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GUÍA DE LECTURA

Sirviente del Shogún, de Richard Tames

Jaime Panqueva

Sirviente del Shogún, de Richard Tames

Dentro de los propósitos del nuevo año sobresale con alguna timidez dar una revisada a la biblioteca personal; regresar a su lugar los libros que han quedado en las mesas o rodando por los cuartos, conjuntar algunos por autores o acomodarlos por temas. Allí es cuando uno echa de menos aquellos ejemplares que se prestaron y aún no han vuelto. Algunos quizás nunca lo harán, y valga esto como reclamo a quienes recibieron alguno y lo tienen pendiente por devolver. Por fortuna, y no me he cansado de agradecerlo, nos caen libros del cielo que, en la mayor parte de las ocasiones, devuelvo puntualmente a su dueño. Sin embargo, hay excepciones, y la de hoy es una de ellas. Hace muchos años, cuando vivía en la hoy CDMX, me prestaron Sirviente del Shogún, una edición inglesa publicada el siglo pasado, de la cual no encuentro a su dueño.

Se trata de la biografía del marino inglés John Adams. A muchos este nombre puede sonar extraño, pero quizás recuerden Shogún, una serie ochenterísima televisada en todo el mundo (antes de la era Netflix), protagonizada por Richard Chamberlain y basada en una novela de James Clavell. Bueno, John Adams fue el personaje histórico de quien Clavell tomó a su protagonista, un capitán inglés que por encargo de la corona holandesa atraviesa el Atlántico y el Pacífico, para buscar comercio con el Japón en el año de 1600. Richard Tames, su autor, reúne correspondencia de fuentes holandesas, españolas, portuguesas, inglesas y japonesas, para recorrer la senda vital del aventurero que llegó a tener una cercanía tal con el primer Shogún de la casa Tokugawa, que le aconsejó en varias ocasiones invadir posiciones coloniales españolas, como las Filipinas, y expulsar a los evangelizadores portugueses y españoles del archipiélago nipón. Ieyasu no aceptó lo primero, pero persiguió de buen grado los segundos, aunque trató con gran respeto a don Rodrigo de Vivero, embajador improvisado de la Nueva España, que vio con muy malos ojos a Adams, quien había adoptado las costumbres japonesas y tenía un séquito de casi cien sirvientes a su cargo. El inglés murió millonario y como el único occidental que supo granjearse la amistad de dos shogunes (Ieyasu y su hijo), unas décadas antes de decretarse el Sakoku o aislamiento casi absoluto del Japón durante más de dos siglos. Su trabajo fue esencial para que durante este tiempo Holanda fuera el único país europeo autorizado para comerciar en la isla artificial de Dejima.

Y bueno, no sobra decir que mantengo el libro en buen estado, a la espera de su dueño.

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