Es lo Cotidiano

EL PARIETAL DE CHOMSKY (COMUNICACIÓN Y LENGUAJE)

La sonrisa, un código en el lenguaje de la conducta no verbal

José Manuel Ibarra Cruz

La sonrisa, un código en el lenguaje de la conducta no verbal


Mi lenguaje es un adulto civilizado y mi cuerpo un niño caprichoso.
R. Barthes[1]

 

Tomando en cuenta que todos los humanos somos capaces de sonreír, es necesario saber desde cuándo. Se ha investigado lo suficiente del tema como para no tener noción del mismo. Sonreír es base y clave dentro de la comunicación de muchos de los seres vivos, principalmente, del humano. ¿Qué humano no ha sonreído jamás? ¿Qué motiva la sonrisa? ¿Cuándo es más usada la sonrisa, es decir, en qué tipo de circunstancias? ¿Son aceptadas como buenas las variantes de la sonrisa?

En las presentes líneas se tratará de responder cada una de las cuestiones anteriores, todo ello para que los humanos en general tomen conciencia y noción sobre lo que es sonreír. Muchos dirán que el tema no es de vital importancia y habrá quienes consideren que el tema no es, en lo más mínimo, importante. El estudio que se presenta aquí no busca llamar la atención plena de todo humano, no obstante es para ellos dirigido. La sonrisa, al igual que las palabras aquí plasmadas, comunica.

Todo ser humano que vive ha sonreído o lo hará. Unos sonríen más que otros; no obstante, todos lo hacen, algunas sonrisas son amenas a la vista, otras no lo son. La vista es el sentido que nos permite detectar qué y cómo es una sonrisa. Lo más común es que la sonrisa sea lo primero que veamos al nacer; aprendemos a sonreír imitando de modo inconsciente lo que nuestros padres hicieron, nosotros la valoramos como cosa buena y grata.

A diario veremos que alguien sonríe, ignoramos el por qué lo hace, pero es cosa de diario, se puede decir que no habrá día de la vida en que alguien no sonría. Al decir que la sonrisa es cosa casi normal en la vida diaria es imposible negarse a saber cómo nos afecta, a los humanos, seres que la practicamos. José Parejo en su introducción al libro de Comunicación no verbal y educación[2] dice que adentrarnos en el lenguaje no verbal de la enseñanza quizás permita, en primer lugar, conocer y entender un mundo que está ahí afectándonos (con miles de afectos).

El presente trabajo busca un fin similar: afectar con afectos. La sonrisa es una muestra de afecto que nos marca de por vida, es decir, nos afecta, daña y perjudica, de la manera más positiva, y lo positivo es cosa no fácil de olvidar.

Flora Davis en La comunicación no verbal nos dice que el equipo de Birgnigham al estudiar las expresiones de los niños encontró que “hay ocho maneras de sonreír y cada una de ellas se emplea en una situación particular”,[3] también hace la observación de que esos modos de sonreír pueden pasar a la vida adulta casi sin sufrir alteración.[4] Ya se dijo que lo bueno no se olvida fácilmente, por lo regular, todo lo que le sucede al humano mientras es bueno y agradable.

Saber desde cuándo los humanos asimilan la sonrisa como algo normal y propio es sumamente importante para entender los ocho tipos de sonrisa detectados por el equipo de Birgnigham. Mark Knapp afirma que, aunque el bebé se fije en pocos rasgos faciales, la plena exploración facial no comienza sino entre el tercero y el sexto mes. Mas o menos a mediados del primer año de vida tienen lugar ciertas discriminaciones de algunos aspectos de las expresiones faciales y hacia el final del primer año es probable que se reconozcan bastante bien las expresiones faciales, al menos en la medida en que vayan acompañadas de gestos y vocalizaciones adecuadas.[5]

Con esto queda claro que los niños no aprenden de manera espontánea a sonreír, los padres, que son los ejemplos más próximos a ellos, son los que enseñan a realizar dicho gesto. Al nacer un niño la madre desea conocerle de inmediato y lo primero que hace al tenerlo entre sus brazos es sonreír, mientras le canta y lo acaricia. La sonrisa queda grabada en la mente del bebé porque las circunstancias fueron agradables.

Mientras más niño se es, mucho más fácil es reconocer sólo la sonrisa[6] como una expresión de afecto, cariño o respeto, al haber sido la sonrisa la primera expresión facial asimilada, lo más obvio es que sea la primera que se recuerde. Knapp sostiene que la sonrisa es una respuesta refleja que tiene lugar muy pronto en la vida. Sin embargo, la primera sonrisa social probablemente tiene lugar entre el segundo y el cuarto mes. Al parecer, la risa se manifiesta más tarde que la sonrisa. Las personas familiares al niño pueden provocar la risa mediante estimulación táctil (cosquilleo) antes de ese momento, pero la risa sin estimulación táctil no parece presentarse hasta el final del primer año.[7]

Si no se estimula a un niño de la manera correcta, tal vez su comunicación no verbal a través de la sonrisa no sea la más adecuada o ni siquiera logre comunicar lo que desea. Se diferencia la risa de la sonrisa debido a que la primera surge únicamente a partir del estímulo físico, mientras que la sonrisa es una imitación de un gesto que resultó ameno en la infancia.

Ha de saberse que, según Jones, “el repertorio no verbal de los niños mientras juegan es mucho más rico en señales”[8] que cuando sólo está frente al televisor o realizando otras actividades que piden menos el uso de la comunicación gestual y la interacción con otros. Por lo regular, cuando los niños se deciden a jugar, les basta con sonreír y los demás asimilan lo que se quiere. La sonrisa que más se adapata a este comportamiento, según el equipo de Birgnigham, es “con la boca abierta pero sin mostrar los dientes”.[9] Este tipo de sonrisa es la que se acepta como la iniciadora de la mejor compañía y, por ende, la que logra la mejor unión para el juego. Los niños sonríen al jugar y lo mismo hacen para jugar.

Se ha dicho que existen ocho tipos de sonrisas, una ya ha sido mencionada, las faltantes son: 1) la que se emplea al saludarse con formalidad, en la que sólo se levantan los labios, 2) la empleada para saludar a los familiares o conocidos, donde sólo se dejan ver los dientes superiores, 3) la del labio superior, 4) la del labio hacia dentro, 5) la sonrisa ancha que deja ver tanto dientes inferiores como superiores, 6) la sonrisa no sociable o simple por enigmática, como la de la Gioconda y, por último, 7) la sonrisa fría.[10] Todas la variantes de sonrisa son ineluctables a la hora en que los niños se comunican, la variación depende de las circunstancias en las que se esté dando la comunicación entre los niños hablantes, si están en conflicto no habrá sonrisa, habrá gestos de desprecio.

Si “toda sonrisa es un nexo entre el contacto y la afirmación”,[11] sólo se aprende a sonreír gracias a que se convive con seres capaces de hacerlo. Si los padres de un niño no saben sonreír, ellos tampoco lo harán. El estímulo que se recibe de la sonrisa a través de los ojos es de los mejores que han de existir, la sonrisa levanta el ánimo hasta en los peores momentos. A esto Flora Davis afirma que las palabras son hermosas, fascinantes e importantes, pero las hemos sobrestimado en exceso, ya que no representan la totalidad, ni siquiera la mitad del mensaje. […] Las palabras pueden ser muy bien lo que emplea el hombre (y la mujer) cuando le falta todo lo demás.[12]

Queda claro que si no existiese el habla sería posible la comunicación, lo único que la puede impedir somos los mismos humanos, los que le damos valor a todo. Coloquialmente se dice que una sonrisa vale más que mil palabras, los gestos expresan más que las palabras, me atrevo a decir. La palabra es entendida gracias a los gestos que se articulan mientras se habla; de los gestos, quizá el más importante y que más expresa es la sonrisa: una mueca.

En síntesis, aquí se ha pretendido que los lectores conozcan el porqué de la sonrisa y desde cuándo somos capaces de asimilarla como parte de nuestras vidas para poder emplearla en la comunicación de la vida diaria. Se ha referido cómo los humanos aprenden a sonreír: por imitación al gesto agradable que les hace la madre al momento de mimarlos; no obstante, la verdadera sonrisa social de un niño se da hasta pasados los primeros dos meses de su nacimiento, antes de ese periodo los niños no son conscientes de lo que es en verdad una sonrisa.

De entre ocho diferentes tipos de sonrisas, aquí sólo se explica sutilmente la de la boca abierta, que es la que emplean los niños para llevar a cobo sus juegos. Me atrevo a pensar que ha quedado claro que la comunicación no verbal entre los niños es mucho mayor cuando se encuentran jugando que cuando están haciendo otras actividades.

Repito la observación de que la sonrisa, como lenguaje no verbal, comunica más que las palabras, y que de hecho, sería posible comunicarnos si no existiera la palabra ya que esta requiere de ademanes para que sea mejor comprendida y asimilada en todo lo que nos refiere. Todo lo expresado con palabras es acompañado por gestos y/o posturas, pero las posturas y los gestos que comunican no necesariamente son acompañados por palabras. Ahora veo un mimo, ahora siento un mimo.

Se puede asegurar que el lenguaje no verbal es tanto o más completo que el lenguaje hablado y que, por lo tanto, es importante su estudio. Con lo antedicho es posible invitar a los expertos en comunicación a que se interesen en el estudio de la comunicación no verbal en combinación con el lenguaje oral (hablado) de la sociedad actual. Sería muy interesante que se conociera de manera correcta, aunque fuera a  nivel general, qué es lo que quieren decir los jóvenes con las señas, los gritos y los silbidos.

 

[1] Tomado de José Parejo, Comunicación no verbal y educación, España, Paidós, 2008, p. 11.

[2] Ibid., p. 12.

[3] Flora Davis,  La comunicación no verbal, Alianza, España, 2002, p. 207.

[4] Idem.

[5] Mark Knapp, La comunicación no verbal, Paidós, México, 2007, p. 73.

[6] Idem. De un estudio donde a más de cuatrocientos niños de tres a catorce años, «el grupo más joven sólo pudo reconocer correctamente la sonrisa». Por eso se puede afirmar que la sonrisa es lo primero que aprenden los niños y que es, también, la forma de expresión más completa debido a que es la más arraigada en las mentes humanas.

[7] Ibid., p., 74.

[8] Flora Davis, op. cit., p. 206.

[9] Ibid., p. 205.

[10] Cfr. Flora Davis, op. cit., pp. 207-209.

[11] Ibid., p. 210.

[12] Ibid., p. 201.