A Klaus María Brandauer

Intentó imitar los dobleces lascivos de los gatos, pero resbalaba constantemente debido a su exceso de delicadeza. Prosiguió con el intento de derrumbar sus gestos y sentidos para imitar la tristeza más absoluta y abatida sin derramar una sola lágrima, pero tuvo que detenerse al notar que realmente su estado de ánimo se acongojaba en extremos. Luego intentó sonreír de más mientras se movía con retorcida elegancia para imitar el ritmo de los ricos, pero después de unos cuantos minutos, se sintió avergonzado. Continuó con el intento de permanecer inmóvil en un punto fijo para estancar sus pensamientos, expandir su horizonte de conocimientos abovedados e imitar a los libros, pero tuvo que parar al sentir que realmente estaba transformándose en una desaparición corporal para sólo quedar existente como un conjunto de caracteres informáticos (aquí sus primeros mareos). Entonces intentó resaltar las venas de sus sienes, brazos y cuello para imitar la furia de un guerrero, pero al momento de soltarse de aquel esfuerzo sus mareos se incrementaron. Ahora intentaba dar vueltas y vueltas, saltos y saltos, risotadas y diálogos nobles e insensatos para imitar la tonalidad de la más grave pobreza, pero no pudo seguir porque él mismo vivía dicha situación, no era necesario fingirse a sí mismo.

Una vez cansado y rendido tomó una toallita, caminó unos minutos por entre los asientos del auditorio vacío mientras se limpiaba el sudor. Finalmente eligió dÓnde sentarse para murmurar:

Es demasiado. El teatro es imposible. Es absurdo. Es estúpido.

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Andrés Baldíos es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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