Es lo Cotidiano

La extinción del arquitecto

Moisés Damián Hernández Rangel

La extinción del arquitecto

 

Cuando uno se pregunta sobre el futuro de la Arquitectura,
uno no puede menos que contestar, no podía ser de otra manera,
que el futuro está en las ideas. En el pensamiento y en las manos
que los arquitectos capaces de generar estas ideas y levantarlas,
de ponerlas en pie, de construirlas.

(Baeza, 1996)

Gráfico extinción del arquitectoLa historia de la evolución del arquitecto ha escalado muchos peldaños a lo largo de la historia de la humanidad. A partir del momento en que el ser humano buscó refugiarse de las inclemencias del tiempo hace aproximadamente 600 mil años, hasta la aparición de las primeras teorías modernas de la arquitectura hace poco más de un siglo, el arquitecto había sido considerado como un filósofo, gobernante, deidad, religioso y artista. Esa necesidad de “romper paradigmas” sobre la que se centraba la modernidad en la arquitectura, terminaría actuando como un catalizador que activaría el inicio del ocaso de la profesión tal y como se conocía hasta ese momento.

El ejercicio de la arquitectura se ha ido limitando cada vez más con el paso del tiempo; pero no me malentiendan, dicha limitación se ha ido manifestando con la expansión de la práctica hacia otros campos en los que no se había incursionado previamente. Pareciera que nos hemos esforzado demasiado en recoger los pedazos de esos paradigmas que el movimiento moderno destruyó, utilizándolos para crear otros nuevos, pero auto destruibles. La velocidad con la que la que nuestra profesión está evolucionando va abriendo nuevos caminos para su ejercicio; caminos que cada vez se van alejando más de lo que solíamos identificar como nuestro rol como arquitectos.

El futuro de la arquitectura está en las ideas, así lo afirma Campo Baeza, pero al mismo tiempo se encuentra en los arquitectos, quienes son los encargados de generar dichas ideas y hacerlas realidad (Baeza, 1996). Una idea tan romántica como realista, tan precisa como abstracta y tan efímera, sobre todo en los últimos tiempos. La arquitectura hoy en día se encuentra cada vez más en manos de burócratas, programadores, desarrolladores inmobiliarios y diseñadores de software, que han tratado de colocar al arquitecto en el nivel de una herramienta, necesaria pero no indispensable para la producción de arquitectura.

En unos tiempos en los que la discusión de los arquitectos debería de estar centrada en las percepciones y sentimientos de la gente, estamos más enfocados en comercializar y parametrizar la arquitectura. Se observa en las esferas burocráticas en las que es una práctica recurrente el recortar y abaratar la producción de arquitectura con el pretexto de hacerla “más eficaz”. Quizás para sus bolsillos e interés los sea, pero no para la sociedad que la demanda. Se observa también en las facultades, en las que los alumnos se encuentran más preocupados por saber controlar y manipular un software antes que entender el cómo y el porqué de las cuestiones arquitectónicas, con el pretexto de no querer quedarse atrás al momento de sufrir la competencia de su ejercicio profesional.

El arquitecto se ha convertido en el espécimen raro que debe de poseer –y comprobar– habilidades en el manejo de softwares “de diseño”, experiencia en el campo de los costos y presupuestos, de la dirección y ejecución de obra, en estimaciones –saber cobrar–  y conocimiento en instalaciones e ingenierías. Todo esto sin tomar en cuenta que debe mostrar habilidades de chofer y, sobre todo, resistir y tolerar la frustración. Es extraño que no se busquen arquitectos por sus habilidades para investigar, analizar, conceptualizar y diseñar; tal parece que, actualmente, nuestro rol es operativo y no intelectual –el de las ideas–.

El arquitecto, tal y como lo conocíamos hasta hace un par de lustros, no ha ido evolucionando, sino que se ha transformado de manera drástica. El arquitecto artista no existe más. Ahora predomina el arquitecto técnico, ese que mayoritariamente tiene por objetivo –en el mejor de los casos– el ser un excelente profesional, cumplir con los plazos y obtener la mejor ganancia de ello. Continuamos inmersos en una vorágine en la que los estudios de mercado –esos que acostumbramos mencionar con términos anglosajones– que han convertido a la Arquitectura en un producto que se consume, cuyo vendedor estrella somos los arquitectos.

El arquitecto pensante y crítico se encuentra relegado y obligado a vivir “desterrado” en una minoría que reduce su tamaño cada vez más y con mayor velocidad. Ha sido acorralado entre los muros del sistema y prácticamente adoctrinado para dejar sus ideales y convertirse –como si de religión se tratara–. El arquitecto que “trabaja” con ideas se está extinguiendo, el mundo de la arquitectura actual se está agotando ese recurso. Creo que tal vez desaparecerá por completo, aunque la verdad es que confío firmemente que volverá con mayor fuerza y completamente evolucionado en diversos ámbitos. Resurgirá y tomará las riendas de la Arquitectura, aunque quizá solamente lo haga para entregárselas a la sociedad que tanto la necesita.

Julio 2017

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Moisés Damián Hernández Rangel
es arquitecto. Es profesor en las áreas de teoría y diseño en las Facultades de Arquitectura y Diseño de la UDLSB en León, Guanajuato.

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BIBLIOGRAFÍA MENCIONADA

Baeza, A. C. (1996). La idea construida, La Arquitectura a la luz de las palabras. (Colegio Oficial De Arquitectos de Madrid (COAM), Ed.) (1a Edición). Madrid, España.

 IMÁGENES Y SU PROCEDENCIA

Diseño de formas a través del diseño paramétrico; gráfico de un algoritmo de empaquetamiento aleatorio de círculos. FUENTE:http://arquitecturaparametrica.dpaetsam.com/20112012/wpcontent/uploads/2011/11/empaquetamientos.jpg