viernes. 19.04.2024
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Leonard Cohen y yo

José Luis Justes Amador

Leonard Cohen y yo

I used to think I was some kind of Gypsy boy

Before I let you take me home
Leonard Cohen

 

(Para ti que llegaste a casa apenada por la muerte de Cohen y nadie te hizo caso)

Cuando comencé a escribir seriamente, con o sin paga, sobre escritores o músicos, sólo me impuse una restricción a lo que hiciera: no usar jamás el pronombre “yo”. Nunca había incumplido esa norma hasta hoy.

0.

Lo resume Manuel Vilas perfectamente: “ha habido tres grandes escritores que nos han trasmitido su mundo a través de esa rara mezcla entre poesía y voz: Cohen, Dylan y Lou Reed”.

1.

A Cohen, como a todas las cosas buenas de la vida, llegué tarde. Me encantaría mentir y decir que mis padres, o un hermano mayor, me acercaron a él. Escribir que ese amigo que me acercó a Velvet Underground me prestó un disco, en aquella lejana época en que sólo había vinilos, del cantautor canadiense. Si esto fuera una novela lo haría. Mi primer Cohen fue un rebote.

Era 1994, el año en el que el indie se estaba volviendo alternativo. Un año de grandes discos. El año en que Los Planetas publicaron Super 8. Alguien me grabó una cinta de noventa minutos con discos, uno por cara. Dummy de Portishead y Grace de Jeff Buckley. En el segundo había una canción que estuve escuchando, rebobinando la cinta hasta casi romperla, obsesivamente. La canción era “Hallelujah”. Pasaron unas semanas hasta que me enteré que no era suya. Alguien me grabó dos discos del verdadero autor: Songs of Leonard Cohen, título simple donde los haya, con la inolvidables “Suzanne”, “So Long, Marianne” y “Hey, that´s not the way to say goodbye” y Various Positions, que tiene, junto a los temas más olvidables de la discografía del canadiense, “Dance me to the end of love” y “Hallelujah”.

Comenzaba una historia de amor con Cohen. Nirvana se me había adelantado en un año. “Give me a Leonard Cohen afterworld / So I can sigh eternally”, había escrito Cobain en 1993 en la letra de “Pennyroyal Tea.

2.

Compraba libros de literatura con el dinero que le decía a mis padres que era para comprar los libros de texto de la Universidad. Nunca se dieron cuenta de lo variados y de lo poco que tenían que ver con las asignaturas de aquel año. Y si se dieron cuenta nunca se quejaron. Aquellos tomos de portada negra eran, y ahora casi son, garantía de calidad. En Visor leí por primera vez a Colinas, a Siles, a Rosales. A Blake, a Coleridge, a Lear. Y a Cohen. En una traducción que con los años me he dado cuenta de lo mala que era. Volví a encontrarme con ella años después. Se la regalé a alguien a quien quiero mucho. La lleva siempre en el bolso. De vez en cuando la saca. Los poemas que más le gustan están marcados con recetas médicas y citas.

3.

No recuerdo cómo elegimos el vals para nuestra boda. Fue una decisión conjunta. Era una canción que, para bien o para mal, habría de acompañarnos toda nuestra vida. Lo tenía todo. Una letra perfecta, Federico García Lorca, una música impecablemente unida a las palabras, Leonard Cohen, y una interpretación más que ajustada, Ana Belén. ¿Pensamos en usar en algún momento la versión de Cohen? No lo sé, pero estoy seguro de que si lo hicimos, pensar en nuestros invitados escuchando esa voz en uno de los momentos más señalados nos echó para atrás en la decisión.

Creo que Silvia Pérez Cruz, responsable de la mejor versión de esa canción, resume perfectamente lo que pensamos entonces, lo que pensamos ahora:

Este vals es un tesoro. Para mí ha sido un patrón para llegar a ser, por lo que dice, por el camino de transformación y limpieza que regala la melodía y porque si te dejas llevar y confías, te olvidas de tu cuerpo, se para el tiempo y eres nada, eres todo, eres feliz. Eres inmortal.

Y resume lo único que se le puede decir al músico:

Gracias Leonard Cohen, / Muchas gracias. / A thousand kisses deep...

Con el tiempo, con el amor ya terminado, pensé que podíamos haber elegido “Dance me to the end of love”. Por el título, por lo que dice. Con el tiempo me enteraría de que estaba inspirada en los cantos de los judíos mientras se dirigían a su Shoah en los campos de concentración. El amor aunque el final esté cerca. Un Cohen para cualquier circunstancia.

4.

“Bien, Marianne, hemos llegado a este tiempo en que somos tan viejos que nuestros cuerpos se caen a pedazos; pienso que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, creo que podrás tocar la mía. Ya sabes que siempre te he amado por tu belleza y tu sabiduría pero no necesito extenderme sobre eso, ya que tú lo sabes todo. Sólo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Todo el amor, te veré por el camino”.

Marianne y Cohen tuvieron que separarse. Mariana y yo también. Durante aquella época escuchaba obsesionadamente un disco y una canción. “Una semana en el motor de un autobús” y “So long, Marianne”.

“Now so long, Marianne, it's time that we began / to laugh and cry and cry and laugh about it all again”. La letra era, sigue siendo, dolorosamente hermosa. “I forget to pray for the angels / and then the angels forget to pray for us”.

5.

Hace poco compré un libro suyo. Mejor dicho, un libro sobre él. De hecho, dos ejemplares del mismo. Regalé uno. Eran conversaciones de Cohen con su traductor y recuerdos de éste. Anécdotas y varias versiones del mismo texto. Es un libro pequeño. Apenas cuarenta páginas y la primera lleva una enigmática nota manuscrita del propio Leonard. “Esto es pura fantasía. Nunca he oído hablar del hombre mencionado aquí. Todo lo mejor. Leonard”.

6.

En ese libro aprendí la historia de cómo aprendió Cohen a tocar la guitarra. Un guitarrista español le dio sus primeras lecciones, los seis acordes que repetiría en todas sus canciones. Tres clases. Cuando el cantautor llegó a la cuarta no pudo tenerla. Su maestro se había suicidado. Lo recordó al recibir el premio Príncipe de Asturias: “No sabía nada de él, no sabía de qué parte de España procedía, no sabía por qué había llegado a Montreal, ni por qué se quedó, no sabía por qué apareció en esa pista de tenis, ni tampoco por qué se quitó la vida. Me entristeció profundamente”,

7.

Cuando empiezo un taller literario, junto a la primera carta de Rilke los alumnos tienen que leer a Cohen. Al Cohen teórico: “Di las palabras, transmite los datos y hazte a un lado. Todos sabemos que sufres. No puedes contarle al público todo lo que sabes del amor en cada verso de amor que digas. Hazte a un lado: la gente sabrá lo que tú sabes porque ya lo sabía. No tienes nada que enseñarles. No eres más hermoso que ellos. Ni más sabio”.

8.

Lloré de rabia mientras me carcajeaba leyendo Beautiful Losers. Apenas recuerdo el argumento. Quedan las sensaciones.

9.

"Les agradezco enormemente esta hospitalidad que me han mostrado y que han mostrado por mi obra, porque es suya, y me han permitido poner mi firma en el final de la última página. Muchas gracias, señoras y señores".

PD:

Hay una canción que escribió Leonard Cohen pero nunca cantó ni grabó. “Priests” ha sido grabada por Richie Havens y Judy Collins y por Enrique Morente en “Omega”, traducida como “Sacerdotes”.

¿Quién te escribirá canciones de amor
cuando yo sea Señor al final
y tu cuerpo la capilla blanca de un camino
donde mis sacerdotes por ti rezarán?
¿Quién te escribirá canciones de amor?”

But you don’t care about music, do you? (L. C.)

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