viernes. 19.04.2024
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La inmortal voz del caos

Viridiana Guerrero

La inmortal voz del caos

El espacio que existía detrás de la médula oblongada de Ray Bradbury solía estar bajo el mando de voces, mismas que lo despertaban y ayudaban a crear historias fantásticas, todas ellas expuestas en revistas de ciencia ficción y libros. Uno de estos últimos se ha vuelto mi lectura obligada de otoño, el cual lleva por título The October Country, traducido al español como El País de Octubre. No tengo un orden, puedo iniciar con la lectura del cuento número 16 y terminar con el 2, pues es con este ejemplar con el que me permito una lectura caótica; después de todo, ¿qué no es el caos un punto de inicio? Supongo que Bradbury así lo pensaba también. En su estudio habitaba el caos y lo evidenciaba través de múltiples imágenes y objetos que, como botones de arranque, eran parte introductoria en su programa televisivo emitido en los ochenta. Su propio territorio craneal era también caótico. De él evocaron los 19 cuentos que alimentan el libro mencionado al inicio de estas líneas, uno que describe al país de Octubre como un lugar de niebla y oscuridad, habitado por personas de pensamientos otoñales con especial apego a la soledad, personas cuyos pasos en las caminatas nocturnas emiten un sonido similar al de la lluvia. Un país repleto de casas y bodegas lúgubres, todas alimentadas en mayor proporción por la luz que refleja la luna.

El título The October Country estaba destinado inicialmente a una novela que no se encontraba aún lista. Ésta llegaría después bajo el nombre de Something Wicked This Way Comes (La Feria de las Tinieblas) en 1962. Esta novela tiene por inspiración una anécdota de su autor, la cual vino también a impulsar su vocación de escritor: durante los primeros días de septiembre de 1932, Ray Bradbury tuvo un acercamiento con un mago llamado Mr. Eléctrico, en un carnaval cercano al lago Michigan. Los encuentros suceden un día previo y uno posterior a la muerte de un tío del autor, a quien refiere como uno de sus favoritos. Mr. Eléctrico daría al naciente escritor de doce años una orden poco convencional, en este caso la de vivir por siempre. ¿Cómo? La respuesta del mago no fue del todo clara, limitándose a dejar en aquel chico un cosquilleo de curiosidad infinita que lo empujaría a la realización desmedida de cientos de historias de fantasía por más de 60 años. He ahí la inmortalidad de Bradbury, su propio legado literario.

Es un tanto innegable que el carácter del escritor muchas veces traspasa la ficción de su propia obra. Es por ello que los personajes que habitan The October Country (algunos de ellos previos integrantes del libro Dark Carnival publicado en 1947) reflejan las anécdotas e impresiones experimentadas por Ray Bradbury a lo largo de su vida, las cuales se vuelven también perpetuas: la tía Tildy con su filosofía férrea a la inmortalidad, el viajero Allin convertido en presa del viento parlante, y Tally, aquella niña arrebatada por un lago veraniego. Visitarlos significa alimentarse de las voces anidadas en la parte inferior del cráneo de su creador, todas ellas poseedoras de un origen y carácter cambiante. La resonancia de éstas se vuelve la brisa poética de los clásicos que dejaron huella en Bradbury, y otras más un recuerdo infante de sabor onírico. Por último queda un toque de soledad, ese estado de naturaleza dual que nos acerca a los sonidos que emite nuestra psique y hace rebotar a nuestras propias voces en medio del caos mental, recordándonos que el escucharnos en pleno aislamiento puede ser también un acto de valentía.

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