Es lo Cotidiano

ABSTINENCIA [XXXII]

Diez razones para no vivir la abstinencia

José Luis Justes Amador

Diez razones para no vivir la abstinencia

 

Septiembre, 2 – septiembre, 9

1. Voy a la presentación de un libro, el mío. Mientras escucho las palabras del presentador, palabras que no acabo de creerme o que, mejor, pienso que hablan de otro libro, fumo. Uno de los encargados del sonido me acerca un platillo para que sirva de cenicero. Se lo agradezco pero me olvido.

2. Tras la presentación vamos a un bar cercano a la universidad. Nada más llegar el mesero, conocido por habitual del lugar, trae un cenicero a la mesa en la que nos acomodamos en el lugar repleto. Es imposible decirle que no, que estoy intentando dejarlo. Procedo a prender uno tras otro.

 3. Esta semana, por las prisas y también por la necesidad de estar en puntos distantes de la ciudad en horarios casi similares, he tenido que agarrar demasiados taxis. Había dejado de fumar en el transporte público. En el taxi es diferente.

4. Corrijo las pruebas de imprenta de un libro pronto a salir (quizá octubre). Me emociono viendo lo que será en apenas unas semanas. Intento disimular mi alegría. Intento que no se note la emoción. No encuentro una manera mejor que salir de la oficina para fumar. Regreso. Sigo trabajando con el amabilísimo diseñador. Vuelvo a emocionarme. Vuelvo a salir a fumar.

5. El problema no es la abstinencia sino los miles de oportunidades que se presentan de saltársela.

6. La abstinencia compartida siempre es más agradable. Es realmente motivante saber que la persona que tienes enfrente está haciendo lo mismo que tú, que está luchando para que a la vez, y de un modo inexplicable, uno mismo luche. Pienso en una vieja canción de Amy Whinehouse que repite una y mil veces la misma cantinela. No, no, no.

7. El dueño de uno de mis bares habituales nos cuenta la última estupidez gubernamental: prohibir en los lugares donde se vende cerveza de la ciudad el dos por uno. ¿El motivo? Sencillísimo. Promociones así obligan a beber. El cliente, razona el poder, que sólo entraría a beber una, con la promoción está obligado a beber dos.  Lo mejor es ver a un ex alcohólico, de los de verdad, enojándose ante la estulticia de semejante ley.

8. Tarde o temprano pasará lo mismo que con el tabaco. Uno puede ver en Hollywood, en su cine, violencia y sangre a raudales, escenas de sexo más que explícito, pero no tabaco o personajes fumando. Para  evitar incitar al consumo.

9. He vuelto a los veinte cigarrillos al día. No se siente ni mejor ni peor. Sólo se siente.

10. Tengo frente a mí la carta de la cena de la boda en la que estuvimos anoche. Deliciosa. Faltan, por supuesto, los licores y vinos con los que estuvo regada. Faltan la enorme cantidad de tragos que antes, durante y después de ella, entraron en mi cuerpo. Pero falta, sobre todo, la imposibilidad de fumar. Ni siquiera un círculo de fumadores y adictos formado a las afueras del elegante salón. Solitario, como apestado, entre plato y plato, salía yo solo a fumar.

PD: Esperaremos a octubre. Todo parece indicar que tampoco funcionará.

 

 

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