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Deep Shadows: el perfecto intento de Little Ann

Esteban Cisneros

Deep Shadows: el perfecto intento de Little Ann

If it doesn’t work out, I tried, dijo Little Ann. Gracias, Little Ann.

 

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Hay tan poca vida y tanto que escuchar. Cuántas canciones perdidas nunca llegarán a nuestros oídos. Cuántos discos maravillosos se quedarán en espera porque hay otros sonando en la tornamesa. Cuánta Música Importante se ha quedado en ese extraño limbo entre los generalmente vulgares gustos del mainstream y el permanente hipsterismo del underground, condenada al olvido y esperando una reivindicación que posiblemente no vendrá.

Ann Elizabeth Fridgeford, nacida en Chicago en 1957, comenzó su carrera de cantante como muchas otras voces soul, cantando en clubes llenos de humo y circuitos de salas de baile cuando su familia se mudó a Detroit, ciudad del motor y de la Música. Desde pequeña cantaba, inspirada en la música de su iglesia y en cierta mujer, Aretha Franklin. Era lo que había: cantar, porque así es la vida y si no la puedes cambiar, canta. Como hija menor de una familia grande, le apodaban Little Ann. Y ése fue el nombre que utilizó cuando comenzaba a prometerse una carrera cantando: Little Ann. Y con toda la ilusión que podía permitirse, escribió a su madre en una carta: “Si no funciona, lo intenté.”

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Little Ann, esa pequeña promesa, comenzó entonces una historia que, desafortunadamente, es bastante común. Dejó todo por la música. Comenzó a trabajar con Dave Hamilton, un session man para Motown (la disquera más influyente de los 60), en su estudio en la calle Philadelphia. Grabó algunas tomas, escribió algunas canciones y se puso a ello en cuerpo y, sobre todo, alma. Todo apuntaba a ser un hit, pues Hamilton se había ganado los favores de Berry Gordy, fundador y presidente de Motown, y su reputación era gigante en la comunidad soul. Y Little Ann cantaba y componía como el que más.

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En la producción estaba Darrell Goolsby, socio de Hamilton y con quien había grabado y compuesto varios cortes soul. El éxito, de cualquier modo, no les estaba reservado, porque no lograron demasiadas ventas con sus hits anteriores (aunque hoy se cotizan bien en el mercado de los coleccionistas). Cuando Little Ann llegó, creyeron que era El Momento. Todo estaba listo para ella: la experiencia, el gran oído, las impecables canciones, los excelentes músicos…

Pero las cosas comenzaron a complicarse. Hamilton cedió los derechos para un single a Ric-Tic, disquera de Detroit. “Going Down A One Way Street” fue la canción que se cortó en 7”. El jefe de la disquera aceptó el trato sólo si se le cambiaba la letra y se grababa un instrumental en la cara B. Era 1968. El lanzamiento de más singles o del ansiado LP de Little Ann se vio frustrado por malas jugadas del destino y desafortunadas decisiones. Little Ann vio, destrozada, cómo su carrera y su mundo se caían. Las grabaciones fueron archivadas y no se supo más de ellas. Ann continuó su carrera cantando en vivo en clubes y en salones de baile, incluso en Canadá. En 1977 se dio por vencida y terminó trabajando en el otro gran negocio de Detroit, además de la música soul: la fábrica de motores Ford.

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Más o menos en esa época, del otro lado del mundo, Little Ann sonaba en las pistas de baile. Y ella ni enterada. Nadie, en realidad. En uno de esos misterios de la vida, un acetato de prueba cayó en las manos de un coleccionista y DJ en plena efervescencia de la escena Northern Soul: ingleses blancos, generalmente del norte, bailando toda la noche discos raros americanos de soul (generalmente de disqueras pequeñas y oscuras), tragando anfetaminas como popcorn el cinéfilo, haciendo acrobacias y tratando de descubrir La Próxima Cosa Grande, el Santo Grial de la música, ese disco perdido y raro que daría respuesta a la Pregunta Primordial (¿42?) El disco en cuestión no tenía datos en la etiqueta que aclararan la identidad de la cantante ni el título: una práctica común entre los DJ’s de la época, para evitar pirateos, era poner una etiqueta con nombre y título falsos. Así que este acetato pasó a la historia conocido como “When He’s Not Around” de una tal Rose Valentine.

Fue hasta la década de los 90 cuando un par de fanáticos (y entendidos) del soul visitaron a Dave Hamilton en su casa. Pasaban la tarde hablando de discos mientras escuchaban la nutrida colección de discos de Hamilton, cuando sonó algo que les pareció vagamente familiar. Pidieron escucharlo de nuevo. Muy familiar, ahora. Por fin dieron: era el famoso cover-up, la tal Rose Valentine, y querían saber la verdad. La Verdad.

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La canción se llamaba “What Should I Do”. La cantante, Little Ann. Y Hamilton les contó la historia que ya sabemos, a detalle y no con poca nostalgia. Ahí tenía, aún guardadas, las grabaciones de la Pequeña Ann, una potencial obra maestra bajo el polvo y los papeles. Ace Records, especializada en reediciones y rarezas del estilo, compró las grabaciones y comenzaron a aparecer en recopilados. El interés resurgió. Little Ann pudo actuar, treinta-y-tantos años después de su decepción, ante un público inglés que se rindió ante ella. Su LP perdido, Deep Shadows, fue reeditado en Simmion y, aún hoy, puede conseguirse en ansiado vinilo a un precio accesible. Little Ann lo logró, al fin. Aunque fue breve, pues murió en 2003.

If it doesn’t work out, I tried, dijo Little Ann. El intento, al final, funcionó. Gracias, Little Ann.

C/S.

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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