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Diez canciones de Television Personalities

Esteban Cisneros

Diez canciones de Television Personalities

Un amigo de esos que voy a recordar entrañablemente a pesar de que lo veo poco y que responde a un apodo peculiar, me compartió hace poco un ejercicio necesario de retrospección y hundimiento en uno mismo. Consistió en enlistar sus canciones preferidas de uno de sus grupos preferidos y lo que significaban para él. Como ven, es una cuestión básica y casi burda. Pero, por lo mismo, importante. Esencial. Un punto más en el mapa que hacemos para no perdernos. Su banda favorita, huelga decirlo, no me hace ni poquita gracia. Pero eso no lo hace menos mi amigo, que esa etapa ya la pasé y allá atrás está muy bien, que se joda. Su obsesión por esa música es respetable como lo más y, por si fuese poco, el tal menda (¡salud, menda!) tiene la capacidad de hacer, con sus manos y su cabeza, sonidos de esos que son necesarios para su ciudad y para su mundo.

Pero me toca hacer un listado, entonces, de una de mis bandas definitorias: Television Personalities. Claro. Definitivamente anti-progresivos, psicodélicos, locos, lo-fi, amos de la referencia cruzada, ingleses. Los amo. Punto. Dan Treacy es mi súper héroe y Ed Ball no se queda atrás (su trabajo con The Times también me cambió la vida). Fueron ellos quienes hicieron esa música que me rescató del aburrimiento, que me abrió la cabeza a otros mundos, que me emocionaron cuando todo parecía perdido. Me hicieron creer. Y crecer. Crecer para ser un proceso inconcluso, un boceto, un sujeto confundido y torpe, empírico y bastante emocional. Pero así es la vida, supongo.

Television Personalities, entonces. Son torpes y nada virtuosos. Tienen los mejores títulos de discos del mundo. Tienen las canciones de tres acordes en primera posición más emocionantes del mundo. Suenan raro. Su universo es el mío. Aquí una lista de memoria de algunas canciones que me han retorcido las tripas entonces y ahora. Faltarán algunas, claro, como siempre cuando se habla de un grupo favorito. Como sea, ahí van.

If I Could Write Poetry. Una de las canciones de amor más impresionantes que existen. La grabación es lo más rudimentario. Amo la batería y el teclado. Es puro pinche sentimiento. Si no te rompe el corazón, no tienes.

I Know Where Syd Barrett Lives. Seguro que Dan Treacy sí sabía dónde vivía el gran Syd Barrett porque a partir de esta época su psicodelia era más grande, sucia y épica que el mundo. Eso, claro, en plan pequeño, barrio, pinta con los amigos y lisergia con los discos en la soledad de la habitación (qué bella contradicción.) Porque, hey, estamos solos en esto.

I Was A Mod Before You Was A Mod. Himno. No es una gran melodía, no será analizada en sesudos libros de academia y, la verdad, así mejor. El disco homónimo me acompañó en momentos difíciles y en momentos felices. En una fiesta mod hace unos años porté un pin con esa leyenda y ofendí a más de diez. Misión cumplida.

The Painted Word. El inicio con ese diálogo carrolliano, el ritmo furioso, los gritos garajeros de Treacy. Pop art hecho música. Así de fino, así de vulgar. El arte no está en los museos. Las guitarras estridentes son lo mejor que le pudo pasar al siglo XX. Por favor, no se pierdan el video, está en el canal web que todos vemos para procrastinar. Anden.

Salvador Dali's Garden Party. El surrealista del título estaría contento. Más que contento, incluso. En el universo de los TVP's caben el bigotón de Figueras, las obras kitchen sink de Shelagh Delaney, la nouvelle vague, el mod agresivo del '64, las guitarras furiosas del punk y la voladez del freakbeat. Y en esta canción todo está allí. Temazo.

Part Time Punks. En la música y en la literatura el humor está subestimado. O, caso contrario, se lleva a cabo de maneras tontas, molestas y que ofenden la inteligencia hasta del más mediano calibre. Treacy y Ball lograron un himnazo anti-punk que, en realidad, es lo más punk que hay. Y es que, carajo, todos somos unos part-time-punks para bien y para mal. Jodido mundo.

A Picture of Dorian Gray. Dandismo wildeano con guitarrazos a lo Pete Townshend pero sin teatralidad porque el chico que canta y toca está encerrado en una habitación provinciana con más color y belleza que un museo, llena de cosas y discos y posters, pero solitaria y fugaz. Y el chico aquel sueña sueños de juventud. Puta vida.

Geoffrey Ingram. Referencia a A Taste of Honey, obra definitiva de Shelagh Delaney (una vez más.) Porque el Geoffrey Ingram del título era el personaje controversial, el no alineado, el elegantísimo y perfecto al que no le gustan las mujeres y por eso es casi ilegal. Qué estupidez. Pero es el tipo que llega a casa justo cuando va a llover, el que sabe de qué va la cosa. Es el tipo sabio al que siempre desdeñamos por las razones equivocadas. Ay.

Silly Girl. Si es en la Peel Session de 1980, mejor. Un tema tremendo. Amo el bajo, tan elemental, tan adolescente, tan empírico. No entiendo por qué me gusta esta canción y por eso me gusta tanto. Me pongo tonto cada que la escucho. Tonto realmente tonto: baba, mocos y todo el festival. Dejo de poner atención en lo demás. Me ha hecho pelear con la chica, con los panas, conmigo. Decirlo es un exorcismo necesario.

You Are Loved. Hace poco pasé por una crisis grande. De aquellas. Carajo, recuerdo y las piernas me tiemblan. Pero estoy enfrentándola. Venciendo, espero. Justo en esos días, esta canción fue como aquella luz al final del túnel y perdón por la figura retórica tan zafia. Sí hay canciones que salvan la vida, y caigo de nuevo en el lugar común. No me importa. Así es la música y ustedes lo saben.

C/S.

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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