martes. 23.04.2024
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CUADERNO DE NAVEGACIÓN

Abstinencia [XXXVI]

José Luis Justes Amador

Abstinencia [XXXVI]

Octubre, 1
Tres meses para volver a bajar la dosis. Se trata de repetir los mismos pasos pero en la tercera parte de tiempo. Releo en la computadora todas las semanas que llevo escritas hasta ahora. Descubro que todo son una serie de altibajos. He comparado el hecho de fumar (o el de la adicción) con demasiadas cosas: la literatura, la poesía, una relación amorosa, el alcohol, la amistad, entre otras muchas. Una por semana. En realidad se me ha olvidado la más importante: el tabaco, la adicción y la lucha contra ella se parecen a la vida (mejor, son la vida).

Octubre, 2
He logrado volver a bajar a diez cigarrillos al día. Lo celebro fumándome el undécimo antes de irme a la cama.

Octubre, 3
La lucha no es ahora entre dejarlo o no dejarlo sino entre seguir intentando dejarlo o no hacerlo. Los propósitos, como las promesas (incluidas las de amor) están hechos para romperse, algo que he hecho toda mi vida. Repaso y creo que nunca he cumplido un solo propósito, una sola promesa. Tal vez sea, a unos días de cumplir años y entrar en la madurez, ésta la primera (¿la última?) oportunidad de cumplirlo.

Octubre, 4
Repaso los pasillos de la feria del libro de mi ciudad. Me desespera no tener los suficientes libros en los que gastarme el dinero. El lugar es precioso y, por supuesto, no se puede fumar. Salgo, prendo un cigarrillo y cambio automáticamente de parecer. En lugar de maldecir por no tener en qué gastarme mi poco sueldo, lo agradezco. Es uno de los cigarros de estos diez meses que más he disfrutado.  

Octubre, 5
Descubro leyendo las últimas entradas que esto, más que un diario (estaba a punto de escribir diccionario, algo que en parte puede ser) de la abstinencia, se está convirtiendo en un diario vital. Sonrío al pensar en la entrada del primer día del mes. Confirmado: son lo mismo.

Octubre, 6
Llevo dos días enfermo y aun así lo primero (mejor dicho, lo segundo) que hice en la mañana fue prender un cigarro. Logro llegar, tosiendo y con un espantoso dolor de garganta, en taxi a la universidad. Bajo del taxi y lo primero (ahora sí) que hago es prender otro cigarrillo. Paseo antes de llegar a la máquina checadora. Cuando entro a clase ya no puedo articular una sola palabra sin que me duela la garganta. Logro dar mis primeras dos horas de clase sin pronunciar ni una sola palabra. Entre mensajes en el pintarrón y lenguaje de señas logro que nos entendamos y que los alumnos cumplan con su trabajo. Y. me marca para hablar del premio Nobel. Los alumnos se sorprenden de que sea capaz de hablar cuando les había dicho (escrito) que tenía la garganta cerrada. No tengo fuerzas (me duele la cabeza) para explicarles que para todo hay excepciones. Y el premio Nobel, bien concedido este año (Roth morirá sin él) es una de ellas.

Octubre, 7
Ayer, a pesar del dolor (normalmente no me quejo de nada, pero esto es descripción, no queja), fui a una presentación de libro que resultó ser como la mayoría. Aburrida y monótona. Demasiado llena de elogios de unos a otros. Muero por fumar. Salgo a fumar. Toso. Toso sin descanso. Tengo que largarme. En el fondo lo agradezco. Bill Murray me observa. Eso, el libro que lo tiene en la portada y que no puedo evitar comprar, y el té con que I. me obliga a acompañar, las pastillas me salvan. Caigo dormido mientras escucho acentos españoles al fondo.

Quién sabe si mañana habrá una fiesta sorpresa. Si la hay, me prometo no fumar durante todo el tiempo que dure.

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