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Historia de vampiros para jovencitas

Andrés Baldíos

Historia de vampiros para jovencitas

Después de prometerle la vida eterna, el muchacho pálido de facciones gruesas, voz grave y roncada, ojos pardos de sensualidad ataviada, dialéctica sensible y musculatura griega, llevó a su amada a la cama. Ahí le dio de beber su sangriento elixir de eternidad mientras se rozaban desnudos, uniéndose al unísono como… ¡como el río y el mar! ¡Sí! ¡Buena esa, ¿no?

El transcurso ahí fue mágico, tal como en los cuentos.

Al día siguiente (con ventanas cerradas y cortinas tan negras como pudieron conseguirse), no dejaron de contemplarse el uno al otro. La muchacha no restringió lágrima alguna y el muchacho vampiro le comentó que esas serían sus últimas lágrimas, ya que los inmortales no lloraban. Ella expandió su llanto y lo disfrutó tanto que lo olvidó al instante de terminarlo. El muchacho vampiro la miró con la frivolidad de los artesanos principiantes y la besó innumerables veces. Profundizaron continuamente en el ardor hasta la llegada de la noche, en la cual pasearon brincando de tejado en tejado, disfrutando la sensación de próximas aventuras y desafíos.

Pero al muy cabrón se le olvidó el condón.

Siendo un ente inmortal, y sorpresivamente ignorante (a pesar de su extensa cantidad de años sobre la tierra) de la todavía más alocada juventud de los nuevos años, drenó la suficiente secreción sempiterna como para alimentar un regimiento de putas sin la necesidad de hacer fila. Confiado de su pasión momentánea, se dejó venir con relativamente todo lo que tenía. Un muerto sin sangre, pero con autosuficiencia en la panocha. ¿Tiene sentido? Para las excusas del género romántico ligado tenuemente a lo fantástico, lo tiene.

Sí, sí, se le salió lo medieval esa noche.

Actualmente viven con los padres de la muchacha, quienes la mantienen mientras el muchacho vampiro sale todas las noches a buscar un empleo nocturno. (Jeje, es gracioso porque, jeje, no puede salir de día; el empleo más probable es el de velador o desilusionador).

No pasa un solo día en el que el muchacho vampiro no deje de anhelar la llegada de contrincantes que se atrevan a capturar a su amada e ir a su rescate… la cual, por cierto, se ha hartando de su reciente adquisición: vida eterna al lado de un eterno desempleado y un hijo que en unos setenta años podría convertirse en su abuelo.

Como detalle extra: la muchacha estaría destinada a tener hijos continuamente, para toda la eternidad. Viviría de hospital en hospital, de cama en cama, incapaz de moverse… porque el semen de su muy querido vampiro era… pues… ya saben… eterno.

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Andrés Baldíos
es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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