martes. 16.04.2024
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Taxonomía de la mentira

Chema Rosas

Taxonomía de la mentira

Mentir es más complicado de lo que parece. Especialmente si lo que se pretende es que el otro no se dé cuenta de que estás tratando de tomarle el pelo. Hay mentiras complicadas que requieren preparación y compromiso. Dicen los grandes mentirosos que para que no te cachen en la jugada hay que creer que se está diciendo la verdad, o decirlo mil veces hasta que suene convincente. En otras palabras: el secreto de una buena mentira es no andarte preguntando cuándo te van a cachar.

Lo hagamos bien o mal, no importa; yo miento, tú mientes, él miente, nosotros, ustedes y ellos. La mentira está en todos lados, al mismo tiempo y con las mismas ganas. Otto Von Struddel, afamado psicólogo alemán que me inventé para dar credibilidad a esta teoría, publicó en 1992 su Taxonomie der Täuschung: Lügemitallen Zähnen, conocido en español como “Taxonomía del engaño: mientes con todos los dientes”. Ahí, explica los principales tipos de chapuzas.

Mentira piadosa

También conocida como mentira blanca. Lejos de tener intención de ofender, este tipo de engaño es el que hace una persona, con la intención de proteger a otra de una verdad que, aunque es evidente, decirla puede resultar incómodo.  Van de “El país cuenta con una economía sana” hasta el clásico “no eres tú, soy yo”, pasando por “claro que me gustó la sopa”.

Mentira despiadada

Contrario a la anterior, este tipo de engaño se hace con el objetivo de acabar con el alma de otra persona. El truco con este tipo de mentira es que se hace con la certeza que, en breve, la verdad será revelada a golpear la cara de la víctima. Otto Von Struddel asegura que las más crueles son: “no me pasa nada, vete con tus amigos”, “aún hay pizza en la caja”, “métete a la alberca, está caliente el agua”, “yo también te amo” y “no te preocupes, estoy tomando la pastilla”

Mentira electoral

El objetivo de decir una mentira es que alguien la crea. Sin embargo, en el caso de las promesas electorales ocurre un fenómeno tan extraño como fascinante: tanto el político como el auditorio saben que nada de lo que se dice es verdad. Las mentiras electorales funcionan porque a nadie le importa que los votantes crean lo que se dice, sino que se apoye lo dicho. Tal apoyo se mide con gorras, tortas y aplaudidores inflables. “No habrá despilfarro en promoción de obras”, “Acabaremos con la corrupción”, “Seremos la voz de los que no tienen voz”, “El voto es libre y secreto”, son algunos ejemplos.

Autoengaño

Esta variante de la mentira es la que uno se dice a sí mismo. Atiende a algo que Otto Von Struddel denomina gematche enten o, simplemente, “hacerse pato”.  Consiste en dejar que el instinto de comodidad tome el volante de nuestra percepción. De esta manera, la realidad se oculta o distorsiona para acomodarse a lo que queremos que sea, y no a lo que es. Este tipo de engaño puede combinarse con la mentira blanca al verse al espejo y decir “no hombre, si no estoy tan gordo”; con la mentira despiadada “nadie me quiere”, o con la electoral “este candidato no es tan malo”.

Mentira compulsiva

Se asocia regularmente a los mitómanos. Consiste en la constante invención de acontecimientos muy poco probables y que se pueden refutar fácilmente. Aunque algunos expertos lo consideran una patología, otros lo ven como una cualidad deseable y explotable, dependiendo de la inteligencia, creatividad e intenciones del mitómano. En el peor de los casos terminan en una pared acolchada asegurando que son Napoleón Bonaparte, o gobernando Venezuela. En el mejor de los casos se hacen guías de turistas o escritores.

Ficción

Es la mentira en su mejor presentación, y se encuentra regularmente en los libros. El acto de imaginar mundos diferentes al nuestro, realidades que existen sólo como algo “posible”, hasta que alguien las convierte en palabras. Quien disfruta la ficción se deja engañar a sabiendas, pues busca que le mientan de una forma honesta; quiere creer que las cosas pueden ser diferentes, la realidad menos cruel. Tal vez una ficción que se repite miles de veces se puede convertir en verdad. Ahora que… mentir es más complicado de lo que parece, especialmente si lo que se pretende es que el otro no se dé cuenta de que estás tratando de tomarle el pelo. 

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista para El Heraldo de León, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico.

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