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BUTACA URTAZA

Viaje en la banda caminadora

Federico Urtaza

Viaje en la banda caminadora

Los remakes me resultan algo así como traducciones o, mejor dicho, puesta al día de una película, algo parecido a lo que se hace, por ejemplo con El Quijote, que le maquillan el léxico y la historia para que sea comprensible para quienes no sean Cervantes o españoles del siglo XVI; vaya cosas que hace la gente para a) Vender lo que no es suyo y b) No hacer esfuerzo alguno, cual consumidor que se deja querer.

Lo más raro es cuando un mismo director hace dos versiones de su película, como ha hecho Michal Haneke con su Juegos peligrosos, la que dicho sea de paso, me confirma que la versión original, la alemana, es mejor y más siniestra que la adaptación/sometimiento a los criterios del cine comercial hollywoodense. Pero bueno, si hasta Buñuel hizo películas de “aliento” olvidadas con razón, para sacar para el “chivo”.

Luego pasan cosas risibles como con el reciente remake de Ben-Hur, que resulta más impresionante por la broma de Cinépolis y su concesión dulcera para multimillonarios, que por el tráiler de la película verdadera que, según se puede apreciar a simple y fugaz vistazo, es la hollywoodización de una película holliwoodesca, con reiteradas citas, prácticamente literales, que en cine se llaman homenaje y en literatura, plagio (habría qué hablar más de esto pues, en cierto modo, ya todo está dicho, pero una cosa es repetir un chiste y otra atribuírselo como hijo de la propia inventiva, que hay quien tiene la gracia de contarte historias de la Biblia como si fuese el mismísimo Dios en la zarza ardiente).

Como siempre, desvarío y no me disculpo por ello; con todo respeto, el que quiera llegar del punto de inicio al punto final, le deseo buen viaje como línea. Pero bueno, regreso a los remakes.

Si el auge de las series como fase superior de las miniseries revela la adaptabilidad de la industria audiovisual, la fusión de cine y televisión con lo bueno y lo malo de uno y otro, replantea también las nuevas (por así decir) maneras de ver cine y televisión; la producción y el consumo van de la mano, que para eso da el mercado. La tele ya no es lo que era (y se tarda en morir lo denezlable), y el cine encuentra otras pantallas que las legendarias de las salas a oscuras.

Así, mientras que se han realizado algunas películas como cereza del pastel del éxito de programas semanales de la tele (pienso en Perdidos en el espacio o El Santo (el británico, no el nuestro), que de plano chafearon en la pantalla de plata, también se están produciendo y exhibiendo series basadas en películas que en su momento tuvieron su éxito y hasta siguen siendo algunas de “culto”.

El exorcista, 12 monos, Hannibal, Bates Motel y Westworld son un buen ejemplo actual de lo que quiero decir, y las tengo en mi lista de pendientes, pues –tiquismiquis como soy- ahí me tienen repasando las películas en las que se inspira cada una de estas series; acabo de ver Westworld, la de 1973, con Yul Bryner (precursor del peinado cabeza lisa), James Brolin (quien de joven parece copia de Christian Bale) y Richard Benjamin, todos concertados tanto por el texto como por la dirección de Michael Crichton (que merece un artículo aparte). Es una película que ilustra el cine de acción, es decir, donde pasan cosas, muchas cosas, con situaciones sacadas de la manga aquí y allá (pero que forman parte de las convenciones del género, junto con la lógica arbitraria).

En consecuencia, y es sólo aquí donde hay el nexo causa-efecto: los personajes nada más son conductores de energías, carentes de profundidad y complejidad; vamos, son etiquetas que le sirven al espectador para identificar al muchacho chicho (perdón por el anacronismo), a su amigo, a su antagonista (casi siempre el malo) y a los estorbos y ayudas propios de estas historias.

Saco a relucir esto pues si de algo se jactan los creadores de muchas de las series actuales, lo importante es el personaje (excepto Juego de Tronos, luego les digo porqué); así que puedo suponer que la serie Westworld representa un salto cualitativo respecto de la película en la que se inspira.

Por lo pronto, ya tengo tarea para el fin de semana: ver la serie. Y la de El exorcista (sí soy fan de la novela y de la película, vaya hasta me gustan precuelas, secuelas y parodias –incluyo en estas la de Dónde está el exorcista y el capítulo de Shrek donde Pinocho es el poseso). Así que no me hablen, estaré en otro mundo.    

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