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Frida Kahlo en el Museo Dolores Olmedo

Gabriela Mosqueda

Frida Kahlo en el Museo Dolores Olmedo

Pocos personajes en la historia del arte mexicano despiertan el revuelo -positivo o negativo- que Frida Kahlo con un sencillo batir de uniceja logra levantar.

¿Qué pasa con Frida Kahlo? Hace ya mucho tiempo, cuando Diego Rivera estaba vivo, Kahlo era la esposa del gran pintor mexicano; una mujer extraña, vestida permanentemente con atuendos típicos del Istmo de Tehuantepec que también pintaba, pero en aquella época su obra no se consideraba de gran valor.

Con el tiempo y los años sus creaciones se han revalorado, se han obtenido de ellas innumerables lecturas y el personaje de Frida Kahlo se ha convertido en un mito, un ícono. Tantas vueltas le han dado sus imágenes y su peculiar estilo al internet que mucha gente ha terminado por odiarla.

Para entender un poco del fenómeno me acerqué a uno de los museos que aún no tenía la fortuna de conocer, el Museo Dolores Olmedo, un inesperado paraíso lleno de pavorreales y xoloizcuintles muy al sur de la Ciudad de México.

El museo era la casa de Dolores Olmedo y Patiño, coleccionista, benefactora, intelectual y activa feminista que promovió la obra de prácticamente todos los artistas y literatos importantes del siglo XX mexicano, incluyendo por supuesto a Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros quienes sin su intercesión no habrían llegado tan lejos. Olmedo fue además la principal compradora de obra de Frida Kahlo -casi todos los cuadros que conocemos de ella se encuentran en esta colección- y al morir legó todas sus pertenencias al pueblo de México, convirtiendo su casa en recinto verdaderamente digno de visita: un espacio colonial precioso, relajado y hogar de obras de gran valor.

La exposición temporal dedicada a Frida Kahlo es breve y concisa -tendría que serlo dado que Kahlo no fue una pintora prolífica- y se inclina demasiado en que se puedan compartir las selfies en ciertos espacios designados del museo, dado que a las pinturas mismas no se les puede tomar fotografía, y pese a todo esto las obras resultan conmovedoras y potentes.

Para mi sorpresa, aún después de haberlas muchas veces todos estos cuadros, hay una fuerza indudable en los trazos de Kahlo. Esa es su trascendencia. No sé si eso justifica el hype o el odio de las redes, pero es algo que vale la pena ver en vivo.

Frida Kahlo. Me pinto a mí misma.
06 julio - 23 diciembre
MUSEO DOLORES OLMEDO
Av. México 5843
La Noria, Xochimilco. Ciudad de México

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Gabriela Mosqueda
(León, Guanajuato, 1986) es licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana León con Maestría en Museología y Gestión de Exposiciones por el Instituto Superior de Arte de Madrid, España. Ha colaborado en museos estatales y federales, galerías y colecciones privadas, así como publicaciones de arte, diseño y cultura en Guanajuato y la Ciudad de México, donde actualmente vive y trabaja.

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