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De noche: la impartición de justicia

Fernando Cuevas de la Garza

De noche: la impartición de justicia


Dos miniseries notables abordan sendos casos en los que se va diluyendo paulatinamente el propósito de buscar la verdad de los acontecimientos. Tanto las partes acusadoras como las de la defensa terminan enfrascándose en su propia causa, intentando ajustar la realidad y la posible aparición de nuevas evidencias a su lógica discursiva: un claro problema que se repite con frecuencia, en cuanto a someter a la justicia a procesos legaloides que responden a otros intereses, pervirtiendo el sentido de los aparatos de estado en la materia.

Una noche de escándalos

American Crime Story, creada por Scott Alexander y Larry Karaszewski y producida por Brad Falchuk, Nina Jacobson, Ryan Murphy y Brad Simpson, surgió como la cara real de la moneda de American Horror Story. En su primera temporada, coproducida por John Travolta, retrata el abrumadoramente mediático juicio que se le llevó a cabo a O. J. Simpson, acusado de asesinar a su esposa, y que de acuerdo con algunos analistas de medios, dio inicio a la llamada televisión de realidad, dado el intenso seguimiento que hicieron las cadenas y las grandes audiencias que seguían en vivo el desarrollo de los acontecimientos, sobre todo a partir de la famosa persecución en la carretera.

En efecto, Todos vs. O. J. Simpson (People vs. O. J. Simpson, EU, 2016) es una miniserie basada en el libro de Jeffrey Toobin que desmenuza los factores extrajurídicos, además de recrear puntualmente los debates en el estrado y entre los equipos de abogados, que influyeron de manera notable en el desarrollo del juicio, tales como el contexto de tensión racial y el desprestigio de la policía, siempre aprovechado por la defensa, y el ambiente creado por los medios de comunicación, buscando más el rating a través de la explotación del morbo, que dar cuenta fidedigna del caso: de pronto, todos los involucrados jalaban agua para su molino sin preocuparse por los hechos, tal como reflexiona en un momento dado Robert Kardashian (David Schwimmer), amigo del histórico corredor de los Bills de Búfalo.

De manera admirable, la miniserie consigue involucrarnos y mantener la tensión a pesar de ya saberse el veredicto final, sobre todo gracias a un guion que se cuela en los detalles y entre bambalinas, potenciando el interés más en los procesos y las peripecias personales de los involucrados que en las resoluciones ya conocidas. Los desplazamientos de cámara, sobre todo en las secuencias del juicio, así como la edición precisa que va combinando los testimonios con escenas de soporte, fortalecen una puesta en escena que nos coloca cerca de los acontecimientos y nos permite palpar la forma en la que el caso desembocó en un show televisivo lleno de golpes bajos.

El reparto está encabezado por una gran actuación de Sarah Paulson (y su cabellera), dándole los matices necesarios a la vehemente fiscal Marcia Clark, atrapada en un conflicto familiar y apoyada por el idealista asistente Christopher Darden (Sterling K. Brown) y a ratos por su jefe (Bruce Greenwood); el elenco se completa con el propio Travolta, Nathan Lane y Courtney B. Vance como el equipo de abogados defensores, por Kenneth Choi en el papel del juez y por Cuba Gooding Jr. en plan efusivo como el acusado Simpson, siempre poniendo analogías de corredor: el cuadro actoral otorga a los respectivos personajes un destacado aire de verosimilitud, no obstante estar interpretando a personas que se volvieron sumamente mediáticas hacia la mitad de los noventa.

Una noche de eventos desafortunados

Realizada por el reconocido guionista y eventual director Steven Zaillian y por el escritor Richard Price, The Night Of (EU, 2016 - ) está basada en la serie británica Criminal Justice (2008-2009), integrada por dos temporadas. Tomando como base la misma premisa, se desarrolla el caso de un joven de origen paquistaní que toma sin permiso el taxi de su padre para ir a una reunión con amigos, pero en el camino se topa con una joven que lo invita a su casa, en donde celebran una pequeña fiesta de drogas, alcohol y sexo. A la mañana siguiente, el protagonista despierta en la mesa de la cocina y al subir para despedirse se da cuenta que su anfitriona ha sido asesinada: a partir de ahí empezará su calvario por las instancias judiciales neoyorquinas.

Nazir es un estudiante universitario común que se ve envuelto en una serie de eventos desafortunados que lo van transformando de forma creíble en otra persona, gracias también a la lograda actuación de Riz Ahmed, por medio de un arco dramático que pone de relieve cómo las estructuras e instituciones determinan al individuo. Su abogado, encarnado con plena desfachatez por un brillante John Turturro con todo y la rasquiña de los pies, forma parte de ese sistema omnívoro que aprovecha lo que sea para sobrevivir y, si se puede, ayudar un poco a los acusados: para ambos, la clave es estar en el momento y lugar (in)adecuados.

Alrededor de ellos está el detective del caso con un pie en el retiro (Bill Camp, sereno), un presidiario todopoderoso (Michael K. Williams, brutal y afectuoso), la fiscal del caso (Jeannie Berlin), una abogada que olfatea fama si logra representar al acusado (Glenne Headly, aborrecible) y su empleada (Amara Karan), además de los atónitos padres en crisis (Peyman Moaadi y Poorna Jagannathan) que toman silenciosas posturas en ocasiones contrarias entre sí, teniendo que decidir constantemente sin mucha información al respecto y con las dificultades étnicas del caso.

Como los mismos realizadores han apuntado, a lo largo de los ocho capítulos se buscó retratar el Nueva York hostil y cochambroso que sirvió de contexto a algunas obras maestras de los años setenta, aunque dándole un cierto toque de actualidad. La propuesta fotográfica en este sentido resulta esencial para ubicar los diferentes escenarios usualmente retratados con la luz apenas necesaria: incluso en las secuencias en exteriores prevalece un ambiente nublado, como si la justicia estuviera luchando por sobrevivir a las penumbras. Un gran thriller judicial que transpira realismo.

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