miércoles. 17.04.2024
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Leonardo Biente

“Ese reloj es bien extraño: suena cuando quiere, nunca a la hora. Nunca cuando se le espera. Y cuando lo hace, a todos se les cae la cara.”

Con esas palabras salidas de tu boca de ministro, nos sentamos a la mesa, en la cálida noche de invierno destilado. Ya no podemos pensar –no lo niegues–, ninguno de nosotros cuatro entiende. No podemos decir que hemos perdido por completo el tiempo: ella ya te había colgado –a ti, que estás a mi derecha– de un árbol, te amarró de los pies a y una de sus ramas (que parecían de bronce o de acero, no sé decir la diferencia) y puso una canasta en el suelo, donde caían todos los pensamientos que soltaba tu mente.

Las lágrimas que dejaste salir –no de tristeza, sí de cansancio– mojaron las hojas frustradas que desde hace días reposan en la mesa, donde hoy estamos nosotros cuatro –y tal vez más frustrados– sin apenas entender. Vinorojo/maderavieja/humodehabano. Tapaste tu cara con tus manos, las oliste –romero– y viste pasar al gato al lado de ti. Se escabulló hasta la cocina, entre palabras inútiles y cifras necias, hirsutas lecturas y breves esbozos de una felicidad que no existe más que en tu cartera. Basurero del alma –¿crees en ella?

Y entre pensamiento y pensamiento, el reloj sacó su carátula, gritó, y caminó hacia su muerte: se dejó caer de la repisa. No sufrió mucho, sólo dio algunos pasos y se dejó destruir por el suelo –que es de nadie, no se compra–. El reloj no nos soportó, se dejó morir –se hizo, se quiso morir– y nuestras caras siguieron en su lugar.

“Vete, ya no te quiero”, dijiste, y saliste a la noche.

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Leonardo Biente
es escritor y poeta. También es empleado de día.

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