viernes. 19.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos

Jaime Panqueva

No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos

Pienso, desde que leí la más reciente novela de Juan Pablo Villalobos, que no existe arma más arrasadora que el humor y la pólvora de Tultepec. Su No voy a pedirle a nadie que me crea (Anagrama, 2016), aunque se le promueve como una humorada, es una gran tragedia disfrazada como novela cómica; con pasajes hilarantes extraordinarios, como las secciones epistolarias de la madre y el primo, que cumplen con una función maquiavélica: desarmar y relajar al lector para propinarle una estocada al final. Compasión o temor, decía Aristóteles en su Poética. Villalobos emplea magistralmente el primero hasta dar el golpe con el segundo en las últimas páginas, donde la novela gira sobre sí misma para aventarnos al rostro la realidad mexicana, la misma que sabe solapar a las grandes mafias y justificarse con aquello de sólo contar lo bueno.

Villalobos trabaja nuevamente en un registro que se le da con mucha naturalidad, la autoficción, y (parece ya una molesta costumbre en la literatura nacional) recurre al protagonista escritor y doctorando de literatura, que (por supuesto) hace sesudos y/o ingeniosos comentarios sobre sus filias y fobias. Quizá este tipo de recursos ayudan a inclinar la balanza para obtener premios como el Herralde, o convencer a los editores de las editoriales más “literarias”. Por fortuna, la novela es mucho más que esto, porque se desenvuelve sobre un suspenso exquisito, sazonado con un trabajo polifónico notable con personajes que, como en la vida misma, alternan en su mente lógica y absurdo, que se refuerza con la frase que da título a la novela. A pesar de los excesos aparentes que Villalobos nos presenta, la verosimilitud nunca está en entredicho. Por ello, el efecto final de su humor y su crítica es tan devastador.

Me siento en la obligación de hacerles recordar a quienes viajen a la Barcelona de Villalobos, que el exgobernador de Coahuila y expresidente del PRI, Humberto Moreira, fue arrestado y puesto en libertad en esa ciudad. Y que en México la ciudad condal debería modificar su ortografía y escribirse Barzelona, pues Fidel Herrera despacha en ella desde hace unos años como gran cónsul.

A Villalobos le viene como anillo al dedo la frase de su admirado Jorge Ibargüengoitia, “quien creyó que todo lo que dije fue en serio, es un cándido, y quien creyó que todo fue broma, es un imbécil”. Ni modo.

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