sábado. 20.04.2024
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MÍRAME CUANDO TE HABLO (RESEÑA)

El Cuarteto de Nos en León

Luis Enrique Castro Vilches

El Cuarteto de Nos en León

Un inicio desencajado, sin preámbulo; un bombardeo de sonidos furiosos: “¡Buen día Benito —gritan los coros—, te vine a visitar!” Y el saludo se repite en la amenaza con que el vocalista comienza la canción.

Ha subido al escenario con el rostro bajo un pasamontañas. Resulta a la vez cómico e inquietante, pero su voz de rimas y furia son el comienzo esperado; uno digno de este inusitado pero histórico evento: El Cuarteto de Nos ha visitado León.

Nos encontramos en el Hammer Soul, un bar que podría pensarse pequeño para una banda que en otras ciudades abarrotaría los foros. Pero ya se sabe, El Cuarteto es un grupo raro; así se definen en sus redes sociales y así se reiteran en cada disco, en cada canción y, ya se ve, en cada presentación. Será por eso, por su rareza, que vinieron acá: una gran ciudad de apariencia chica, o una aldea enorme enmascarada de gran ciudad. Quién sabe. Lo que importa es que nos dejaron escuchar lo mejor de su gira 2016, un ciclón de música sin control que atravesó México y que se instaló delante nuestro durante casi dos horas. Ese 22 de junio de 2016 fue una noche memorable que no muchos, o no los suficientes, pudimos presenciar.

Castro, Luis Enrique - Mírame cuando te hablo (1)

Finaliza la primera canción y el pasamontañas ha desaparecido. Roberto Musso ha mostrado el rostro y sus marcas; poco más de tres décadas consagradas a la vocación musical se reflejan en sus notas y su expresión. Sus gestos sutiles y a la vez enérgicos son la mezcla versátil que requieren sus canciones de poesía vigorosa y rimas astutas, siempre ávidas de profesar esa sed de dualidad que pregona “Lo malo de ser bueno”, la canción que ahora comienza.

Apreciamos a los cinco uruguayos (porque son cinco y no cuatro): estamos tan cerca que casi respiramos sus tragos en cada compás. Yo me encuentro a tres o cuatro hileras de cabezas del escenario y soy ya de los últimos en conglomerarme a su alrededor. Detrás de los músicos, apenas un letrero de Corona y unas cajas de cerveza los respaldan; no hay pantallas ni un espectáculo de vídeos o iluminación LED para decorar el sitio. Sí, es un concierto de visualidad austera, pero que nos deja con lo necesario: la banda y la audiencia a un palmo: nuestras voces se elevan y desentonan y afinan al mezclarse entre tragos de cerveza, whisky y humo de cigarro.

Castro, Luis Enrique - Mírame cuando te hablo (3)

gira se la debemos a su álbum Habla tu espejo (Warner Music, 2014): lo más entrañable y desnudo que han compuesto desde sus inicios. Sin duda, un disco de ruptura, un antes y un después en su trayectoria artística. Con él, mucho de lo que habían compuesto ha quedado atrás. Se acabaron las historias de ironía desgraciada de Raro; se fueron los perfiles de complejidades y paradojas de Bipolar y esa desazón y divertimento sofisticado que fue Porfiado. Nos quedamos con El Cuarteto de Nos en su más pulimentada expresión: ese estilo de letras que confrontan y que los distingue es ahora una exploración de terrenos profundos, de la interioridad del ser, la introspección de quien se mira y canta ante un reflejo descarnado.

Era de esperarse que las canciones de este disco, en conjunto con el resto, provoquen los contrastes que presenciamos y acompañamos con nuestras voces discordantes. Vamos de la mofa y paradoja de “Enamorado Tuyo”  (la entona Santiago Tavella con voz melosa, cabello desparpajado y bigote retorcido), de los vaivenes de ánimo ambiguo de “Bipolar”, para luego detenernos y devanarnos en la introspección que nos ofrece “Habla tu espejo”. Aquí, Musso entra por primera vez en contacto con el público y, tras dirigirnos su saludo, anuncia que veremos qué nos dice el espejo:

            el único que aguanta tu mirada sin vacilación,
            el único que está contigo cuando todo terminó,
            el único que ve lo que no quieres mostrar,
            el que puede a tu furia y a tu rabia calmar,
            el único que tus secretos nunca revelará.

Canciones como ésta son las que podrían volver a El Cuarteto de Nos una banda no sólo para escuchar en el auto o cantar en la bañera: las suyas son letras para evocarse y retornar a ellas en momentos de urgencia y necesidad de auxilio ante la realidad; una guía de supervivencia para el momento adecuado, el momento crítico, allí donde hace falta identificarse con alguna historia escrita por otro alguien que hable de la catástrofe que uno mismo no puede o no sabe cómo nombrar. Hablo de temas como las que ahora vienen: “Así soy yo” (sin penas, ni amores, ni sinsabores), “Cuando sea grande” (no quiero ser como vos), “Un problema menos” y “Roberto” (canción de proverbios que suenan como voces en la cabeza del vocalista, quien canta y se cubre los oídos como quejándose de las voces que sólo quieren dar un consejo; Roberto: el día que no escuches estas voces es que vas a estar muerto.)

Castro, Luis Enrique - Mírame cuando te hablo (2)

Y como dos caras de la misma moneda, escuchamos la canción del “Pobre papá” (pobre papito, pobrecito papá, nunca lo dejan descansar) en contraste con “No llora”, esas palabras al viento con dedicatoria explícita para la nena de Roberto (para cuando no tenga a nadie cerca y el dolor no la deje pensar.) De esta forma suelen enlazarse las canciones del Cuarteto: son relatos que unidos podrían componer la novela biográfica, o tal vez la historia de una ciudad inventada con personajes bien identificables, o los episodios necesarios para generar la empatía con la propia y fragmentaria vida del escucha: una obra a incluir en la colección de narrativa de una editorial postmoderna…

No nos vayamos por las ramas, que no decaiga el ánimo; este es un concierto y estamos aquí para gritar y cantar. Eso parece anunciar el cambio de ambiente, cuando los músicos abandonan el espíritu melancólico y Santiago Marrero pasa al centro del escenario con el micrófono en la mano. Su voz había estado oculta tras los teclados pero ahora lanza frases y rimas de la canción “Mírenme” en contrapunto con Roberto; son dos púgiles sobre un ring y se disputan la atención y las palmas del público:

            será ese trauma que te incita a mostrarte,
            queres ser parte y lo demás descarte y que tu cara es arte,
            te sentís un 29 de febrero
            y sos sólo otra ceniza en el cenicero.

El resultado de la pugna es un magnífico empate, a juzgar por los aplausos: sin duda unos de los más sonoros de todo el show.

“¿Pero qué han venido a escuchar?”, pregunta Roberto Musso haciendo un interludio que, sin que lo sospechemos, anticipa el clímax de esta narración que se traza entre canción y canción. ¿Han venido a escuchar al fabuloso Gustavo “Topo” Antuña?, pregunta y señala al guitarrista que ha permanecido –y permanecerá– mudo, entregado a su trabajo. ¿O han venido a escuchar la destreza de Alvin Pintos?, y las ovaciones se vuelcan sobre “el batero.” ¿Vinieron a escuchar los teclados de Santi Jr.?, dice Musso refiriéndose, desde luego, a Santiago Marrero. ¿Vinieron a escuchar el bajo de Santiago Tavella? ¿O vinieron a escuchar todas las mentiras de lo que no van a escuchar esta noche? Y como para evitarnos responder al mal chiste, Santiago Tavella se hace del micrófono para contarnos, con su acento de uruguayo sin filtro, cómo ha hecho para lidiar con la gripe que lo atormenta esta noche:

“Lo primero que hay que hacer es: te metes en la cama, pones el sombrero a los pies de la cama y ahí sí que tomas la botella y empiezas a tomar hasta que veas doble, como yo vi hoy a dos cantantes. Y ahí, parece que después te curas.”

Entonces sabemos, por la mala anécdota, que ya se quedará él con el micrófono y que escucharemos la tragicómica letra de “Whisky en Uruguay”, mientras Roberto Musso se prepara para los momentos más álgidos del concierto. A este punto, el entusiasmo ya se ha condensado, pronto será tormenta y debemos tener los suficientes tragos encima o la suficiente euforia en la garganta para volvernos una masa entregada al derroche de la voz. Entonamos: “Ya no sé que hacer conmigo”, escuchamos a “Miguel Gritar”, gritamos ¡Yo no soy “el hijo de Hernández”! y se nos acaban las cuerdas vocales cuando como pólvora estallamos de cinismo y ardor con ese maldito “Invierno del 92.”

Castro, Luis Enrique - Mírame cuando te hablo (4)

Quedamos acalorados, habría que humedecer las gargantas para seguir cantando, pero El Cuarteto de Nos ya se despide. Gracias León, exclaman y se marchan aunque todos sabemos que no hay concierto sin la mexicana súplica de otra, otra, otra, otra. El Cuarteto no decepciona. Vuelve y entona su penúltima canción:

            “Me amo”
            como la Tierra al Sol,
            me amo,
            como Narciso soy
            Me amo,
            dibujé un corazón que dice “yo y yo”,

un canto que bien puede tomarse por himno y que prepara con su ritmo lento la energía que arrojaremos toda al entonar ese recorrido nocturno con que “Yendo a la casa de Damián” nos dejará cuando la banda se vaya por fin. Esta noche quedamos perdidos y de la vida nos declaramos out. Gracias por eso, Cuarteto.

Las luces se apagan y los cantantes se van con su gira a otra parte, pero nos han dejado con una gran incógnita: ¿acaso volverán? Bien lo dijo Roberto Musso en uno de sus interludios: este es el primer show de la banda en León, este es un momento histórico y fuimos un puñado de personas quienes pudimos presenciarlo. Tal vez no sea el último, pero quién sabe. Ya lo dije y ya lo dijeron: El Cuarteto de Nos es una banda rara, una bipolaridad de cinco porfiados de los que, sea de frente, sea de sus discos o del streaming de Spotify, seguiremos escuchando por un buen rato. Prepárense para el fin de año, anunció el vocalista antes de partir: tenemos canciones nuevas y un disco nuevo para el fin de año; así que, al poco tiempo, tal vez podamos estar de regreso para recibirlos a todos ustedes.

Hace ya más de un mes de lo acontecido en esta crónica. El 14 de julio, se anunció en el Facebook oficial de la banda, que ya comenzaron a grabar el álbum prometido. Por eso, creo que hoy hace un buen día para decir que aún queda tiempo: quien no los haya escuchado (y vaya sorpresa al enterarme de que varios de mis conocidos cercanos ni siquiera saben de su existencia) tal vez sea tiempo de comenzar ahora, por si acaso vuelven. Y si no, por su propio bien y por su propio mal.

***

Luis Enrique Castro Vilches (León, Guanajuato, 1990) cursó el Máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra y la Licenciatura en Comunicación de la Universiad Iberoamericana León. Ha escrito para medios impresos y digitales y fue organizador del Festival Cinematográfico de Animación Japonesa (Anifest) en León. Ha participado en proyectos de investigación cultural y producción audiovisual y sus intereses profesionales giran en torno a las diversas formas narrativas, el arte y el pensamiento contemporáneo. Desde siempre lo han llamado Bixos, todavía no sabe decir por qué.

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