Es lo Cotidiano

De espíritus adolescentes

De espíritus adolescentes

La entrega 166 de Tachas puede sonar un tanto ensordecida, pero el efecto es cortesía de una generosa lluvia que acompañó la redacción de estas líneas.  

Resguardado del aguacero en su cumplimiento puntual, Héctor Gómez Vargas entrega la segunda parte de su  artículo Hombres fuera del tiempo, dejando en claro por qué Huele a espíritu adolescente.

Dante Saucedo reseña a partir de un éxito, People Get Ready, algo del posible paralelismo entre negritud y desencanto musical, y Javier Morales i García entrega en un esbozo geográfico La doble vida de Ronald Colman, descubriéndonos a un caballero precursor de personajes como Erroll Flynn.

José Luis Pescador, frenético talento de la creación visual, se acerca al punto culminante de Asterión, el cómic, con una entrega XVIII/XX que se hace acompañar por su respectiva balada.

Con El Diccionario Biográfico del Fracaso Literario, al que le quisiéramos interminables las entradas biográficas –aunque siempre campea el temor de que alguien cercano o hasta uno mismo aparezca entre sus biografiados-, C.D. Rose llega a su entrega 32, hoy sobre Hugh Rafferty y siempre recreado en la traducción de José Luis Justes Amador.

Y si de traducciones acertadas tratamos, Carmina Warden concluye con su cuarta entrega el relato Big Smoke de Emily Hahn.

Bernardo Monroy celebra los 40 años del álbum Revolver con un cuento bitlero en el que flota cierto tufo de Farenheit 451 con aires de Uruchurtu, en Dices que quieres una revolución.

De la poeta georgiana con Ana Kalandadze tenemos hoy su texto Tú, Georgia, lugar natal de belleza, traducido al español por Ana Muela Sopeña, y Omar Pimienta entrega A mitad de los 80, de su libro Primera persona: Ella.

Como parte del mapa que viene trazando para nosotros sobre Ir de museos, Gabriela Mosqueda hoy reseña El arte de la indumentaria y la moda en México.

Los Disfrutes Cotidianos de Fernando Cuevas agrupan ahora varias películas bajo la reseña Padres ausentes, terror presente, y nos hacen difícil el sencillo acto de apagar la luz y lidiar con la obscuridad.

Pero sí… adolezcamos, y disfrutemos el ver llover etcétera.

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