudo en Tokyo, tan efímera como intensa, bellamente retratada por una cámara que nos coloca como testigos privilegiados de este inusual vínculo afectivo. Finalmente, participó en el documental colectivo Venice 70: Future Reloaded (2013), integrado a partir de cortos que reflexionan sobre el cine y los tiempos por venir.

Admirado igual por Godard que por Scorsese, el realizador iraní se distinguió por dotarle al espectador el poder de reformular y generar hipótesis acerca de las motivaciones, resoluciones y consecuencias de los actos desplegados por sus personajes, casi siempre interpretados por personas comunes sin conocimiento de estrategias actorales. Abrió un territorio enorme donde el documental se imbrica con la ficción y la verosimilitud queda como objeto de diálogo constante, justo para abrir posibilidades de indagación, antes de cerrarlas con certezas absolutistas que cancelan el poder de la búsqueda.

Descanse en paz este eterno viajero en un árbol de ciruelas llevado por el viento a través de los olivos como un hombre enamorado.

 

[1] Se pueden revisar los artículos al respecto de Charles Tesson, publicados originalmente en Cahiers du cinéma núm. 450 (diciembre de 1991) y reproducidos en el libro Nuevos cines, nueva crítica (Paidós, 2006), y el incluido en 1001 películas que hay que ver antes de morir (Grijalbo, 2005), coordinado por Steven Jay Schneider.

[2] Vale la pena revisar el libro Obreros Trabajando: Lecciones Cinematográficas de Abbas Kiarostami (Mhughes, 2013) de Mahmoud Reza Sani con prólogo de Jean-Claude Carrière.

[3] Un volumen que da cuenta de la trayectoria e importancia del director desde una perspectiva interpretativa es Abbas Kiarostami (Cátedra, 2002) de Alberto Elena.

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