sábado. 20.04.2024
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Conferencia de criptozoología

Chema Rosas

Conferencia de criptozoología

El famoso autor y conferencista Carmelo Arréchiga se encontraba sumido en sus propios pensamientos mientras caminaba por el pasillo del centro de convenciones. Entró al salón repleto de espectadores y se aproximó al pódium. La conferencia ya había comenzado pero él, fiel a su costumbre, llegó elegantemente tarde. Se quitó el sombrero de ala ancha –hecho, según él, con la piel de una víctima del chupacabras- y lo colocó en la mesa frente al público.

Tomó asiento y examinó la cara de los asistentes, muchos de los cuales, al igual que él, habían dejado de prestar atención a la ponente en turno y lo veían extrañados. Con una sonrisa de complicidad y complacencia, extrajo de su chaleco de explorador –regalo, según él de Steve Irwin- una cabeza de jíbaro y la apoyó en el pedestal del micrófono. Fue entonces cuando notó el silencio, y que la elegante señora que había estado hablando mientras él entraba, lo veía fijamente, como esperando la respuesta a una pregunta que él no había escuchado. Él lo interpretó como que era su turno para tomar la palabra, y aunque es más mexicano que el nopal, comenzó a hablar con su mejor acento argentino, reservado para ocasiones especiales.

–Perdón que me pare, pero no acostumbro estar mucho tiempo sentado- dijo mientras se ponía de pie y pasaba al frente de la mesa-. Mi nombre, como todos ustedes saben, es Carmelo Arréchiga. He sido invitado por el Consejo Cultural de la Ciudad para participar en esta mesa de discusión sobre literatura y…

–Disculpe señor…

Interrumpió discreta y tímidamente la joven que se encontraba haciendo su servicio profesional como edecán del evento de lectura–.

–Lo que pasa es que…

–No te preocupes mina, en cuanto termine la conferencia te firmo los autógrafos que querás – y continuó-. Como les decía, he sido invitado para hablar en esta mesa sobre literatura, pero debo confesar que el hecho de que me encuentre en este foro es resultado de la casualidad, a quien considero mi amante tan generosa como caprichosa…

–Pero… –intervino de nuevo la joven- ocurre que…

–Señorita… ¿acaso ha escrito usted las tres novelas sobre el chupacabras más leídas en todo el bajío?

–Pues… no –dijo la joven, ruborizada– pero…

–¡Ah! ¡Es usted experta en las técnicas ganaderas de los chaneques veracruzanos cuando migraron de Irlanda!

–Tampoco… –su cara era ahora más roja y redonda que un jitomate bola.

–Entonces le conmino perentoriamente a que cese sus interrupciones y me deje continuar – gritó con el acento español que ensaya para cuando quiere escucharse contundente, y continuó dirigiéndose a la audiencia en argentino-. Como decía, resulta que yo no soy experto en literatura, pero decidí decantar mis serias investigaciones en tinta y papel. El resultado fue una suerte de tratado científico de la criptozoología y el chupacabrismo. Lo publiqué con ayuda de una beca del FONCA, y por error lo pusieron en las librerías en la sección de literatura fantástica. Por eso ahora soy novelista y…

La chica se puso de pie, y estaba a punto de interrumpir de nuevo, pero esta vez el experimentado conferencista se le adelantó.

–Le advierto: una interrupción más, y le juro que no vuelve a trabajar en un evento cultural de la región. ¡Me aseguraré que le confisquen el carné de acceso y hasta sus vales de comedor!

La joven salió del salón y se dirigió a la sala de conferencias de enfrente, para informar a la audiencia que el autor Carmelo Arréchiga se encontraba en una boda civil, pero en cualquier momento se daría cuenta de su error…

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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