viernes. 19.04.2024
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Instrucciones para ir al cine solo

Ralf Ortiz

Instrucciones para ir al cine solo

I

Primero es cosa de tener entre ocho y diez años (o sea, nueve) y que sean los años 70. Es importante que tu familia ame el futbol y cada domingo al medio día vayan a ver a los Santos de San Luis. A ti te aburre terriblemente. Tú quieres ir a la matiné de los domingos.

Es difícil estar contra toda la familia. Negocias con tus padres para llegar a un acuerdo. El siguiente domingo, camino al estadio, te dejan en el Cine Avenida. En lo que empieza la función te quedas en la taquilla con la señorita Queta, ya que aún es temprano para entrar. A la hora precisa, Don Javier, el boletero, baja esa preciosa escalera Art Déco por ti. Te acompaña hasta la dulcería para que compres tu Pop de limón y una bolsita de malvaviscos. Es necesario que te recuerde que no debes meter el pie a los chamaquillos que corren por los pasillos durante el intermedio.

Al terminar las dos películas bajas a la taquilla a esperar a la familia para ir a comer.

De no haber hecho eso cada domingo, me hubiera perdido de varias maravillas cinematográficas como la serie de Los Tres Supermanes dobladas al inglés, las de Terence Hill y Bud Spencer, joyas de las artes marciales de Bruce Li y de Bruce Lee y varias de Disney. En el Cine Avenida no pasaban películas mexicanas, no que yo recuerde.

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Y sí: sí les metía el pie a los chavillos que corrían por el pasillo.

II

Estudiaba en una escuela católica, pero la religión no es algo que me entusiasme o llame la atención. Los días de misa todo el colegio asiste a la capilla. Esas misas de inicio de mes eran la oportunidad perfecta para echarse la pinta. El primer paso era distraer a Chelita, la secretaria del director. Ese engaño y la salida ilícita de la escuela eran cosa fácil. Quizá Chelita prefería dejarme escapar a tener que llamar a mi madre porque me había quedado dormido en misa.

Ya en la calle, era necesario bajar hasta Avenida Carranza para caminar o tomar un “Morales” hasta el centro, dependiendo del tiempo. La mejor matiné de vagos era la del cine Hidalgo. Ahí ponían tres (¡TRES!) películas, generalmente del Santo o Tin Tan, pura acción y comedia. Otra ventaja era que el Hidalgo quedaba completamente fuera de las rutas de mi padre y a un par de cuadras de la sastrería de mi abuelo paterno. Al terminar la función, me iba con él, y esos días tomábamos un taxi a la casa, en lugar del camión.

No se puede comparar ver a las mujeres vampiro en una pantalla gigante. ¡Esas caderas! Y no me refiero a la versión en la que aparecían desnudas. Ya con sus negligés cortitos prendían mi adolescente imaginación y hormonas.

Ya en 2017, creo que no somos muchos los que podemos presumir haber visto en pantalla de cine grande (y desde un proyector real) a Tin Tan bailar con Tongolele, o a Pedro Infante hacer las suertes del escuadrón acrobático en ATM (#PúdreteTomCruise). Quien haya conocido la filmografía del Santo en la televisión o en Beta, VHS o DVD, sabe que un heroísmo como ese se merece que lo veas en la oscuridad de una sala antigua de cine. A fin de cuentas, creo que aprendí más de todas esas historias que lo que me perdí al fugarme de la escuela, aunque mi madre haya tenido que ir en más de una ocasión a poner (como ella decía) su “cara de baqueta”.

III

En un cine de Pomona, California, hay un chavillo que se acaba de bajar del autobús y escucha música en su Walkman. Casi no hay gente en la fila porque es martes y es la primera función. Paga su boleto y va y se sienta solo a medio cine. La película es 1941 con John Belushi, y hasta sale John Candy, que para él son como el Santo y Blue Demon de la comedia. Ve la película tres veces seguidas. Nadie le dice nada.

Sale del cine, se sube al camión, se pone sus audífonos y va de regreso  a casa en silencio. Años después, el chavo se entera que el director de esa película es el mismísimo Steven Spielberg.

De la misma manera ve, a veces viajando al cine en su bicicleta Beach Cruiser, The Blues Brothers, Mad Max: The Road Warrior o URGH! A Music War. No es falta de compañía. Las quiere ver ese día y ese día las ve.

IV

Mira, no necesitas pretextos para irte al cine sin nadie más.

Tus amigos son fresones. Va a estar muy difícil que los convenzas de que te acompañen a ver La Naranja Mecánica en el San Luis 70. Tú la quieres ver otra vez. Súbete a tu Vespa Ciao y lánzate.

El Festival de Cine Chicano llegó a San Luis Potosí como por milagro. En el lobby conoces a una dama que sí entiende la onda de Zoot Suit y tiene el soundtrack. Un día te la encuentras en una papelería y deciden ir a ver Volver al futuro en ese momento. Ella te recuerda que ya no tienen por qué ir al cine solos.

Cuando ya se acaba la relación te enteras que en el Cine Avenida está Last Man Standing, que es un tributo gangsteril a Yojimbo. Ni modo que no vayas sólo porque no se te ocurre a quién invitar. ¿Cómo que te perdiste de Pulp Fiction?

Si no vas al cine solo de vez en cuando, te pierdes más que sólo las películas.

***
Rafael Ortiz Aguirre
 (San Luis Potosí, 1963) es doctor en cool, punk añejo, musicómano sin cura, entusiasta de la lucha libre y el futbol americano y escritor pop. Ha trabajado en la radio, es profesor de inglés, escritor de cuentos cortos y chef amateur.

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