miércoles. 17.04.2024
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El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

Jaime Panqueva

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

Vuelvo a una tarde de agosto de 1889, a un salón del lujoso hotel Langham de Londres. Joseph Marshall Stoddart, un norteamericano que busca escritores para editar una versión británica de la revista mensual Lippincott de Filadelfia, se sienta junto a Arthur Conan Doyle y el prodigioso dandi Oscar Wilde. El contraste no podía ser más fuerte, pues el primero, un médico modesto, medianamente conocido por acabar de parir a Sherlock Holmes, palidece frente a la gran luminaria de la corriente esteticista inglesa. La charla fue muy cordial, según menciona Doyle en sus memorias; Wilde había leído su Micah Clarke, una novela completamente olvidada hoy, y le felicitó por ello (por haberla escrito, claro). Según algunos expertos, el personaje de Thaddeus Sholto que Doyle incluiría en su siguiente nouvelle, El signo de los cuatro, es una reminiscencia caricaturesca de Wilde.

De aquella tarde, Stoddart logra el compromiso del irlandés de publicar su primera novela, que saldrá publicada casi un año después, en la edición de julio de 1890, en trece capítulos, debido a la censura impuesta por el editor. (La versión original sin censura fue publicada en 2011 por la Harvard University Press). Aún con ello la crítica fue muy dura, catalogando la novela de nauseabunda, contaminante, afeminada o sucia. Música para los oídos de Wilde, que ya estaba acostumbrado a ese tipo de recepciones: “Recibo los elogios con humildad, pero cuando me atacan me siento en las estrellas”, dijo, por ejemplo, al respecto de caricaturas que se burlaban de sus actitudes.

Al año siguiente, en abril de 1891, Ward Lock & Co publicaría la versión final que conocemos de El retrato de Dorian Gray, ampliada a veinte capítulos que permitieron delinear mejor la trama y los personajes.

Mi recomendación de este clásico sobre los dilemas morales, la culpa, la trasgresión, la búsqueda de las pasiones y la eterna juventud, sigue vigente en una época poblada ya no de dandis, sino de mirreyes y chavorrucos, y obedece a la nueva edición de Mirlo Editorial, con la traducción de Pablo Varto e ilustraciones muy poderosas de Héctor Falcón. Para acercarse a la obra también ayudan los prólogos, uno traducido por Enrique Serna y otro del recién desaparecido Eusebio Ruvalcaba. Lléguenle.

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