Es lo Cotidiano

Autores somos, somos de sus palabras

Andrés Baldíos

Magical Mistery Tours , portada
Magical Mistery Tours, portada
Autores somos, somos de sus palabras

Borges explicó en uno de sus cuentos incluido en su imperecedero Ficciones que aquel que leía Shakespeare era Shakespeare, transformándose en el autor/creador al momento de leer; o más específicamente, al pronunciar sus palabras, ya fuese con la naturalidad discreta y silente del lector o en algún discreto recital.

Bien, sucede lo mismo, en cierta forma, cuando leemos a todos los otros autores. Cuando leemos a Borges, nos transformamos en Borges sin la necesidad de invocar sus palabras en voz alta. Muchos millones de lectores tenemos la costumbre, o más bien, la “inercia” de apenas mover los labios –temblorcillos menores– y sacudir la lengua dentro de la boca al momento de leer cualquier cosa. Y hacemos voces. Si el narrador no es ninguno de los personajes dentro del cuento, novela, historia, ensayo, artículo, carta, etcétera, procesamos las palabras en la boca, las masticamos en millonésimas de segundo para después fabricar en otras cuantas millonésimas de segundo una voz neutral; pálida, cálida incluso, una voz que no represente ninguna de las conocidas o desconocidas en el mundo, una voz profunda sin “físico roncado o armonía grave”, sino blanca, atenuante en las puntuaciones.

Así imagino la voz del autor: yo soy el transparente Vladimir contándote en esos momentos de lectura, cómo Luzhin y Hermann y Albert penden del más enclenque de los hilos de la sentencia y la calamidad; yo soy el menesteroso navío y sus pasajeros en vías de canonización al más prófugo corazón de la oscuridad (y también soy Kurts y Konrad); yo soy el que le habla a Simon desde el asta, repleto de moscas hasta la divertida asfixia que provoca el derrumbe de todas las cosas (y también soy los demás de la isla); yo soy aquel divino marqués que te cuenta de aquel tétrico encierro de cuatro infames, varios demonios, cuatro partícipes del más espinoso descaro y una razonable cantidad de víctimas en el borde más adusto de los bordes más remotos del destino (y a su vez soy todos ellos); yo soy el húngaro que va y viene sin destino aparente a cualquier lugar con tal de escapar de los campos de una clasificación que no me correspondía; yo soy el que te cuenta –y te ilustra– el pequeño relato de una pareja fofa y patética que asesinaron a varios niños como la gran obra de su vida un tiempo antes de pudrirse en mazmorras separadas. Yo soy el negro y el rojo, contándote que he sido asesinado, que soy perro y mi propio asesino, árbol y mariposa, y aún así desconozco al despreciable que me noqueó hacia el pozo. Yo soy el hombre ficticio que te dijo tantas cosas.

Y la ilusión se acrecienta cuando me doy cuenta de que la historia me la cuento a mí mismo, a nadie más, como si el libro y yo estuviésemos en el punto central de un cortejo.

*Andrés Baldíos es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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