sábado. 20.04.2024
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Teenage (Ruco) Wasteland

Ralf Ortiz

Teenage (Ruco) Wasteland

El letrero afuera de la barbería dice Peluquería para caballeros. Muchas veces me pregunto qué tan holgadamente se usa el término ahora, pero hoy no. Como que hoy somos puros señores respetables. Señores grandes; nadie demasiado ruco, pero nadie demasiado joven. Está lleno. Hay uno en la silla y somos seis los que esperamos y, sí, yo fui el último en llegar de los seis. Ninguno de los otros trae el cabello largo. Son puros cortes de esos que casi no se notan, pero sé que voy a estar aquí un rato. Es culpa de Don Lupe, porque la semana pasada se fue de vacaciones. Son las 5:30.

Me pongo los audífonos y presiono play. Es el inicio del Who’s Next: “Baba O’Riley”. Los primeros 42 segundos son verdaderamente hipnóticos, y como al minuto estalla ese groove bailable. Es ahí cuando voltean a verme unos de los señores y la dama que acompaña a uno de ellos. Escucho la música con los audífonos al máximo volumen. No. No pasa nada, se los juro. Lo peor que pasa es que los señores respetables te voltean a ver como si acabaras de romper un vaso de vidrio en el supermercado. Esos gestos de gente cuya privacidad ha sido invadida por el poco ruido que se escapa de los audífonos. Roger Daltrey grita “It’s only teenage wasteland”. Pero, en realidad, aquí es una ruco wasteland.

Esa idea de ir buscándose uno a través de la música... La idea de que la música te salva o te condena, que te hace o te destruye. Todo eso era cierto. Pero ya no. Ya no porque ya nos encontramos, ya nos salvamos y ya nos condenamos, ya nos hizo y ya nos destruyó. Ya somos señores grandes, con empleos respetables y familias. Perdimos a muchos en el camino. El wasteland donde nos perdíamos, bueno, ya lo conocemos. Ya sabemos por dónde entrar y por dónde salir. Los melómanos que conozco, señores y jóvenes (en sus 30), todos profesionales, tienen sus “salidas de emergencia” bastante bien ubicadas. Y sus rutas de reingreso ya bien recorridas. Obviamente, nada de esto tiene que ver con evasiones tóxicas.

Al escuchar el Who’s Next completo mientras esperaba mi turno y me decidía qué haría con mi cabello semilargo, pensaba en los miles de personas que estaban ahí cuando vi a The Who en vivo. Fue en junio de 1980 y estaban en la segunda parte de su gira sin Keith Moon. Habían agregado a Kenny Jones en la batería y John “Rabbit” Bundrick en los teclados.

Ahí en el Sports Arena de Los Ángeles habíamos miles de personas. Me preguntaba cuántos ya no están, y cuántos como mi amigo Chris ya son abuelos. Chris, el abuelo de cabello a media espalda, es un respetado consultor de IT. Dave, baterista metalero, no saldrá de gira este año porque su negocio está en proceso de expansión y su hijo de quince años compite en varias eliminatorias de patineta este verano. ¿Y los demás rucos en cuál wasteland se encuentran?

Unos damos clases, por ejemplo.

Ya terminé todo el disco y no veo para cuándo toque mi turno. En parte es un alivio, ya que no me he decidido por un corte. Para rejuvenecer el ambiente en mi mente pongo uno de Rancid, y regresan las miradas. En eso me acuerdo que acabo de ver un documental sobre los papás punk, donde el guitarrista de la misma banda habla sobre el hecho de ser padre y músico punk, y salir de gira. La edad y las responsabilidades no se fijan si tienes el cabello largo, o naranja en cresta estilo mohicano. Atender las responsabilidades es cosa de carácter, no del color o lo largo del cabello, pero no pierdes lo punk.

Un día te alcanzan la edad y la nostalgia cuando vas a la tienda de Vans y los estilos que usabas de chavo se venden como diseños retro. Y ya eres literalmente la vieja escuela: old school. Quizá no te fijas en esas cosas. Sólo creces y ya estás ruco, ya pasaste los 30. No te sientes ruco, pero esos años han transcurrido; esos treinta y algo, cincuenta y pico. Las canciones se han ido acumulando. ¿Tus himnos de juventud? No. Son himnos de vida. Son puntos de tu manifiesto, de tu sutil o no tan sutil panfleto propagandístico. Ser señor grande no está mal, y menos si eres un gran señor. Ya has quemado naves y aún traes tus cerillos, y algo de gasolina. Tienes moretones, rasguños, puntadas y cicatrices. Tienes tu propio tema musical que se toca dondequiera que vayas.

Le subes al volumen a Queens of The Stone Age, pero ya es tu turno. Fuera audífonos. Tomas tu lugar en la silla. Cuándo el peluquero pregunta qué quieres, te decides por fin. Le dices que un flat-top, bajito y desvanecido. Es más punk el cabello corto. Se va a tardar un poco. El zumbido de la máquina y la fricción de la misma contra tu cabeza te hacen cerrar los ojos. No te duermes pero sueñas. Ahí está Sally. Le dices a Sally que tome tu mano, y que no voltee hacia atrás, que estamos en el éxodo. Que los felices están aquí, que nos reunamos, antes de envejecer más.

Sales. Son las 8:30.

Teenage wasteland, 
It's only teenage wasteland, 
Teenage wasteland, 
Oh yeah, teenage wasteland, 
THEY’RE ALL WASTED!

 

***
Rafael Ortiz Aguirre
 (San Luis Potosí, 1963) es doctor en cool, punk añejo, musicómano sin cura, entusiasta de la lucha libre y el futbol americano y escritor pop. Ha trabajado en la radio, es profesor de inglés, escritor de cuentos cortos y chef amateur.

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