jueves. 18.04.2024
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James Brown entra a escena

Esteban Cisneros

James Brown, Live at the Apollo, portada
James Brown, Live at the Apollo, portada
James Brown entra a escena

El 24 de octubre de 1962, James Brown, una de las leyendas más grandes de la música, actuó en el Apollo Theatre en la calle 125 en Nueva York. Era una noche más, como había hecho desde 1959, sólo que entonces era artista de acompañamiento. Esa noche de la que hablamos él era el headliner... y esta vez la grabadora estaba encendida. El Padrino del Soul había arreglado la grabación de su concierto, alentado por la excelente respuesta de su público. Era su mejor época, y vaya que nunca fue un mal artista. Era el mejor espectáculo del mundo. El escenario se caía. Cualquiera al que le guste un poquito la música debe tener a James Brown como referencia inmediata.

La grabación del concierto de esa noche dio como fruto el disco James Brown Live At The Apollo, lanzado en 1963 y, aún hoy, uno de los más grandes discos grabados en vivo. El sudor, los desmayos, los desplantes más que histriónicos de James Brown captados en disco, a pesar de sólo apelar al oído. El Padrino casi escupe los pulmones sobre el escenario y eso no tiene precio. Se dice que perdía tres kilos en cuarenta minutos sobre el escenario. Giraba y se revolcaba, como si sufriese un ataque cardíaco. El público, por supuesto, enloquecía y James Brown se convirtió en un referente obligado, no sólo de la música negra, sino de toda la música.

La época en que se grabó Live At The Apollo no era fácil, en absoluto. La superestrella de los años 50, Harry Belafonte, actuaba sold-out en el Americana Hotel; en Broadway se había estrenado Quién teme a Virginia Woolf, con el público y la crítica desgarrándose entre aplausos y ovaciones; los cines estrenaban la escandalosa Lolita de Stanley Kubrick,  Kennedy luchaba contra Cuba y en todos lados se hablaba de guerra nuclear. A esto hay que sumar las tensiones raciales de la época. James Brown aun así se las arregló para llenar el Apollo, un lugar que significaba el éxito o el fracaso. Desde los años 30, cuando se inauguró su Amateur night, ese lugar vio nacer las carreras de gente como Ella Fitzgerald y se extendió hasta los 70 viendo los inicios de Michael Jackson (quien, dicho sea de paso, le debe absolutamente todo a James Brown, hasta los pasos de baile). El público del Apollo sabía lo que quería. Si el artista era malo, lo echaban. Pero si era James Brown, no había más que postrarse a sus pies y gritar ¡awwhrr! cuando él lo ordenase.

Live At The Apollo tuvo, además, el mérito de llevar el rhythm & blues a la radio comercial. La música negra, antes llamada race music y después suavizado el término a rhythm & blues, era una cosa de minorías. Pero James Brown hasta eso vino a hacer: blancos, negros, rojos, azules, morados y amarillos se rendían ante él, y no podía ser de otra manera. Su música, caliente y singular, fuerte y visceral, no podía ignorarse. Desde 1962 James Brown y su impresionante banda de acompañamiento ya amagaban con dejar libre en las calles ese ritmo que después terminó llamándose Funk.

Si bien sus discos sencillos habían ocupado varios lugares en las listas, Live At The Apollo hizo que James Brown pasara de ser un héroe marginal a uno nacional en los Estados Unidos. Y de ahí, el mundo, como lo dicta la lógica del espectáculo. Live At The Apollo es un vinilo de culto, un documento delirante de uno de los showmen más importantes del planeta. Comenzó recogiendo algodón. Y en vida se cansó de recoger aplausos. El Padrino, desde entonces, dominó todo.

James Brown murió el día de Navidad de 2006. Aunque, contrario a muchas leyendas, no precisaba de morir para convertirse en tal. Ya era una leyenda viva, uno de los artistas más grandes de la historia de este triste planeta, de los más influyentes y de los más populares. Todo en uno.

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Ninguna colección musical que se respete está completa sin el Live At The Apollo. Después de esa calurosa y mil veces imitada introducción es imposible dejar de escuchar hasta que termina el disco con un James Brown audiblemente exhausto. Imposible dejar de emocionarse cuando invita al todo el público (incluyendo a quienes no estuvimos en el Apollo, pero en quien El Padrino también pensó al grabar este disco) a subirse con él a ese tren nocturno.

C/S.

 

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Esteban Cisneros
(León, Guanajuato) es panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú y los Beatles. Está convencido de que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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