viernes. 19.04.2024
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Cien películas para una vida [III]

Rafael Cisneros

Cien películas para una vida [III]

80. OLDBOY (2003) de Park Chan-wook

Una de las grandes historias de venganza. Con los toques extrañísimos del cine de acción japonés, la cinta es tan grotesca como adictiva. Los detalles más asquerosos resultan hasta cierto punto lastimosos después del embrollo por el que debe pasar nuestro protagonista.

Víctima de circunstancias apenas controlables por las defensas del pasado y su rompecabezas, Oldboy es la ahora clásica historia del sujeto que, por cuestiones de venganza a desglosar, es encerrado durante quince años en una habitación con los recursos suficientes para enloquecer entre la comodidad de una buena cama y televisor, y la desesperación rutinaria del saber que no sabe el por qué se está prisionero. La cinta inicia como si de comedia ebria se tratase, para fluir continuamente como una intoxicación narrativa, una urgencia por terminarlo todo, surrealista, violenta hasta la médula y lógica aun con sus debidas exageraciones japonesas.

Contrario al thriller común, la cinta cobra potencia cuando se descubre, mucho antes de cumplir 60 minutos, quiénes son los culpables. De ahí parten los acosos a nuestra mente y un sinfín de reacciones boquiabiertas. Nunca vi que una cinta se entrometiera tanto con los recuerdos de una forma tan acosadora e insaciable, notable en sus hazañas fotográficas –ninguna de éstas gratuita–, que tornan inevitable el que los personajes, de tanto en tanto, realicen movimientos de ruptura con su realidad y sus reminiscencias. Brillante hasta lo exhaustivo, Oldboy es memorable por su narrativa y actuaciones, sus escenas trepidando de maestría y nerviosismo, y por ese trágico shock en su desenlace.

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79. LA MUERTE DE UN BURÓCRATA (1966) de Tomás Gutiérrez Alea

La comedia negra es el ataque y defensa ejemplar de cualquier valor en riesgo de aniquiliación. Cuando la indiferencia de las corrupciones burocráticas nos hacen resbalar en las peores circunstancias, no queda más que contar nuestra historia con la forma más honorable de representar una brutal tragedia. ¡Bendita sea siempre la comedia negra! La muerte de un burócrata fue una de esas cintas definitivas que descubres a plena universidad y se quedan grabadas en ti, ya sea por tus inquietudes sociales y personales del momento, o por el simple y sencillo hecho de que es cinematográficamente perfecta. La sola trama los volverá locos.

Situada en épocas prerrevolucionarias en una Cuba descompuesta, narra la historia de un obrero ejemplar que muere en un accidente de trabajo, cayendo en una máquina de su invención y siendo destrozado por ella. Al querer rendirle el perfecto homenaje, sus compañeros deciden enterrarlo con su carnet laboral como máxima representación de su labor. Pero su viuda, al querer reclamar la debida pensión, resulta que debe presentar el móndrigo carnet para dicha adquisición, y al haber sido enterrado con el muertito pues… de ahí en adelante todo es ida y vuelta entre volteretas, malentendidos y correderas, recorridas por un sobrino del difunto que debe lograr su exhumación legal para ayudar a su pobre y viuda tía. Si esto no llama su atención, no sé qué lo hará. Si al verla, no mueren de risa, francamente estimados lectores no sé qué lo hará.

Esta cinta nos llega a todos, amo cada escena y a su infortunado protagonista, le hace a uno despreciar a la humanidad al tiempo que ríes a carcajadas de sus pendejos trámites, y una vez llegados los créditos finales, deseas repetirla, esta vez con palomitas. Es una de las mejores comedias con las que he topado en mi vida.

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78. MATCH POINT (2005) de Woody Allen

Muchos especialistas en Woody Allen y estudiosos del cine en general irían por la vía segura y orgullosa. Por mi parte, debo quizás sonrojarme ante la casualidad que enlista mis predilectas del más grande de los artistas. Woody Allen sin duda forjó perfecciones tan básicas como Annie Hall, Manhattan, Hannah & Her Sisters, o favoritas tan irresistibles como The Purple Rose of Cairo, Midnight In Paris (la Purple Rose of Cairo del siglo XXI) o Mighty Aphrodite. Y con todo y que amo estas cintas, y que he visto incontables veces y seguiré viendo, mis favoritas de Woody se balancean entre las más payasas y las severamente serias, ya que en ambas residen, sin duda, su más enérgico trabajo: desde Sleeper y Love & Death (y en el medio Zelig) hasta las apocalípticas Husbands and Wives e Interiors. Pero de la nueva era de Woody, esas que datan de los últimos 17 años, mi favorita es sin duda Match Point.

Sin pena menciono esta cinta sobre otras tantas, teniendo en mi favor al propio Allen, quien la refirió como una de sus personales predilectas, argumentando que fue una cinta en la que todo, desde el rodaje hasta el guion y sus personajes, simple y sencillamente coincidieron en perfecta construcción. Cada cosa en su sitio, cada detalle oportuno, cada escena estructuralmente impecable, cada pelo erizándose y cada palma sudando en los momentos precisos. Sin un solo desnudo, es fácilmente de las cintas más eróticas que se hayan filmado. Las solas facciones de Jonathan Rhys-Meyers y Scarlett Johansson interactuando en conversaciones de café y dormitorio bastan para brindar una sensualidad nunca antes apreciada. Me atrevo a decir que ni siquiera la nouvelle vague logra tan sexy intimidad entre dos individuos fatales como lo hizo Allen. Aún viéndola por décima vez, hace un alboroto de nuestros nervios, nuestra excitación y nuestro intelecto. El suspense existencialista de Allen por excelencia, cardíaca y trepidante, una de sus mejores películas.

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77. THE MAN WHO WASN’T THERE (2001) de Joel & Ethan Coen

Los Coen, como es sabido, son genios creadores de personajes tan bien definidos, tan bien pulidos, tan bien desarrollados, que cada uno se transforma en su particular escuela de actuación y narrativa. Pues aquí está una de sus grandes obras: Ed Crane, interpretado por Billy Bob Thorton en lo que para mí es el papel de su vida. Es la historia de un peluquero que vive una vida de… de… con… para… ¿saben? Creo que sólo deberían verla. Me es difícil describir los extraordinarios pormenores de un hombre cuya pasmante particularidad es el hecho de que no tiene nada de extraordinario.

Un hombre indiferente que, al verse metido en el peor de los embrollos familiares, no se inmuta más que para relatarse a sí mismo la constancia de vivir y para fumar todo el tiempo. Ed Crane, murmurante, hombre de pocas palabras, cotidiano sin molestias, adaptado sin sorpresa y sin escándalos a las circunstancias de su tragedia, extrañamente atento con sus allegados (su forma de abrazar, digamos, es su propio silencio, el distanciamiento a toda reacción visible, y según la persona, en la insistencia por apoyar talentos – de nuevo participa una joven y hermosa Scarlett Johansson haciéndola de pianista colegiala, el único refugio anímico de Crane), es nada menos que la indiferencia andante, pero estilizada con las elegancias de su época (la California a final de los 40’s) y los monólogos cotidiano más fascinantes jamás escritos. Hombre que nos recuerda (no gratuitamente) al Extranjero de Camus, Ed Crane nos repleta de inquietante monotonía en una de las mejores películas de los Coen… y de todos los tiempos.

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76. THE LOST WEEKEND (1945) de Billy Wilder

Supe de esta película no gracias a un especial de Billy Wilder que alguna vez dieron en la televisión (donde mostraron Sunset Boulevard, One Two Three, Double Indemnity y The Apartment; todas bienamadas), sino por una vieja revista de CinePremiere que la anunciaban como Mejor Película de 1945. No llamaba mucho mi atención a pesar de haberme devorado todo el anterior repetorio de Wilder, probablemente porque la imaginaba como la historia de un detective incapaz de resolver un caso; esto por mi torpe interpretación de su título digno de un thriller policíaco y porque el poster lucía… pues, detectivesco. Cuando me enteré que en realidad trataba de un alcohólico derrumbándose hasta el abismo, le presté mayor interés. Sonará morboso, pero en realidad mi interés se basaba en una simple conclusión: ¡los Oscar galardonaron lo que me parecía ser un tema outsider, prohibido entre académicos, mal visto entre el público!

Cuántos Oscar haya recibido la cinta, le quedaron no solamente cortos, sino evanescentes, casi inexistentes. La cinta vale todo galardón habido y por haber, y creo que ya lo tiene: el pase permanente a la memoria cinematográfica. Don Birnam es un autor beodo que, luego de estropear un momento de calidad con su hermano, termina quedándose solo por un larguísimo fin de semana en su departamento neoyorquino, hallando la posibilidad de poner cartas sobre la mesa y escribir la novela que tanto decía escribir. Pero su alcoholismo se interpone entre el tiempo perdido, los recuerdos acosadores y alucinantes pesadillas. En general, la cinta es un mal sueño. Recuerdo que viéndola por primera vez, terminé mirando la pantalla anonadado, desperdigado, y con una dolorosa migraña, algo que probablemente sólo experimenten los adictos a alguna substancia. No lo sé. Perturbadora y narrativamente perfecta, The Lost Weekend es mi favorita de cuantas hizo el grandísimo Billy Wilder. Quien diga que la cinta tiene un final feliz… creo que no la vio del todo.

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75. LOST HIGHWAY (1997) de David Lynch

Esta cinta fue la que definió mi gusto por David Lynch. Ya había visto The Elephant Man y me había destrozado hasta las lágrimas (lo que agradezco inmensamente), y me había dejado perplejo con la novedad que fue Mulholland Drive. Pero fue Lost Highway la que confirmó la obsesión. Esa oscura y veloz carretera con la voz tétrica y resonante de David Bowie, fueron la perfecta apertura para involucrarme en una de las mejores pesadillas que he vivido. La he visto cerca de veinte veces y la vería otras veinte, y luego otras veinte después.

Aterradora hasta la más profunda satisfacción, es la historia de varias historias unidas, pero no a los estilos conocidos. Las historias contienen a los mismos personajes cruzándose en reencarnaciones, transformaciones y posesiones, donde los cuerpos se intercambian en delirios del ensueño sexual y la violenta realidad. Una pareja acaudalada que recibe misteriosas cintas en el portal de su casa, un asesinato que hace transbordar al protagonista en una death-row metamórfica, un hombre pálido que bien podría ser el diablo en persona, un mafioso salvaje y celoso de su peligrosa y misteriosa rubia, una casa productora de cintas snuff… La película es el perfecto sazón entre imágenes aparentemente inconexas y situaciones atmosféricas.

En cuanto a su mentado surrealismo, a mí me parece tan lineal como Blue Velvet, tan concisa como un gran suspense, tan ejemplar como una línea narrativa impecable.

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Aunque considerada entre las más “débiles” de Lynch (lo que sea que eso signifique), esta podría ser mi favorita del surrealista favorito del cine. Pero hay una que se lleva el primer lugar. Sin spoilers. Ya hablaremos de ella más adelante.

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74. KYNODONTAS (2009) de Yorgos Lanthimos

Aunque comparte la trama del Castillo de la Pureza de Arturo Ripstein, la historia de una familia griega que vive bajo un severo patriarcado que busca, si no proteger a sus hijos del mundo exterior, sí mantenerlos en eterno encierro, es una de las cintas más perturbadoras que he visto jamás. Doy fe ciega de su indiscutible lugar en el cine griego contemporáneo, y doy gracias a Yorgos Lanthimos por haber creado una ambientación tan horrenda al tiempo que magnífica, ahondando en temáticas de posesión, ignorancia, abuso y demencia. El patriarca brinda a su familia (madre e hijos: dos chicas y un chico) varias actividades que, en su monotonía, nos resultan fascinantemente incómodas, haciéndonos sentir una lástima injustificada y un temor inevitable. Los hijos son sometidos a rituales que en su universo lucen más como una gran aspiración, incluso como un autodescubrimiento... pero al reverso; arremedos de aprendizajes que, siendo como la educación de su patriarca les permitió ser, encuentran lógicos y comúnes.

Roger Ebert concedió un atinadísimo comentario a la composición visual de la cinta: “Su cinematografía luce como una serie de fotos familiares pero con algo mal en ellas”. Es verdad, cada toma representa un retrato que oculta lo indescriptiblemente espantoso.

La gran casa en la que viven se vuelve el último rincón de la Tierra, un lugar que luce como el límite de cuanta cordura conocemos, donde un avión sobrevolando la zona se vuelve simplemente un juguete al cual dispararle y ganarse como premio, o donde un gato es nombrado la criatura más peligrosa, o donde la palabra “mar” significa una silla y “escopeta” un hermoso pájaro blanco.

Esta cinta es también significativa al ser la última que vi días antes de acabar la universidad, y fue una maravilla el haberme topado con una predilecta entre predilectas antes de finalizar una larguísima y compensatoria etapa.

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73. JUDGEMENT AT NUREMBERG (1961) de Stanley Krammer

Cintas como 12 Angry Men, To Kill a Mockingbird, Anatomy of a Murder, In The Name of The Father, The Crucible y The Social Network, esos impresionantes court-room dramas son fundamentales en desarrollo narrativo, todo gracias a la fuerza de sus guiones y las actuaciones que interactúan en cuartos cerrados, donde la precisión y el valor del tiempo son nucleares para deliberar momentos absorventes. Todas estas cintas tienen la difícil faena de sostenerse a partir de largos diálogos que definen las causas y consecuencias de su respectiva historia. Para una clase de apreciación cinematográfica, no hay mayor ejemplificación que este tipo de historias. Pues bien, Judgement at Nuremberg es mi favorita del género.

Como indica el título, nos hallamos ante los juicios de la postguerra en 1947, donde cuatro nacionalsocialistas son juzgados por los crímenes contra la humanidad iniciados por Hitler, por allá de 1933. Con duración de tres horas, cada minuto es experimentado sin el menor tedio. El peso de las horas se siente, pero éste es su mayor atributo; no deseas que la cinta termine, nunca, o al menos deseas una considerable extensión del juicio.

Gracias a las icónicas actuaciones del reparto, entre los que se cuentan Maximillian Schell, Marlene Dietrich, Montgomery Clift, Richard Widmark, Spencer Tracy y Burt Lancaster, de una dirección impecable y uno de esos grandes guiones de la historia, Judgement at Nuremberg es tan adictiva como necesaria, ya sea para retomar temáticas morales del más retomado conflicto bélico en la Historia, como para disfrutar de las presiones de un juicio eternizante.

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72. JACOB’S LADDER (1990) de Adrian Lyne

“Dream on”, murmura una voz de pesadilla al protagonista, Jacob, interpretado por el mejor Tim Robbins de su carrera. “Dream on”, dice, dándonos cuenta que todo está perdido, no hay marcha atrás, y la vida se nos desmorona en trozos de carne ensangrentados. Adrian Lyne, el responsable de joyas como Fatal Attraction y la versión noventera de Lolita, dirige la historia de un veterano de Vietnam que intenta averiguar el motivo de grotescas apariciones y saltos del presente al pasado, desorientado y con sospechas de haber formado parte de un extraño experimento estando en la guerra. Yendo de un lado a otro con viejos compañeros de batalla, y entre las consternaciones de su cariñosa y comprensiva amante (una brillante Elizabeth Peña) y los recuerdos inevitables de su familia, Jacob afronta el infierno para buscar respuestas que, aunque saberlas acarrearía su condena, es forzado a conocer al no tener más opciones, viviendo un purgatorio que le costará el alma.

Las circunstancias y el ritmo que las construye, brindan con espantosa presición la atmósfera de las pesadillas; así es como lucen mis peores momentos, terminarás afirmando. Así es como lucen las pesadillas, así son sus texturas, sus luces, su peso, su ambiente, sus formas, sus detalles, desde la podredumbre de sus pasillos hasta el rostro de quienes las habitan; esto es exactamente lo que me acosa de noche, cada vez que tengo miedo de perderme en el peor sueño. Junto a cintas como Melancholie Der Engel, Irreversible o Gozu, ésta es una de esas perfectas manifestaciones del sueño a la cinematografía, donde las ambientaciones no parecen haber sido producidas por un equipo de filmación, sino por nuestros subconscientes. Tanto así, que es ya común referir esta cinta como inspiración conceptual para survival horror games, como los clásicos Silent Hill 2, Siren y Amnesia: The Dark Descent. Pues la referencia es verídica y atinada, pues Jacob’s Ladder es, exactamente, lo que uno imagina que es el infierno.

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71. THE INCREDIBLE SHRINKING MAN (1957) de Jack Arnold

Mi aventura favorita en blanco y negro. Joya de los 50, con efectos especiales que ya quisiera producir el CGI más avanzado, la cinta del director de Tarantula y The Creature from The Black Lagoon, luce como un film de acción que, conforme se agrandan los momentos críticos, se transforma en todo un manifiesto existencialista. Es la historia de Robert Scott Carey, un hombre de negocios que al pasar vacaciones con su esposa en el bote de su hermano, es víctima de un fenómeno inexplicable que, meses más tarde, comienza a encogerlo constante e irremediablemente. Scott y su esposa afrontan la tortuosa situación de su encogimiento, llegando a los grados de la resignación que terminará por arriesgar todas sus creencias y esperanzas. Scott debe adaptarse a los nuevos peligros de ser una criatura minúscula, siendo cada vez más vulnerable a los rincones de su propia casa. La superviviencia es constante, ya que el infortunado pero determinado Scott debe afrontar las angustias del hambre, la persecusión de una araña y la irreversible verdad que se le ha concedido. Hay tanta filosofía en esta 1 hora y 20 minutos de aventura que en el cine de Tarkovsky, Bergman, Romher, Linklater y nómbrese a más.

Cabe destacar el atrevimiento de afirmar que el memorable final de la cinta, comparte la exploración humana y científica de 2001: A Space Odyssey. Es así de buena.

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C O N T I N U A R Á

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Rafael Cisneros
(León, Guanajuato, 1988) es escritor y cinéfilo. Ha producido, dirigido y editado numerosos videos para publicidad, grupos pop y cortometrajes artísticos. Ha publicado, bajo varios seudónimos, numerosos cuentos.

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